Contra Siria y Ecuador se han creado precedentes
que cuestionan el derecho internacional y que suponen el uso de la fuerza por
encima del imperio de la ley. Sólo la unidad de nuestros pueblos y la
irrevocable decisión de defender la paz y la justicia nos permitirán salvar al
mundo de la guerra y la barbarie a la que nos quiere conducir la putrefacción de
un modelo imperial en crisis.
Sergio
Rodríguez Gelfenstein / Especial para Con Nuestra América
Desde Caracas, Venezuela
El Derecho Internacional es el conjunto de normas,
reglas y principios que ordenan el funcionamiento de los distintos sujetos.
Aunque el sistema internacional es estadocéntrico, hoy se acepta que además de
los Estados hay otros actores que se le reconoce tal calidad de acuerdo a
tratados, convenios, pactos y otros documentos que se suscriben en el ámbito
bilateral y sobre todo en el multilateral.
Esto permite concordar las relaciones actuando en
un ambiente de justicia, equidad, paz y
seguridad. El Derecho Internacional establece el principio de la
igualdad jurídica de los Estados ante la ley porque está soportado en el valor supremo de la
soberanía, sustento primordial establecido en la Constitución Nacional de
cualquier país del planeta.
La violación de la soberanía de un Estado por parte
de otro u otros entraña el mayor delito que se puede cometer en el derecho internacional. De ahí que la Carta de
la Organización de Naciones Unidas (ONU) en su preámbulo establece –entre otras
cosas- su decisión de “…preservar
a las generaciones venideras del flagelo de la guerra…”, así como a “… crear condiciones bajo las cuales puedan
mantenerse la justicia y el respeto a las obligaciones emanadas de los tratados
y de otras fuentes del derecho internacional”.
A fin
de cumplir con ese mandato la carta en su Artículo 1, acápite 1 instituye que
uno de sus propósitos es “Mantener la paz y la seguridad internacionales, y con
tal fin: tomar medidas colectivas eficaces para prevenir y eliminar amenazas a
la paz, y para suprimir actos de agresión u otros quebrantamientos de la paz; y
lograr por medios pacíficos, y de conformidad con los principios de la justicia
y del derecho internacional, el ajuste o arreglo de controversias o situaciones
internacionales susceptibles de conducir a quebrantamientos de la paz”. De
igual manera en su Artículo 2, acápite 4 deja claramente certificado que “Los
Miembros de la Organización, en sus relaciones internacionales, se abstendrán
de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza contra la integridad territorial
o la independencia política de cualquier Estado, o en cualquier otra forma
incompatible con los Propósitos de las Naciones Unidas”.
En
esta medida es sumamente peligroso lo que ha estado ocurriendo en las últimas
semanas cuando algunas potencias pretendiendo instaurar un régimen de fuerza en
el manejo de las controversias, se ponen
en el umbral de la ilegalidad, de la violación de la Carta de la ONU y de pasar
a llevar el basamento jurídico sobre el cual se sostiene el sistema
internacional. Las consecuencias de esas
acciones serían catastróficas porque equivaldrían a una bomba atómica
diplomática que arrasaría con el orden jurídico internacional sumiendo al
planeta en el caos y en una situación de conflicto permanente donde los que
ostentan la fuerza podrían imponer de facto sus designios.
Detrás
de esta situación están Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia. En su afán de
sostener su modelo de capitalismo depredador, estas potencias imperialistas
amenazan al mundo con utilizar la fuerza a cualquier costo.
Respecto
de Siria, a pesar de los reiterados vetos de Rusia y China a una intervención
militar en el país árabe, las potencias occidentales y las monarquías
petroleras del Golfo Pérsico persisten en tal idea, al apoyar de manera
encubierta a la insurgencia siria que en
su mayoría está formada por mercenarios pagados por Catar y Arabia
Saudita, armados y entrenados por
Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia utilizando para ello los territorios de
los países fronterizos, en particular los de Turquía y Jordania. Han llegado a sabotear incluso el trabajo del
anterior enviado especial de la ONU, el ex Secretario General de la
Organización Kofi Annan y ahora han decidido poner fin a su misión de
observadores en Siria. Con ello, en vez de cumplir su responsabilidad de
garantizar la paz, contribuyen a eliminar cualquier posibilidad de arreglo
pacífico y negociado de un asunto que es estrictamente interno de un país
soberano.
