Siria
es una pieza fundamental para el control primario del Medio Oriente, región
rica en recursos energéticos, incluyendo el agua dulce de los Ríos Tigris y
Éufrates y por su ubicación geográfica. Quienes
pretenden mostrar lo que ocurre en Siria como una guerra civil, en realidad de
lo que están hablando es de lo que quisieran que aconteciera.
Sergio Rodríguez Gelfenstein / Especial para Con Nuestra
América
Desde Caracas,
Venezuela
Los medios de prensa
occidentales se han apresurado en informar que el gobierno sirio vivía sus
últimos días. Sin embargo, las cosas parecen estar cambiand: el domingo pasado,
citando un cable de la Agencia Francesa de Prensa, el periódico El Tiempo de Bogotá informó en una nota:
“Bastión rebelde sirio, acorralado”.
Lo más increíble de
esta situación es constatar cómo Estados Unidos y Europa, ahora con el apoyo de
las monarquías árabes, manejan a su
antojo y tergiversan los patrones del comportamiento democrático para –sin
inmutarse- imponer “soluciones particulares” a un problema que lo ven como general.
Así, produjeron recambios en Túnez y Egipto, invadieron Libia, antes lo habían
hecho en Afganistán e Irak, acusan al gobierno sirio de estar constituido por
una minoría religiosa, pero en Bahréin,
donde ocurre lo mismo, apuntalaron la grosera y brutal entrada de los
tanques sauditas que reprimieron a la población causando muchos muertos entre
la población civil. En Yemen, trataron hasta el final de sostener el régimen,
para que, cuando esto se hizo imposible, hacer una transición acorde a sus intereses.
Para entender lo que
pasa en Siria hay que estudiarlo en un
marco geopolítico regional y global. El consabido tema de los derechos humanos
y la democracia utilizado desde la perspectiva hipócrita de Estados Unidos -país
que más que ninguno protege terroristas y fomenta su acción en todo el
planeta-, va siendo trillado cuando contrastamos el discurso con la práctica.
Como lo afirma la analista chilena Cristina Oyarzo, “los medios de
prensa oficiales hacen girar sus secciones internacionales en torno al tema
sirio, visto desde la lógica de la democracia y los Derechos Humanos. Vemos a
Hillary Clinton haciendo llamamientos seudoreligiosos a la comunidad
internacional para “proteger” y “salvar” a los civiles ante las brutalidades de
un gobierno autoritario. El argumento moral, baratija política cotidiana,
termina por embrutecernos”.
En
ese marco, Siria es una pieza fundamental para el control primario del Medio
Oriente, región rica en recursos energéticos, incluyendo el agua dulce de los
Ríos Tigris y Éufrates y por su ubicación geográfica. Desde hace muchos años se
ha estructurado una campaña mediática de Estados Unidos para sacudirse
gobiernos que no le son afines y que impiden consolidar una estrategia para la
región que se sustenta en el papel de Israel como portaviones de cualquier
acción terrorista imperial en la zona.
Es
sabido que Estados Unidos junto a Turquía, país miembro de la OTAN, en
coordinación con las monarquías petroleras del Golfo Pérsico, han apoyado desde
hace años a la organización fundamentalista Hermanos Musulmanes y a fuerzas
mercenarias para atacar Siria. Para ello –y sin ser lo primordial como
pretenden demostrar los medios de comunicación- han apuntalado a las corrientes
musulmanas sunitas opuestas al gobierno alauita de Damasco. Con ello se
pretende debilitar el crecimiento de la influencia iraní y a todas las fuerzas
que se oponen al imperialismo y al sionismo en la región, en particular al
movimiento Hezbollah de El Líbano.
Todo
esto ha estado sostenido por la máquina mediática que tiene su origen en la
cadena televisiva catarí Al Jazzeera, con fuertes vínculos de subordinación a
la BBC de Gran Bretaña.
