No es raro escuchar en la
isla discrepancias y críticas a la gestión gubernamental pero ningún cubano
patriota forma parte de los grupos pagados y entrenados en su sede por la
Oficina de Intereses de Estados Unidos o por “turistas” como Modig y Carromero.
Ángel Guerra Cabrera / LA JORNADA
Jens Modig, líder de la derecha sueca |
El
19 de julio entraron en Cuba con visa de turistas el sueco Jens Aron Modig y el
español Ángel Carromero Barrios. Pero no se dedicaron a hacer turismo pues
tenían otros intereses a los que se entregaron no más llegar. Uno en su
condición de líder del Partido Demócrata Cristiano sueco (formación afín al
estadunidense Tea Party) y presidente de su organización juvenil y el
otro de vicesecretario general de Nuevas Generaciones (NG), rama de juventud
del Partido Popular (PP) español, se apresuraron a reunirse con Oswaldo Payá,
líder del contrarrevolucionario Movimiento Cristiano Liberación (MLC). Y es que
a que a eso iban.
Según admitió Modig a la
prensa nacional y extranjera el viaje tenía tres propósitos: entregar dinero a
Payá, asesorarlo en la creación de una organización juvenil del MCL y
transportarlo a donde necesitara. En síntesis, el sueco y el español se
involucraron en una operación contra el orden constitucional de Cuba, diseñada
por altos mandos de los mencionados partidos, conocidos por su trayectoria en
la dirección y financiamiento de actividades insertas en los planes anticubanos
de Estados Unidos.
Un editorial de Granma, órgano oficial del Partido Comunista
de Cuba cita a Anikka Rigo, jefa de la Sección de Relaciones Exteriores del
Partido Demócrata Cristiano sueco como la principal organizadora de la misión,
en la que también intervino –entre otros– Pablo Casado Blanco, diputado del PP,
presidente de NG y ex asesor de José María Aznar, quien fuera presidente del
gobierno español y es reconocido como uno de los cabecillas de la ultraderecha
internacional y enfermizo anticubano.
De modo que el 22 de
julio, tan pronto los visitantes impartieron a Payá asesoría para crear la agrupación
juvenil, con igual propósito tomaron rumbo a Santiago de Cuba en un auto
rentado, en compañía de aquel y su correligionario Harold Cepero. Ya internados
en el oriente de Cuba el coche se abalanzó fuera de control contra un árbol a
tal velocidad que Payá murió en el acto y Cepero quedó gravemente herido. De
ello dieron fe el peritaje e investigación policiales y tres testigos
presenciales cubanos, que pueden verse en Youtube. Carromero conducía el
vehículo y se le imputa el cargo de homicidio imprudencial.
Pero no habían pasado dos
horas del accidente y ya CNN en español se hacía eco a bombo y platillo de la
denuncia de familiares de Payá, según la cual éste habría sido víctima de un
atentado. No importaba que no hubieran hablado siquiera con algún testigo o
sobreviviente del accidente, calificado de “extraño” por las hienas mediáticas
incluso después de darse a conocer el informe pericial cubano.
Aquí lo sustantivo es que
una acusación de esta naturaleza sólo puede obedecer a mala intención, fanatismo
o ignorancia sobre la forma invariable de proceder de las autoridades cubanas.
Desde los días de la guerra de liberación ha sido proverbial el respeto de los
revolucionarios cubanos por la integridad física y la dignidad del enemigo.
Cientos de soldados de la dictadura batistiana se entregaban al Ejército
Rebelde ya que sabían que serían tratados con el mayor respeto. Los mercenarios
de Bahía de Cochinos fueron devueltos sanos y salvos a sus jefes de la CIA. En
la isla no se tortura, no existen desapariciones forzadas ni asesinatos
extrajudiciales cuando sí hay abrumadoras evidencias de esas prácticas en
tantos países que se autoproclaman ejemplo de democracia.
Estados Unidos y sus
aliados europeos –principales acusadores de Cuba– se han cansado de cometer
crímenes de lesa humanidad a lo largo de siglos, más recientemente en Irak,
Afganistán, Libia y, por supuesto, en el apoyo a los inauditos desmanes contra
los palestinos por no hablar del alarmante abuso policial contra los
manifestantes o simplemente personas de piel oscura en esos países.
Pero en Cuba, sometida a
un férreo bloqueo y una guerra no declarada por Washington, no existe otra
oposición que los grupos de bolsillo financiados y dirigidos por este con el
declarado objetivo de derrocar al gobierno revolucionario. No es raro escuchar
en la isla discrepancias y críticas a la gestión gubernamental pero ningún
cubano patriota forma parte de los grupos pagados y entrenados en su sede por
la Oficina de Intereses de Estados Unidos o por “turistas” como Modig y
Carromero. Visitas que se están haciendo muy frecuentes. El político sueco,
según su propia confesión a la prensa, ya estuvo en Cuba en iguales trajines en
2009.
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