Felizmente
para Ecuador, hoy contamos con una América Latina que tiene posiciones claras,
soberanas y dignas frente a las que no hubo en el pasado inmediato, de manera
que en la región ya no cuentan las amenazas ni las caducas diplomacias
hegemónicas de las grandes potencias.
Juan J. Paz y Miño Cepeda /
El Telégrafo
El “caso Assange”
involucra cuatro hechos que, aunque interrelacionados, son también diferentes:
1. el pedido de asilo de Julian Assange; 2. la decisión del Gobierno
ecuatoriano concediéndolo; 3. la amenaza del gobierno británico de detener a
Assange incluso penetrando a la Embajada de Ecuador en Londres; y, 4. la
situación que se configura luego de concederse el asilo.
Puede discreparse
sobre el pedido de asilo de Assange. Pero en las relaciones internacionales es
incuestionable que, de acuerdo con la legislación mundial, la decisión de
concederlo solo compete al país solicitado. Es una cuestión de principios.
De manera que
Ecuador tenía pleno derecho a decidir si atendía en forma favorable o negativa
el pedido de Assange. Otra cosa es que también podría debatirse si Assange
merecía o no el asilo o si era o no “conveniente” la decisión soberana del
país.
Pero, una vez
adoptado, el asilo concedido a Julian Assange se transformó en un hecho
jurídico y diplomático, inevitablemente respetable por la comunidad
internacional.
La amenaza de
incursión sobre la embajada ecuatoriana, en cambio, es mundialmente
inadmisible. ¿Qué pasaría con Ecuador si amenazara con igual medida a la
embajada británica o a la norteamericana? Ecuador tiene razones absolutas para rechazar
y denunciar internacionalmente la posición británica, como la tendría cualquier
país amenazado en iguales circunstancias. ¿Qué futuro espera a Ecuador y a
Julian Assange?
Desde luego, el
“caso Assange” no es solo jurídico y legal. Ha sido político desde sus inicios,
porque WikiLeaks puso al descubierto la continuidad secreta de las diplomacias
de tipo imperialista. Creer que Assange “solo” debe responder ante un llamado
judicial en Suecia, es desconocer la dimensión histórica de un suceso que ha conmovido
al mundo, precisamente por su carácter evidentemente político.
Desde luego, en
Ecuador hay opinadores, seudopolitólogos y políticos de oposición que nunca
verán en las decisiones tomadas por el Gobierno sobre el “caso Assange” las
dimensiones de la soberanía, la dignidad y la legitimidad jurídica. Sus
argumentos se identifican más con los intereses extranjeros, traicionando los
nacionales.
Pero, felizmente
para Ecuador, hoy contamos con una América Latina que tiene posiciones claras,
soberanas y dignas frente a las que no hubo en el pasado inmediato, de manera
que en la región ya no cuentan las amenazas ni las caducas diplomacias
hegemónicas de las grandes potencias.
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