En Siria, más allá de las simpatías o antipatías que genere el gobierno,
el mismo sigue contando con influencia en la mayoría de la población. Los actos terroristas organizados por la
Administración Obama con sus pares de la OTAN
y financiados por las monarquía corruptas y violadoras de los derechos
humanos de la región siguen todavía siendo un factor externo y el gobierno está
actuando como lo haría cualquiera que es objeto de un agresión externa, ¿o es
que alguien se olvida que la venganza de Estados Unidos por el ataque japonés a
Pearl Harbour fue lanzar dos bombas atómicas a ese país cuando ya estaba
derrotado -fecha que por cierto se conmemora en estor días-? ¿O ya nadie
rememora la respuesta de los pueblos europeos ate la bárbara ocupación nazi?
Quienes pretenden mostrar lo que ocurre en Siria como una guerra civil, en
realidad de lo que están hablando es de lo que quisieran que aconteciera. Por
ahora, lo que está aconteciendo es una invasión mercenaria desde Turquía, Irak,
El Líbano y Jordania que se refugia en la población civil y que ha intentado
sin éxito ocupar territorios para “liberarlos”. Alepo ni Homs han sido -al menos
hasta ahora- la Benghazi siria. Y aquí, por diferentes razones, la posición de
China y Rusia en el Consejo de Seguridad de la ONU no ha sido el mismo enfoque
débil y subordinado que mostraron en Libia.
Por otro lado, y a diferencia de
lo que ocurrió en Libia, en Siria ha sido imposible construir un bloque
homogéneo de oposición. El analista vasco Txente Redondo, citando a un
periodista local, dice que las fuerzas opositoras al gobierno sirio están “divididas, reina un
ambiente de desconfianza, son débiles y les falta experiencia”. Y agrega: “Todo
ello es una muestra evidente también de que son actores fácilmente manipulables
por terceros actores”.
Como
ocurre en casi todos los puntos del planeta donde Occidente organiza, prepara y
arma fuerzas mercenarias a su servicio, éstas no tienen una agenda común ni un
programa de cara al futuro. La misión que les han encomendado es producir el
derrocamiento del gobierno, a fin de dar cabida a uno que pueda insertarse en
los planes imperiales de dominio y hegemonía.
Redondo
afirma que el Ejército Libre de Siria (ELS), cuenta con la asistencia del
llamado “quinteto” (EE.UU, Consejo de Cooperación del Golfo, Turquía, OTAN y al
Qaeda). Así, mientras que Arabia Saudita, Qatar y Turquía ofrecen apoyo
material a los rebeldes, EE.UU y sus aliados en la OTAN estarían aportando
soporte de inteligencia y “otras formas de asistencia” (la presencia de la CIA
en Turquía es más que evidente).
La
nueva carta que se ha comenzado a jugar la OTAN es la del general desertor
Munaf Tlass, hijo de uno de los líderes más prominentes del partido Baas del presidente El Assad y
amigo de éste desde la infancia a pesar de que Tlass es sunita y El Assad
alauita. Tampoco las deserciones han sido numerosas ni relevantes en las filas
del gobierno, pero la huida de Tlass a Londres supone una figura salida de las
entrañas del régimen a través del cual Occidente pretende unir a las dispersas
fuerzas opositoras.
El
problema de fondo es que nadie sabe qué puede pasar en Siria ante un cambio de
gobierno. Las monarquías árabes y Turquía
se han involucrado de lleno en el derrocamiento de El Assad porque a
través de ello pretenden debilitar la influencia de Irán. Sin embargo, el
escenario más probable es el de un caos del que, al igual que en Libia, sacarían
mayor provecho fuerzas musulmanas
extremistas entre las cuales destaca Al Qaeda.
Todo
esto hace que el futuro de Siria y de la región sea problemático. Estados
Unidos y la OTAN -como siempre- juegan en todos los escenarios, en el bélico
aupando a las bandas mercenarias y en el diplomático tratando de quebrar la
voluntad de China y Rusia en el Consejo de Seguridad. En esto se inscribe la
renuncia de Kofi Annan como enviado especial de la ONU. Su misión fracasó por
la presión de las potencias que perseveran en su afán intervencionista y en la
solución militar del conflicto. Aunque esta gestión se desenvolvió siempre en
un marco de debilidad, por las posiciones opuestas en el Consejo de Seguridad,
la sola existencia de una opción de paz señalaba una luz en medio del túnel.
Esta renuncia podría abrir el camino a la intervención militar y pondría en
cuestión el papel que la ONU pueda jugar en el futuro como garante de la paz en el mundo.
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