Los movimientos antisistémicos y las relaciones sociales
no capitalistas, cobran fuerza y se potencian cuando echan raíces en
territorios recuperados y bajo control de sujetos colectivos. Una de las claves
de esta potenciación de los movimientos consiste en que los territorios nos
brindan la posibilidad de construir poderes propios, fuera del control de las
instituciones estatales.
Raúl Zibechi / LA JORNADA
Si
las mujeres zapatistas pueden decir que en el año pasado no hubo feminicidios
en sus tierras, es porque se han hecho fuertes (
empoderadas, diría la academia), capaces de defenderse, activando las nuevas relaciones sociales que están construyendo. Algo similar puede decirse de otros pueblos en movimiento, en particular en América Latina.
De
algún modo, podemos calibrar la fuerza de un movimiento por su grado de
territorialización; ya que los otros modos de evaluar las potencias colectivas,
como la cantidad de personas que se movilizan, siendo barómetro, no resulta
suficiente para construir algo nuevo, diferente y duradero. El territorio puede
ser la casa común donde nacen y crecen otros mundos.
Las
asambleas territoriales que se han creado en Chile al calor de la rebelión
popular que estalló el 18 de octubre, son la creación más importante del pueblo
chileno, porque encarnan la autoorganización colectiva para resistir y crear
nuevas relaciones, por fuera del mercado y el Estado. En noviembre pasado, en
Santiago había 120 asambleas territoriales enlazadas en dos coordinadoras,
según la zona de la ciudad, con fuerte arraigo entre los vecinos movilizados (https://bit.ly/2RwOzSu).
El
18 de enero en el encuentro de la Coordinadora de Asambleas Territoriales eran
casi 200 (se registraron 164, siendo 24 asambleas de fuera de Santiago). Al
encuentro asistieron más de mil delegados, que se organizaron en 20 grupos de
trabajo para debatir sobre cuatro temas: la coyuntura constituyente, el pliego
de demandas (salud, educación, seguridad social, vivienda, etcétera), derechos
humanos y construcción de poder territorial.
El
colectivo de educación popular Caracol fue el encargado de promover dinámicas
para que circulara la palabra y no quedara monopolizada por los varones
militantes. En su análisis, las asambleas territoriales son el aspecto
organizativo
más relevantede la revuelta en curso, que generó
un clima de ingobernabilidad nunca visto en la posdictadura, sólo comparable con las jornadas de protesta contra Pinochet entre 1983 y 1986 (https://bit.ly/37OfIGp).
Define
a las asambleas como
poder popular localen las ciudades, ya que resuelven sus problemas más urgentes
por mano propia y colectiva, sin perder el horizonte nacional. El colectivo Caracol nos recuerda que la asamblea y la educación popular son las formas organizativas legitimadas por el Chile de abajo, formas de democracia directa que están en la base de los movimientos estudiantil, feminista, medioambiental y en las protestas territoriales. Por eso actualizan las viejas consignas de
todo el poder a las asambleasy “levantar dos, tres… mil asambleas territoriales”.
En
la apertura del encuentro, realizado en la Escuela de Artes y Oficios de la
Universidad de Santiago, se leyó un comunicado de la Coordinadora de Asambleas
Territoriales (CAT) que rechaza la convocatoria desde arriba de la asamblea
constituyente, mientras defiende un proceso para una nueva Constitución desde
las asambleas, los cabildos y los movimientos populares (https://bit.ly/315VNAb).
Apuesta
a fortalecer el sujeto popular con base en el trabajo solidario y colectivo en
los barrios, la autoeducación y autoformación popular, y defiende
una democracia directa sin jerarquías. Llama a destituir a la clase política, al poder y a las militancias tradicionales, mientras defiende la idea de vivir en comunidad y tejer lazos de confianza en los territorios.
Este
es el núcleo de la rebelión y la herencia político-cultural más importante para
las próximas generaciones de rebeldes. Así como el levantamiento ecuatoriano
parió un Parlamento Indígena y Popular donde se coordinan ya 200 movimientos,
el estallido chileno se condensa y adquiere densidad política en la red de
asambleas territoriales.
La
experiencia nos enseña que la acción multitudinaria intensa, que suele
denominarse
ciclo de protesta, se desgrana con el paso del tiempo. Para que las prácticas colectivas no se diluyan, para que
la dignidad se haga costumbre, como señala la Coordinadora, lo vivido por miles de personas debe cristalizarse en estas organizaciones territoriales, que seguirán horadando el sistema, en silencio, cuando los focos mediáticos se apaguen.
Hay
mucho para debatir y para seguir aprendiendo. Como crear nuestra propia agenda
y no depender de la agenda de arriba; como rehuir la lógica de llevar a las
instituciones o al escenario macro, lo que vamos construyendo abajo y a la
izquierda. Estas asambleas son el mundo nuevo posible, que debemos cuidar para
que otros y otras lo multipliquen, cuando puedan y quieran.
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