Aunque al águila norteamericana y al
león británico no les guste, las cosas ya no son como antes. Ahora, las
“veleidades” latinoamericanas son cada vez más frecuentes y dejan al
descubierto la doble moral y la inconsistencia del orden internacional que las
mismas potencias construyeron pero que no dudan en echar al cesto de la basura
cuando no les conviene.
Rafael
Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica
En mayo, Julian Assange entrevistó al presidente de Ecuador para su programa en la cadena Russia Today. |
La diplomacia británica sigue viviendo
en el siglo XIX. El espejismo le hace salirse con bravuconadas prepotentes que
a lo mejor podía esgrimir en tiempos de la reina Victoria, pero que hoy lo
único que hacen es evidenciar lo desfasada que está en un mundo que se les va
de las manos a ellos, a los Estados Unidos y a sus socios que,
eufemísticamente, se autocalifican como “la comunidad internacional”.
Las amenazas británicas desnudan, una
vez más, la mentalidad colonialista que, como en nosotros la mentalidad
colonizada, sigue existiendo larvadamente (aunque a veces no tanto) en el mundo
contemporáneo.
Gracias a ella, Ecuador es considerada una Banana Republic a la que se puede
mandar a freír espárragos cuando se considere conveniente, y de la que un gesto
de soberanía y dignidad solo puede catalogársele como insolencia.
Aunque al águila norteamericana y al
león británico no les guste, las cosas ya no son como antes. Ahora, las
“veleidades” latinoamericanas son cada vez más frecuentes y dejan al
descubierto la doble moral y la inconsistencia del orden internacional que las
mismas potencias construyeron pero que no dudan en echar al cesto de la basura
cuando no les conviene. En esta semana, la amenaza de intervención en Siria al
margen de la ONU y el affaire Assange
lo han dejado claro.
Los ecuatorianos, por su parte, son un
país pequeño de una región periférica del otrora mundo colonial, del que la
mayoría de la población británica seguramente ni siquiera sabe en dónde está
situado en el mapamundi que tienen en el cuarto de los niños. Solos, son débiles,
objetos de burla y desprecio. Solos pueden ser maltratados por la prepotencia,
como le sucedió a la Argentina con Las Malvinas cuando el “socio mayor” del
Hemisferio Occidental (sea dicho con mayúsculas), los Estados Unidos, dieron el
esquinazo y si te he visto no me acuerdo.
Pero unidos con sus pares
latinoamericanos es otro cantar. Ahora ya no se trata solo de la OEA sino que,
afortunadamente, hay otros foros en donde se puede poner sobre el tapete este
tipo de problemas. Están, por ejemplo, la CELAC y UNASUR, que son foros
políticos latinoamericanos en los que se pude esperar acompañamiento. Y eso
vuelve diferentes las cosas pues le da fuerza a la posición del Ecuador.
El caso Assange pone en evidencia otras
cosas; entre ellas, las posibilidades que tienen pequeños grupos de personas, y
hasta individuos, de poner en jaque al orden mundial imperante. Las nuevas
tecnologías de la comunicación están en la base de este fenómeno; saberlas
utilizar puede transformarlas en armas contundentes y Assange ha sabido usarlas
de forma magistral: con su pinta de niño desvalido, es un guerrero.
En este caso, confluyen dos grandes
tendencias de la vida política contemporánea: la existencia de gobiernos
nacional-progresistas en América Latina, que no solo tratan de construir una
sociedad distinta a la neoliberal y, eventualmente, avanzar hacia sociedades no
capitalistas, y un representante de los movimientos sociales que tanto han
crecido e influido en la vida política internacional de los últimos años. Ambas
tendencias convergen en no pocas oportunidades de forma diversa y compleja,
pero son una realidad insoslayable que está poniendo su sello en el mundo al
oponerse, cada quien a su manera, con sus propias tácticas y estrategias, con
sus propias visiones de mundo, a los poderosos de la Tierra.
En esta oportunidad, evidentemente, algo
le han tocado al león británico para que salte y ruja tan estrepitosamente.
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