El conflicto guatemalteco de los años 80
desató los más bajos instintos de quienes, no sabiendo cómo gobernar por otras
artes que no fueran las de la represión, cometieron algunos de los peores
crímenes de lesa humanidad que conoce la historia contemporánea de América
Latina. Por eso es tan importante la condena del exjefe de polícía Pedro García
Arredondo.
Rafael
Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica
García Arredondo, exjefe de policía de Guatemala. |
El 23 de agosto pasado, el Tribunal
Primero A de Alto Impacto de Ciudad de Guatemala, condenó a Pedro García
Arredondo, ex Jefe del Sexto Cuerpo de la Policía Nacional, a 70 años de
prisión por considerarlo el máximo responsable de la desaparición de Edgar
Sáenz Calito en 1981, quien era estudiante de agronomía en la Universidad de
San Carlos de Guatemala.
El caso de Edgar Sáenz Calito no es sino
uno de los muchos que se le pueden achacar a Pedro García, quien fue uno de los
principales protagonistas de la peor era del terror de Guatemala. Junto a
Donaldo Álvarez Ruíz (ministro de Gobernación), Germán Chupina (director de la
Policía Nacional) y Manuel de Jesús Valiente Téllez (jefe de la Policía
Judicial), constituyeron una verdadera camarilla represiva que operaba
principalmente en las áreas urbanas del país,
mientras el Ejército se dedicaba al trabajo en el área rural en donde
cometió un verdadero genocidio.
La camarilla en cuestión se cebó en
sindicalistas, estudiantes y líderes del movimiento popular. Fueron artífices
de la muerte de la escritora Alaide Foppa, del dirigente estudiantil Oliverio
Castañeda de León, de los políticos socialdemócratas Manuel Colom Argueta y
Alberto Fuentes Mohr, para solo mencionar algunos nombres sobresalientes de una
lista que abarca a miles de guatemaltecos.
Y, como si fuera poco, fueron también
los ejecutores del terrible ataque e incendio a la Embajada de España en
Guatemala, el 31 de enero de 1980. Por este acto de barbarie, en donde murieron
8 empleados de dicha legación diplomática, la justicia española también lo
requiere a García Arredondo para ser juzgado en ese país junto a sus compinches
que, lógicamente, se encuentran en fuga.
Así que, si no caía por un lado, caía
por otro. Son muchas las atrocidades en las cuales participó el ahora condenado
como para que pudiera escapar.
A pesar de ello, dadas las condiciones
en las que se desenvuelve la justicia guatemalteca, nunca es certero que se haga justicia. En
primer lugar, porque el sistema judicial mismo adolece de insuficiencias
intrínsecas que lo hacen obsoleto; en segundo lugar, por la corrupción que
ostenta en todos sus niveles y, por último, por la cultura de la violencia que
sigue prevaleciendo en el país, que hace que la vendetta este a la orden del día y alcance tanto a jueces y
fiscales como a quienes, con su trabajo diario en pro de la defensa de los
derechos humanos, hacen en muy buena medida posible este tipo de condenas.
Es por eso que debe relevarse la
valentía de quienes, en un medio como el descrito, tuvieron la entereza de
llegar a la conclusión a la que llegaron y lo condenaron a prisión.
En otra sala del mismo edificio en el
que se juzgó a García Arredondo, se encuentra sentado en el banquillo de los
acusados el asesino mayor, el general Efraín Ríos Montt, acusado de genocidio y
quien, con una serie de leguleyadas, ha logrado atrasar el juicio que se le
sigue. Aunque Ríos Montt podría ser llamado a cuentas por atrocidades sin fin,
en esta ocasión se le juzga por la llamada masacre de Dos Erres en donde, solo
en el pozo del pueblo (excavado originalmente por los pobladores para sacar agua),
un equipo de antropólogos forenses encontró los huesos de al menos 162
personas. Entre ellas 67 eran niños y niñas menores de 12 años, con una media
de edad de 7 años.
No cabe duda que el conflicto
guatemalteco de los años 80 desató los más bajos instintos de quienes, no
sabiendo cómo gobernar por otras artes que no fueran las de la represión,
cometieron algunos de los peores crímenes de lesa humanidad que conoce la
historia contemporánea de América Latina.
Por eso es tan importante la condena de
García Arredondo.
2 comentarios:
Tuve el privilegio de estar presente en la primera declaración del condenado a 70 años Pedro García Arrendond, en ese entonces el juez Miguel Angel Gálvez quien en estos momentos tiene a su cargo resolver los incidentes interpuestos por la defensa del genocida Ríos Montt, este juez dio una disertación de lo que es el derecho y el pacto social que media entre la sociedad y estado. Se dirigió a García Arredondo con un respeto humano admirable que por momentos creí que lo abrazaría, cuan equivocada estaba, lo que estaba demostrando era un respeto por el debido proceso que tenía derecho este criminal, hizo un recuento de los artículos que ordenan defender la vida como primer orden, esta obligación de respetar el estado de derecho la tienen todos aquellos individuos que estan en puestos de mando como la policía nacional, estos deben conducir ante la ley a todos aquellos que violen la ley, pero eso sí recalcó, "jamás tomarse la ley en sus manos, muchos menos tener el derecho de torturar, asesinar y desaparecer a un ser humano". Prosiguió con una ODA a la justicia, todo era silencio en esa pequeña sala, yo parada frente al criminal lloraba de la emoción de escuchar la exposición del señor juez que convertía a este criminal en persona, le señalaba que el tenía el privilegio de ser juzgado con un debido proceso, oportunidad que se les nego a los miles de detenidos y desaparecidos por las fuerzas del estado de aquel entonces que tenían la obligación legal y moral de no violar la ley sino respetarla. Cuando finalizó el silencio seguía, pero un calor humano se respiraba en esa sala pequeña que parecía estar ubicada en algún pueblo de Macondo, sin aire, apretada, y con el juez y su hermosa toga. Cuando salió lo seguí, le presente a mi hermano Emil Bustamante quien siempre me acompaña por lo menos en fotografía en mi pecho, tomó la foto y leyó con cuidado lo que tiene escrito el pequeño retrato debajo de él. El escrito dice que fue desaparecido por miembros del ejército guatemalteco un 13 dse febrero de 1982. Me dijo "conozco el caso señora, y le voy a pedir un favor, nunca deje de exigir justicia, él y ustede tienen derecho a ella", se fue, y yo lloré aún más. En seguida salió García Arredondo, su hija una señora muy guapa y acongojada abrazaba a su padre, sentí pena por ella, me atrevó a creer que no cree todo lo que dicen de su padre, o tal vez duele mucho saber que es un criminal, pero para ella es simplemente su padre.
No Olvidamos, No Perdonamos, No Nos Reconciliamos, hasta que haya JUSTICIA por todas y todos los desaparecidos!!
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