El abrupto
asalto del presidente Nayib Bukele y un contingente militar en la Asamblea
Legislativa de El Salvador el 9 de febrero del 2020, que encendió todas las
alertas democráticas a nivel internacional, pareciera ser solo la punta del Iceberg
de un comportamiento errático que marcará la gestión del nuevo mandatario.
Byron
Barillas* / Para Con Nuestra América
Nayib Bukele, presidente de El Salvador |
De ser así,
una interpretación del asalto al Congreso es que, exprofesamente, se trató un
arrebato caudillista configurado por Bukele como show mediático de medición de
fuerza, cuyo efecto demostrativo y cálculo político iba dirigido a su público
cautivo. Este público cautivo es una generación de votantes jóvenes con escasa
o ninguna conciencia histórica de su país, contaminados de falsa “anti
política” y de consumismo. Una táctica audaz que pondría en evidencia la falta
de voluntad de los políticos opositores a destinar los recursos necesarios para
erradicar la criminalidad y reducir los homicidios, cuya negativa los haría
entonces responsables de obstruir su Plan maestro para cumplir con ese
propósito, enmascarando y manipulando por supuesto las razones de la no
aprobación en el tiempo récord exigido por el señor presidente. Acto seguido,
la jugada vendría a remover las aguas de inconformidad con el bipartidismo.
Ahora bien,
ese arrebato abrigado en promesas tan convincentes como demagógicas, solo puede
explicarse a partir comprender la relación entre la propuesta ejecutiva, la
personalidad y el perfil político-ideológico del polémico mandatario.
La propuesta
política: realismo y falsas promesas
Está claro
que el eje central y casi único de su propuesta de gestión es “la seguridad”.
El impacto
inmediato de la propuesta de Bukele para resolver el problema de la
criminalidad y la acción de Maras, no obedece precisamente a que el Plan
Cuscatlán y el lanzamiento inicial de “Plan Control Territorial” brille por su
originalidad. Ya expertos en Maras como José Miguel Cruz, director de
investigaciones del Centro de Estudios Latinoamericanos y del Caribe de la
Universidad Internacional de la Florida (FIU) e informes periodísticos han
evidenciado que dicho Plan contiene reediciones parciales de planes anteriores
de seguridad o prevención y ante todo un Copy Paste de un extenso documento de
ONGs sobre las Maras. Más bien, el
impacto mediático del discurso se encuentra en su promesa de resolver la
raíz del problema. Esto implica, abordar el fenómeno de las Maras como
problema social, terminar con el financiamiento de estas pandillas y su
utilización como clientela electoral, y en lo inmediato, reducir las tasas de
los homicidios. Sin embargo, se reclama
insistentemente que hasta el momento el 90% del Plan se desconoce, nadie tiene
una explicación de cómo y qué ha hecho para bajar las tasas de homicidios, a no
ser por un pacto con las Maras de lo cual hay indicios. Desde esta óptica es un
Plan siniestro.
Lo cierto es, que el fenómeno Maras exportado desde los Estados Unidos
en los años noventa, ha sido la piedra en el zapato de cualquier gobierno de
derecha o izquierda desde los Acuerdos de Paz de 1992 y está ampliamente
documentado como los gobiernos de Arena y el FMLN implementaron casi todas las
formas legales, ilegales, legítimas e ilegitimas de combate a las pandillas
utilizando inmensos recursos económicos, fuerza militar y policial, control
carcelario, hasta el recurso del diálogo con las pandillas. Medidas todas, no
solo fracasadas en su intento por erradicarlas, sino que, según estudios e
informes de los resultados, en algunos ámbitos más bien las pandillas se
fortalecieron o aumentó el número de homicidios en el último período de mano
dura del presidente Cerén.
Podría decirse, casi todo ha sido puesto a prueba y desde estos
precedentes Bukele estaría igualmente condenado al fracaso. Teniendo en cuenta además dos factores que no
pueden obviarse: uno, el problema de las Maras es sumamente complejo y no se
resuelve demagógicamente reduciendo la tasa de homicidios; lo segundo,
múltiples experiencias muestran el descontento social que tarde o temprano
produce el contraponer derecho a la seguridad vrs. Derechos sociales...
El peso del
perfil individual. Personalidad cool, neo-caudillismo y rasgos mesiánicos.
En el plano individual, su personalidad y estilo de hacer política, es
lo que le da singularidad, aunque no se le puede encasillar en un estereotipo
porque se muestra como un personaje multifacético. Su forma de ejercer la máxima jefatura
del Estado imbrica cierta dosis de caudillismo (por definición autoritario) y
de populismo.
