La
carrera por la nominación demócrata en los Estados Unidos entra en una etapa
crucial. El martes habrá elección para la Convención Nacional Demócrata, que
elegirá al rival de Donald Trump en 14 estados de la Unión, lo que significa nominar
a poco más del 40% de los delegados.
Rafael
Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica
Donald Trump y Bernie Sanders |
Después
de 4 años con Donald Trump a la cabeza del Ejecutivo norteamericano, no es poca
la expectativa que los latinoamericanos tenemos con esta elección. Aunque la
política de los Estados Unidos hacia nosotros no ha sido nunca de “buen
vecino”, el actual presidente ha roto varios records de prepotencia que hacen
que su posible salida de la Casa Blanca se transforme casi en una ilusión.
Lo
que en buena medida se define este martes es quién hará el esfuerzo por
desbancarlo, y pareciera marchar a la cabeza quien se presenta como el más
sensato de los precandidatos demócratas. Me ha costado encontrar el
calificativo para Bernie Sanders, porque nadie en la política partidista
norteamericana es totalmente de confiar para nosotros. Una gran potencia, con
tantos intereses en el mundo y, sobre todo, en lo que considera su patio
trasero, no se va a comportar nunca, tenga a quien tenga al frente del
Ejecutivo, como un amigo querido.
Pero
Bernie Sanders se ha atrevido a expresar algunas cosas que lo sacan del molde
de los políticos a los que nos tienen acostumbrados los estadounidenses. El
simple hecho de autodefinirse como socialista, independientemente del contenido
que le dé, constituye una ruptura para ese país dado el cúmulo de prejuicios
que se tienen al respecto. Decir algo positivo sobre China, el gran rival
ascendente en la palestra internacional, o sobre Cuba, la espina clavada
durante más de 60 años, es de una atrevimiento nunca antes visto.
Muchas
de las propuesta de Sanders para su política interna apuntan en una dirección
socialdemócrata, como el de hacer gratuita la educación o proporcionar un
seguro de salud asequible y universal. Pero en el país de la feroz competencia,
en donde uno de sus íconos universalmente difundido es el de los dos vaqueros
que se enfrentan en un duelo a tiros en la calle principal de algún lejano
pueblo del Oeste, proponer estas cosas es, para algunos, prácticamente
subversivo.
Que
Bernie Sanders ganara la nominación demócrata, y luego le diera una buena tunda
a Donald Trump sería como un regalo de Navidad. Eso no quiere decir que
nuestras expectativas respecto a él se desbocaran porque respecto a los
políticos norteamericanos, inclusive cuando tratan de hacerse los simpáticos
con nosotros, uno no sabe si las tonterías que muchas veces dicen respecto a
Latinoamérica se debe a mala leche o ignorancia. Y aunque Sanders, en relación
con su contrincante republicano sea una lumbrera, no escapa a esa ley a la que
la experiencia de vida nos tiene ya acostumbrados.
El
panorama internacional que eventualmente heredaría el demócrata sería complejo
y crispado, no solo por lo que ha hecho quien sería su antecesor sino porque,
en general, internacionalmente hay una tendencia al crecimiento de la derecha
más recalcitrante, lindante en algunos casos con el fascismo.
Lo
que pase en este super martes,
entonces, es de suma importancia no solo para los Estados Unidos sino también
para nosotros, los latinoamericanos, y el mundo en general.
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