Quien gana
la lucha por la historia se adueña del futuro. En el caso de Panamá, se está
discutiendo en los oscuros recintos de la Asamblea Nacional de Diputados un
proyecto de ley para eliminar una materia del currículo escolar que tiene como
objetivo enseñarle a la juventud del país las relaciones entre Panamá y EEUU.
Parece increíble, pero es cierto.
Marco A. Gandásegui, h. / ALAI
La historia de un
pueblo es su posesión más preciosa. No tanto por el pasado, sus hechos, fechas
o personajes. Más bien por su percepción del futuro. Los pueblos se definen no
por lo que fueron capaces de hacer, sino por el potencial que poseen para
construir su propio destino. Un pueblo sin historia, obviamente, no puede tener
una visión de futuro.
La historia
de un pueblo o de un país, como dicen muchos, es de quien la escribe. Si no hay
quien narre los acontecimientos del pasado y les dé sentido “histórico” a los
hechos, el pueblo pierde su sentido de ser y su dirección. La historia es de
los triunfadores, de los conquistadores y de quienes construyen el futuro. En
la historia se destacan las grandes revoluciones no tanto por lo que fueron –
sangrientas experiencias que es mejor ni recordar – sino por lo que prometieron
ser en el futuro.
Muchas de
ellas se tambalean, a pesar de los esfuerzos que se hacen a escala global para
sostenerlas. En Nuestra América tenemos las guerras por la independencia,
encabezadas por los grandes caudillos. En el siglo XX los latinoamericanos
tenemos como símbolos de nuestros proyectos de nación las revoluciones mexicana
(1910) y cubana (1959). Pero, al igual, que en otras latitudes, en la región la
historia es un campo de batalla, de luchas ideológicas y de enfrentamientos
entre intereses materiales.
La razón es
sencilla. Quien gana la lucha por la historia se adueña del futuro. En el caso
de Panamá, se está discutiendo en los oscuros recintos de la Asamblea Nacional
de Diputados un proyecto de ley para eliminar una materia del currículo escolar
que tiene como objetivo enseñarle a la juventud del país las relaciones entre
Panamá y EEUU. Parece increíble, pero es cierto. La lucha por las ideas se ha
trasladado al más alto nivel político, ya que es un asunto de Estado.
El
enfrentamiento se establece a nivel ideológico, pero también a nivel de los
intereses materiales de los panameños. En el plano ideológico, quienes no
quieren enseñar la historia de las relaciones entre Panamá y EEUU, quieren
borrar de la memoria del pueblo panameño sus luchas por reconquistar su
soberanía a lo largo del siglo XX. Evitando que la juventud lea los libros que
se refieren a los sacrificios de varias generaciones por expulsar al ocupante
militar del suelo patrio, quienes se oponen al proyecto de nación creen que
pueden borrar ese capítulo del pasado y comenzar a reconstruir las relaciones
semi-coloniales del pasado.
Mientras
tanto, quienes creen que Panamá tiene un futuro independiente y soberano
insisten en que la juventud debe continuar estudiando su pasado y todas los
sacrificios que realizó el pueblo para perfeccionar nuestra independencia. Los
estudios de las relaciones entre Panamá y EEUU en los colegios e instituciones
de enseñanza es fundamental para mantener viva esa antorcha que ilumina el
sentir nacional de los panameños.
La
situación no se reduce a una cuestión ideológica. También hay intereses
materiales muy poderosos. En los últimos 20 años el país se ha convertido
rapidamente en una plaza para hacer negocios, en parte, gracias a su posición
geográfica privilegiada. Pero, más importante, por la abierta intervención del
poderío militar y económico de EEUU en todos los asuntos de importancia para el
país. Esta injerencia norteamericana es avalada y apoyada por una pequeña elite
de empresarios locales que perciben su futuro ligado al gran capital
monopolista vinculado al gobierno de Washington. La pequeña elite gobierna a Panamá
desde la invasión militar norteamericana de 1989 como si fuera dueña de una
hacienda, con peones, comunidades y el Canal de Panamá.
La gran
mayoría de los panameños no tienen formas políticas para expresar sus intereses
en los foros políticos o sociales. Los grupos sociales subordinados – y,
especialmente, la juventud – tienen que salir a las calles a manifestar sus
opiniones. En la actualidad, esa juventud aprende - en los libros que lee y en
los debates que se realizan - que en el siglo XX hubo rebeliones e
insurrecciones contra la ocupación militar norteamericana. También tiene plena
conciencia de que la alianza entre Washington y la elite incrustada en el poder
político de Panamá le exprime al pueblo hasta la última gota de su sudor
obligándola a vivir en condiciones cada vez más paupérrimas.
Esa “santa
alianza” nefasta cree que con eliminar una materia en los colegios podrán
acabar con las protestas y rebeldía de las juventudes panameñas. La historia
nos enseña que los pueblos superan todos los obstáculos y al final logran sus
conquistas sociales y económicas. Pero los enemigos del progreso son tercos y
creen que con eliminar materias como historia, filosofía e, incluso, cívica
pueden frenar los anhelos populares por una vida mejor.
El proyecto para
eliminar del currículo el nombre de la asignatura Relaciones de Panamá con
EEUU, presentado por la diputada del gobierno, Dalia Bernal e impulsado por el
Ministerio de Educación, ha generado una oposición generalizada. El objetivo es
claro: quieren regresar al pasado, a la historia de la semicolonia,
subordinada, idílica y salvaje, sin futuro y sin proyecto de Nación. “La Patria
boba”. No lo lograrán.
Panamá, 2 de agosto de 2012.
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