Es un
empresario neoliberal afín a determinadas élites económicas de El Salvador y
estrechamente relacionado con el presidente Trump y sus políticas hacia la
región centroamericana. A lo anterior se suma, su perfil generacional, es decir
un autoconvencido millennials con indiscutible manejo mediático de la
red social hacia sus seguidores jóvenes, lo que alimenta su popularidad y más
aún, el uso de redes en una dimensión que puede catalogarse de “Twitter-política”, en tanto, utiliza este medio como
canal oficial para difundir ordenes presidenciales e incluso despidos masivos.
Esta práctica sin duda suigéneris, por la forma en que se ha utilizado, parece
asociada a un tipo de comportamiento caudillista de nuevo cuño, el cual encubre
su desdeño por la institucionalidad y refuerza su concepción pragmática del
ejercicio del poder. Viene al caso citar a Borja (2018) para quien “El
caudillismo es un comportamiento político personalizado, en dónde la voluntad
del caudillo está por encima de la normativa jurídica, es un ejercicio
autocrático del poder, regularmente inorgánico y caprichoso, desprovisto de
fundamentos doctrinales”.
Agréguese finalmente, que, sin etiquetarlo como fundamentalista
religioso, este personaje se adscribe a las corrientes mesiánicas que
mezclan política con religión o lo que aquí denominaremos “deido-política”,
entendida en este caso, como un ritualismo de Estado en donde el gobernante se
asume emisario de Dios u otra deidad, el elegido, receptor directo de un
oráculo sin mediaciones. Dijo Bukele: desocupo la Asamblea porque “Dios me lo
pidió”. Esta conducta tiene amplios referentes en América Latina, tanto en
contextos dictatoriales como democráticos (Jimmy Morales en Guatemala, Jeanine
Añez en Bolivia). Valga citar dos ejemplos nefastos: el mesianismo del militar Maximiliano
Hernández, Presidente salvadoreño anticomunista en los años 30, quien invocaba
espíritus y afirmaba hablar con los muertos, responsable de la matanza de miles
de campesinos en 1932 y el asesinato del dirigente comunista Farabundo Martí ;
o el caso de su vecino, el Presidente golpista General Ríos Mont en Guatemala
(1982-1984), miembro de la Iglesia del Verbo, quien considerándose enviado de
Dios, ponía a rezar a los soldados antes de ejecutar una masacre, condenado por
Genocidio en mayo del 2013.
Dosis de
populismo
Los rasgos populistas de Bukele encajan con lo que García y Vallejo en contextos democráticos definen “A los nuevos
líderes populistas les une el carisma, el autoritarismo, la incorrección
política o la metonimia de tomar su parte como el todo, al igual que comparten
aversión por los matices, maniqueísmo, un rechazo visceral a una clase política
que consideran mera mafia del poder, o la asombrosa capacidad de capitalizar en
beneficio propio todo tipo de votos de castigo”.
Como exmiembro expulsado del FMLN por su individualismo y conductas
reprochables, se nutre de las debilidades de Arena y el FMLN en lo que respecta
a las políticas y estrategias del Estado para combatir a las Maras, de lo cual
él formó parte desde su experiencia como Alcalde de Nuevo Cuscatlán y San
Salvador, lo cual ha sabido maquillar.
Ese conocimiento le permitió posicionarse como una tercera fuerza,
haciendo una manipulación efectiva del imaginario popular que básicamente
responde a un discurso con consignas creíbles (en apariencia) que prometen
aliviar el descontento acumulado.
En síntesis, la reducción de
homicidios es solo un juego de cifras con impacto mediático, expuesta a la
manipulación estadística o el ocultamiento de datos. El Plan de seguridad del
multifacético presidente, solo sería novedoso en el futuro, si lograra reducir
significativamente la influencia y asedio de las Maras en las comunidades y la
desarticulación de sus estructuras de base que ya se configuran como un sistema
criminal y para alcanzarlo necesitará mucho más que la protección divina.
Mientras tanto, las condiciones sociales de la población trabajadora pobre en
el hermano país, parecen ir en detrimento.
El pulso de Bukele con sus contrincantes en la Asamblea Legislativa, es
el pulso de un sector de la clase dominante a la que él representa, para quienes
el mundo virtual que moviliza a los incautos es solo un ruido que en este
contexto favorece los intereses económicos de ese sector de clase.
Por ahora, la popularidad hacia adentro de Nayib Bukele pareciera
mantenerse, toda vez siga endulzando los oídos de sus seguidores con
cantos de sirena a través de la “Twitter-política”, plagada de falsa
conciencia.
García, Luisa
y Vallejo, Claudio (2017). El Nuevo populismo de América Latina, un movimiento
más vivo que nunca. Llorente & Cuenca, Desarrollando Ideas, Informe
Especial: Madrid.
Borja, Rodrigo (2018). Caudillo.
Enciclopedia de la Política. 17 julio, 2018.
*Sociólogo
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