Han
llegado, incluso a establecer una alianza con la organización terrorista Al
Qaeda como lo señala Igor Ignatchenko analista del Fondo de Cultura Estratégica
de Rusia al citar al ex
comandante de la Academia Naval de Turquía, Almirante Turker Erturk, quien sostuvo
que “Occidente y sus aliados árabes han decidido repetir el ´escenario
de El Salvador` contando con el ingreso de grupos terroristas en vez de la
oposición”. Por su parte el comentarista del periódico británico The Daily
Telegraph, Peter Osborne, confirmó tal información. En un artículo
titulado “La crisis siria nos lleva a extraños compañeros de cama”, señaló que
“las acciones terroristas cometidas en Damasco antes del Año Nuevo tenían todas
los distintivos de los actos cometidos por esta organización terrorista en
Irak. Según Osborne, Al Qaeda habría entrado en Siria desde Libia a través del
corredor turco”.
Todo
lo anterior, conforma un grave expediente de violación del derecho internacional
y una confirmación de las relaciones de Estados Unidos con el terrorismo
internacional. A la luz de los hechos, su discurso en contra de dicho flagelo
es una verdadera cortina de humo para perpetrar sus delitos con total impunidad.
Más
recientemente, y en nuestro continente, Ecuador ha sido amenazado por Gran
Bretaña, la que ha puesto en entredicho –una vez más- la legalidad
internacional al expresar su intención
de violentar la inmunidad que es atributo de cualquier Embajada en cualquier
país por ser parte constitutiva de la soberanía de un Estado, de acuerdo a los
convenios internacionales que regulan la materia.
Tal
acción supondría la captura en territorio ecuatoriano del ciudadano australiano
Julian Assange, fundador de Wikileaks quien solicitó asilo diplomático en la
legación de ese país sudamericano en Londres.
Gran Bretaña justifica su bravata con una ley interna que –en la práctica- implicaría desconocer
el derecho internacional. Invoca la “Diplomatic and Consular Premises Act” y amenaza con
retirar la inmunidad de la embajada ecuatoriana para arrestar a Assange. Esta
norma fue aprobada en 1987, y permite a un juez autorizar la entrada en una
embajada en casos de extrema gravedad. Sin embargo, todo tratado internacional
es ley interna de un país una vez que el mismo ha sido aprobado por el
parlamento y por ello, carece de fundamento que una ley doméstica pueda pasar
por arriba de un principio establecido
por la Convención de Viena sobre relaciones diplomáticas.
En un extenso y bien fundamentado comunicado oficial, el
Ecuador en voz de su Canciller, Ricardo Patiño apuntaló tanto los elementos de
carácter jurídico, como también los políticos y éticos que motivaron la
decisión ecuatoriana de conceder el asilo a Assange. El Ecuador actuando en el
marco del derecho internacional y después de una meditada e informada
investigación tomó esa decisión que avala una actitud impecable de las
autoridades del país andino en materia de derechos humanos. La respuesta de
Estados Unidos no se hizo esperar. En comunicado de su Departamento de Estado
anunció que no reconoce
el "asilo diplomático" que Ecuador otorgó a Assange. Lo argumenta
basado en que "Estados Unidos no forma parte de la Convención de 1954 de
la Organización de Estados Americanos (OEA) sobre el Asilo Diplomático y no
reconoce el concepto de asilo diplomático como una cuestión de derecho
internacional”.
Es increíble, que un tema tan delicado no sea
aceptado por tal razón. Otra vez la susodicha OEA (que tiene su sede en
Washington) es ajena a una petición de un país latinoamericano. Por el
contrario, de manera inmediata los cancilleres del Alba emitieron una
declaración de apoyo a Ecuador, la misma acción fue resuelta de manera unánime
por los cancilleres de las 12 naciones sudamericanas reunidos en Guayaquil el
domingo pasado. Lo más probable, es que el mismo motivo no concite la
aprobación de un documento de apoyo al Ecuador en la OEA, por la sencilla razón
que otra vez Washington priorizará su alianza estratégica con Londres y dará la
espalda a Latinoamérica como va siendo tradicional desde 1982.
Contra Siria y Ecuador se han creado precedentes
que cuestionan el derecho internacional y que suponen el uso de la fuerza por
encima del imperio de la ley. Sólo la unidad de nuestros pueblos y la irrevocable
decisión de defender la paz y la justicia nos permitirán salvar al mundo de la
guerra y la barbarie a la que nos quiere conducir la putrefacción de un modelo
imperial en crisis.
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