Todo indica que la
transformación de la educación será parte integrante de la transformación que
ya demandan el Estado y el Gobierno de la Nación, o no será. Y es que, en
efecto, lo que nuestra sociedad tiene ante sí es el problema político - en el
más amplio y rico sentido del término - de hacer posible lo que ya es percibido
como necesario por todos y cada uno de sus sectores: que la transformación
educativa ya es un problema de interés general para la sociedad entera.
Guillermo Castro H. / Especial para Con Nuestra América
En el análisis de la
formación y las transformaciones de las sociedades tienen especial importancia
dos tipos de proceso histórico distintos, pero estrechamente relacionados entre
sí. El primero corresponde a los procesos organizados en torno a estructuras de
larga duración. Tal es el caso, por ejemplo, de las estructuras derivadas de la
función de tránsito desempeñada por el territorio de Panamá en la formación y
desarrollo del mercado mundial desde el siglo XVI. El segundo corresponde a las
fases de transición entre momentos distintos de aquel proceso mayor. A lo largo
de estas transiciones – cuya duración no suele exceder una o dos generaciones
-, los elementos de la vida social cambian a ritmos con frecuencia muy
desiguales, dejan de ser lo que habían sido, y terminan por desembocar en
estructuras generales de una calidad distinta a la precedente.
Nuestra sociedad ha
atravesado ya por procesos de ese tipo. Uno ocurrió a lo largo del siglo XVI,
cuando el Istmo transitó desde una situación de desarrollo humano separado del
mercado mundial, a otra de desarrollo integrado al de ese mercado. Otro ocurrió
durante el período de adhesión a la Gran Colombia, que podría ser considerado
el de nuestra transición desde la condición de dominio de la Corona española a
la de Estado nacional independiente. Y otro más está ocurriendo
en estos momentos, cuando sin dejar de ser un país de tránsito, transitamos
(justamente) hacia formas nuevas de organización y desarrollo de esa esa
función.
En esta perspectiva,
cabe decir que la educación en Panamá ha perdido contacto con las transformaciones
que están en curso en nuestro país desde la década de 1990. Por lo mismo, la
transformación educativa que Panamá demanda debería empezar por vincular a la
educación con ese proceso mayor, que aún conocemos de manera fragmentaria, y no
llegamos a entender del todo. Las transformaciones de que aquí se trata
incluyen al menos las siguientes:
1. La transformación de
la República de Panamá en un estado nacional en el pleno sentido de la
expresión, a partir de la década de 1990 y al cabo de un largo período
precedente de desarrollo semicolonial primero, entre 1903 y 1936, y neocolonial
después, entre aquel último año y 1979.
2. La transformación de
una economía de enclave, articulada en torno a un canal vinculado a la economía
interna de los Estados Unidos, con un sector agropecuario atrasado y una Zona
de Libre Comercio y un Centro Financiero Internacional volcados hacia el
exterior, en otra mucho más abierta, que se estructura a partir de una
Plataforma de Servicios Globales, y de un mercado emergente de servicios
ambientales.
3. La transformación de
una sociedad de fuertes valores rurales y estrechos vínculos entre los sectores
populares y de capas medias profesionales de origen reciente, en otra de
carácter urbano, de gran desigualdad estructural, que aún se encuentra en el
proceso de construir su nueva identidad.
4. La transformación de
la actitud de los pobres de la ciudad y el campo, desde la aceptación más o
menos pasiva de su condición de marginalidad, hacia una creciente voluntad y
capacidad para reclamar mejores condiciones de vida.
5. La transformación de
la demanda de fuerza de trabajo desde la relativa simplicidad de la vieja
economía de enclave – vinculada a un mercado local protegido de pequeña escala,
y desarrollada mediante un capitalismo de franquicia que operaba por imitación
– en una mucho más compleja, asociada a una participación creciente en la
economía global, sustentada en el uso masivo de Tecnología de la Información y
de la lengua inglesa, que opera a partir de una constante innovación
tecnológica y organizacional.
Aun cuando a todo esto
se le podría agregar un gran etcétera, lo dicho puede servir para incorporar
elementos nuevos en un debate que por lo general se organiza a partir de
diagnósticos de los problemas de nuestro sistema educativo que enfatizan sobre
todo criterios administrativos, técnicos y legales. Estos elementos pueden
incluir por ejemplo los siguientes:
1. En primer lugar, y
de manera destacada, la confusión entre la educación como práctica social (con
sus componentes de formación y de instrucción), con la enseñanza como técnica
profesional del trabajador de la educación.
2. La brecha educativa
que resulta de las inequidades existentes en la sociedad, y que contribuye a su
vez a reforzarlas.
3. La falta de
capacidad del sistema educativo para crear un sentido de identidad nacional y
de comunidad de propósitos en la sociedad.
4. El evidente divorcio
cultural y tecnológico entre la formación que se ofrece y la que el mercado
demanda.
5. La confusión entre
las esferas política y administrativa de la gerencia, correspondiente a la
confusión general entre Estado y Gobierno que caracteriza a la cultura política
del país, lo cual a su vez se expresa en
6. La contradicción
entre los propósitos y necesidades de la transformación que demanda el sistema
educativo (descentralización de la gestión administrativa; participación
organizada y responsable de todas las partes interesadas; oferta de servicios
adecuados de formación para todos sus trabajadores, etc.) y los que guían su operación
cotidiana.
Así las cosas, todo
indica que la transformación de la educación será parte integrante de la
transformación que ya demandan el Estado y el Gobierno de la Nación, o no será.
Y es que, en efecto, lo que nuestra sociedad tiene ante sí es el problema
político - en el más amplio y rico sentido del término - de hacer posible lo
que ya es percibido como necesario por todos y cada uno de sus sectores, cada
cual desde sus respectivas perspectivas de interés. Se trata, en breve, de que
la transformación educativa ya es un problema de interés general para la
sociedad entera.
Así planteado el
problema, podemos tener motivos de optimismo bien fundados. Nosotros, los
panameños, fuimos capaces de organizar y reorganizar un sistema educativo
nacional eficaz, y hacerlo funcionar de manera correspondiente a nuestras
expectativas y necesidades de desarrollo tal como podíamos percibirlas entre
las décadas de 1910 y 1970. Por otra parte, el proceso de transformación de la
educación nacional ya ha comenzado en la práctica, si bien de manera
fragmentaria y a menudo conflictiva, tanto en el sector público como en el
privado. Trabajar con la gente, y no sólo para ella, será la mejor manera de
vincular entre sí las iniciativas que ya están en marcha en el país, y de proporcionarles
la orientación que les permita contribuir a la transformación integral de la
educación panameña.
Ponencia presentada al XIV Congreso Nacional del Sociología Universidad de Panamá, 17 de agosto de 2012
Ponencia presentada al XIV Congreso Nacional del Sociología Universidad de Panamá, 17 de agosto de 2012
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