En medio de su
enjuiciamiento en el Congreso de EEUU, el presidente Donald Trump sigue muy
enfocado en su campaña de reelección en noviembre de 2020. El mandatario divide
su agenda en tres partes. Hay que ver si la evolución del impeachment (enjuiciamiento) cambia
su estrategia.
Marco A. Gandásegui, h. / Para Con
Nuestra América
Desde
Ciudad Panamá
En primer lugar, desde
que llegó al poder, su agenda privilegia la creación de las condiciones que
aseguren su reelección por un período de cuatro años adicionales, por lo menos.
En segundo lugar, quiere consolidar las divisiones en las clases subordinadas
(trabajadores, grupos étnicos, género y otras) para garantizar que se realice
su lema que “EEUU sea grande de nuevo”. En tercer lugar, pretende modificar la
correlación de fuerzas a escala mundial, atacando las políticas de
globalización, para hacer realidad su consigna de “EEUU primero”.
El grito de batalla de
“EEUU primero” implica agudizar el
desequilibrio entre los Estados-naciones a escala mundial a favor de EEUU,
socavando sus adversarios y debilitando sus aliados. El proteccionismo implica
debilitar los lazos con otros países – tratados comerciales, culturales e,
incluso, militares – así como un ‘cierre’ de las fronteras con países
indeseables: ‘El muro’ de Trump descartó el proyecto de sus predecesores que
enfatizaban la ‘globalización’, renovando el estilo abierto y agresivo de
armamentismo, así como convirtiendo a China en el nuevo enemigo estratégico en
el escenario mundial.
El enfrentamiento entre
clases y fracciones de clase contribuye a su proyecto para que “EEUU sea grande
de nuevo” en la medida en que distrae a las clases subordinadas que no logran
identificar sus propios intereses. La variante nacionalista-desde-arriba tiene
como corolario el racismo y la ideología de la ‘supremacía blanca’. Políticas
que pretenden contener la emergencia de un país ‘multicultural’. En la
inauguración de su campaña presidencial a finales de 2019, Trump anunció un
cambio cualitativo en su lema que sería “EEUU ya es grande nuevamente”.
Para lograr estos
objetivos, Trump ha tratado de construir un aparato político que controle los
principales órganos del Estado: El Ejecutivo, el Legislativo y el
Judicial. En la Casa Blanca tiene un
‘Círculo Cero’ que cumple con las tareas de orientar sus objetivos. Por un
lado, tiene a su asesor de confianza, Stephan Miller, encargado de promover su
consigna de hacer a “EEUU grande nuevamente” y agitar las diferencias entre los
diversos sectores de las clases subordinadas. Por el otro, cuenta con el Asesor
Comercial, Peter Navarro, quien agita la consigna que plantea “EEUU primero”
acabando con tratados y alianzas a escala internacional. El ‘circulo cero’ lo
cierra (o quizás lo abre) la pareja formada por su hija, Ivanka, y su yerno, Jarred
Kushner, quienes son sus agentes en los frentes de las múltiples batallas.
En el Círculo 1, Trump
cuenta con sus ministros de Comercio y del Tesoro, Wilbur Ross y Steven
Mnuchin, respectivamente. Así mismo su consejera política, Kellyanne Conway,
quien se encuentra en constante alerta para detectar problemas. En el Círculo
2, tiene a Robert Lighthizer, comisionado de Comercio Exterior, Mike Pompeo,
secretario de Estado y a Mitch McConnell, vocero (o presidente) del Senado,
quien controla la agenda de la Cámara superior del Congreso.
Miller pareciera ser el
zar de las políticas nacionalistas y de la supremacía blanca desde que Trump se
deshizo de Roger Banner. En cambio, en el frente ‘global’, Trump cuenta con
Navarro, quien debe compaginar con Ross y Mnuchin. Trump se deshizo de Matis
(ministro de Defensa), Tillerson (secretario de Estado) y Garry Cohn (jefe del
Consejo Económico).
En el plano de la
comunicación social, Trump sólo cuenta con si mismo, el twiter y los encuentros
con su base en arenas y estadios deportivos. Trump es su propio secretario de
Estado y dirige los Ministerios de Defensa, Seguridad, Tesoro y Comercio.
Además, maneja personalmente su red de comunicaciones. Cuenta con asesores y
consejeros, pero todo lo decide Trump. Hay ocasiones que escucha más que otras.
Según los empleados de la Casa Blanca, la única voz que tiene peso para el
presidente de EEUU es la de su hija, Ivanka.
No hay que dejar por
fuera a Henry Kissinger - aunque no está en la Casa Blanca – quien hace sentir
su influencia intelectual en las políticas de Trump. El maestro de la
geopolítica del desequilibrio confundió al ‘establishment’ y al mundo cuando
jugó la carta rusa de Trump en contra de la carta china de los estrategas de la
globalización.
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