Nunca, como ahora, ha sido el mañana tan importante para el
estudio del ayer. Allí radica, justamente, la posibilidad de entender a la
historia ambiental como historia sin más o, más precisamente, como historia
general de la Humanidad: en las posibilidades inéditas que ella nos ofrece para
interpretar el mundo de la manera que mejor contribuya a transformarlo.
Guillermo Castro H.
/ Especial para Con Nuestra América
Desde Ciudad Panamá
El problema de las transiciones entre fases del desarrollo
histórico de una sociedad, o entre sociedades distintas, alcanza especial
importancia en circunstancias de crisis como las que enfrenta nuestra
especie en la actualidad. No sólo se trata de debatir si tal circunstancia
corresponde a una transición entre dos fases distintas de una misma formación
económico - social en desarrollo, o de una entre dos formaciones distintas.
Además, y sobre todo, se trata de buscar la respuesta a esas interrogantes al
interior de la dinámica misma del proceso de desarrollo en cuestión,
asumiéndola además en su carácter de modalidad de interacción entre el sistema
social que caracteriza a tal formación y los sistemas naturales de los que
depende la existencia de los seres humanos que así se relacionan unos con
otros.
Para Marx, las contradicciones inherentes a los sistemas de
relacionamiento social generan las premisas de la transformación de las
relaciones de estos con la naturaleza. Así, por ejemplo, plantea lo siguiente
en relación a las tres formas básicas de sociedades no capitalistas que llegó a
conocer - la antigua, o greco - romana; la asiática, correspondiente sobre todo
a India y China, y la germánica, en su desarrollo medieval:
Para que la comunidad siga existiendo según
el modo antiguo, como tal, es necesaria la reproducción de sus miembros bajo
las condiciones objetivas propuestas [propiedad comunitaria combinada con
modalidades de propiedad del individuo en tanto miembro de la comunidad, etc.,
gc]. La producción misma, el progreso de la población ([la cual también
pertenece [[al ámbito]] de la producción]) suprimen gradual y necesariamente
estas condiciones; las destruyen en vez de reproducirlas, etc., y de este modo
se desintegra la entidad comunitaria junto con las relaciones de propiedad en
que estaba basada.[…] Si el individuo cambia su relación con la comunidad,
cambia de ese modo a la comunidad y actúa en forma destructiva sobre ella, así
como sobre su supuesto económico; por otro lado, el cambio de este supuesto
económico, provocado por su propia dialéctica, empobrecimiento, etc. […] En
todas estas formas, la reproducción de las relaciones propuestas entre el
individuo y su comunidad – relaciones en mayor o menor grado naturales o
producto de un proceso histórico, pero tradicionales – y de una existencia
objetiva determinada, para él predeterminada, tanto con respecto a las
condiciones del trabajo como con respecto a sus compañeros de trabajo y de
tribu, es el fundamento del desarrollo [humano, gc], que, en consecuencia, es
en adelante un desarrollo limitado, pero que, al traer la superación de los
límites, representa decadencia y ruina.[…] Pueden darse aquí grandes
desarrollos dentro de un ámbito determinado. Los individuos pueden aparecer
como grandes. Pero no hay que pensar aquí en un desarrollo libre y pleno, ni
del individuo, ni de la sociedad, pues tal desarrollo está en contradicción con
la lógica originaria.” [i]
Si bien en el texto mayor hay referencias a México y Perú, éstas
no están desarrolladas. Y en este plano, no está desarrollada tampoco allí la
peculiaridad de una transición tan extraordinaria - por su alcance, por la
variedad de sus protagonistas, por la intensidad y brevedad de su despliegue, y
por el alcance de sus consecuencias - como la ocurrida en el AC / DC de nuestra
América entre 1500 – 1550, entendiendo aquí por tal el Antes y Después de
la Conquista europea, como lo resaltara José Carlos Mariátegui en sus 7 Ensayos de Interpretación de la Realidad
Peruana.
Antes, esas peculiaridades habían llevado a José Martí a
preguntarse en reiteradas ocasiones cuál hubiera sido el resultado del
desarrollo humano en el espacio americano de no haber tenido aquel carácter la
Conquista:
No
más que pueblos en cierne, - que ni todos los pueblos se cuajan de un mismo
modo, ni bastan unos cuantos siglos para cuajar un pueblo, - no más que pueblos
en bulbo eran aquellos en que con maña sutil de viejos vividores se entró el
conquistador valiente, y descargó su ponderosa cerrajería, lo cual fue una
desdicha histórica y un crimen natural.
El tallo esbelto debió dejarse erguido, para que pudiera verse luego en
toda su hermosura la obra entera y florecida de la Naturaleza. - ¡Robaron los
conquistadores una página al Universo!”[ii]
No hay en realidad manera de saberlo. Lo importante es que, como
en toda transición, el tallo retoñó bajo otras formas, articuladas en otros
sistemas sociales y de relación con la naturaleza, que hoy han ingresado a
fases agudas de transformación, como las que a todas luces vienen ocurriendo en
los remanentes de las viejas "fronteras interiores" de nuestra
América, como es el caso de los conflictos de Belo Monte en la Amazonía; el
TIPNIS, en Bolivia, o la Comarca Gnäbe en Panamá.
Lo importante, en todo caso, es que el ocuparnos de las
transiciones de ayer nos remite directamente al problema de identificar a
tiempo, en sus peligros como en sus promesas, las transiciones hacia múltiples
opciones posibles de futuro que ya están en curso en todas partes. Nunca, como
ahora, ha sido el mañana tan importante para el estudio del ayer. Allí radica,
justamente, la posibilidad de entender a la historia ambiental como historia
sin más o, más precisamente, como historia general de la Humanidad: en las
posibilidades inéditas que ella nos ofrece para interpretar el mundo de la
manera que mejor contribuya a transformarlo.
NOTAS
[i] Formaciones Económicas Precapitalistas. Introducción de Eric J. Hobsbawn. Siglo XXI
Editores, México, 2009, pp. 82 - 83
[ii] “El hombre antiguo de América y sus artes primitivas”. La América,
Nueva York, abril de 1884. Obras
Completas. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975. VIII, 335.
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