¿Cómo podemos seguir
construyendo una sociedad donde, de mantenerse las tendencias actuales de
consumo, necesitaremos dos planetas para atender las demandas en recursos
naturales en el año 2030 y tres en el 2050, según el informe 2010 de “Planeta
Vivo” realizado por el Fondo de Conservación de la Naturaleza?
Pedro Rivera Ramos / Especial para Con Nuestra América
Desde Ciudad Panamá
Según la teoría más
popular y difundida, hace aproximadamente 65 millones de años, una gigantesca
nube de polvo y humo cubrió totalmente el Sol, luego que un asteroide de
grandes proporciones impactara en lo que es hoy, la península de Yucatán. Ese
cataclismo universal tan impresionante, hizo desaparecer a todos los
dinosaurios sobre la Tierra. Por otro lado, tan sólo en cuatro millones de años
se estima la antigüedad del homínido Australopithecus, predecesor del Homo
sapiens, que viene a aparecer entre 250 mil y 50 mil años atrás. De modo que el
hombre moderno, el Homo sapiens sapiens, es decir, nuestra especie, tiene una
edad de unos 35 mil años. Existencia excesivamente corta si consideramos que
millones de años antes, ya habían seres vivos sobre la Tierra y que como
especie requerimos un millón de años, para alcanzar una población de mil
millones.
Por tanto, lo
expresamos con crudeza: nuestros niveles de contaminación, depredación de los
recursos naturales e injusticias por doquier, junto a una creciente mentalidad
hedonista y utilitarista, nos hacen semejar más a una devastadora plaga que a
una especie dotada de raciocinio e inteligencia. Y es que hoy es evidente que
los seres humanos estamos acercándonos a los bordes físicos de nuestro planeta,
estamos en el momento menos racional de la historia humana. Nos encontramos,
como diría Leonardo Boff, en su “Ética del nuevo milenio: justa medida y
cuidado esencial, en una travesía
peligrosa, de un Viernes Santo purificador”.
No es una alarma ni
infundada ni exagerada. Vivimos en un mundo sumergido en los absurdos y en las
contradicciones. Devastamos un país para luego reconstruirlo, de la misma forma
que destruimos los ecosistemas y luego organizamos tours, para presenciar el
deshielo de los polos. Hay en todo esto una regresiva racionalidad que supone
la pérdida de derechos humanos, colectivos y como especie, para priorizar los
derechos y la codicia de las corporaciones.
Nuestra humildad y
grandeza no puede sólo descansar en nuestra certeza actual, que basta el doble
de genes de un gusano para construir un ser humano promedio, ni que sepamos que
nuestro patrimonio genético es 97% similar al de los gorilas. Con ello no
basta. Necesitamos comprender que las injusticias y la inequidad en el mundo,
hacen que un niño muera de hambre cada 5 segundos y que en ese lapso la
Humanidad se gaste 150,000 dólares en armamento; mientras que menos de dos
dólares diarios, sea el ingreso de la mitad de los habitantes del planeta.
Asimismo, que el fenómeno de la desnutrición en los distritos indígenas de
nuestro país, oscile entre el 55% y el 72% y que de cada 10 panameños, 4 sean
pobres, en un país cuya economía viene creciendo desde hace décadas, a un ritmo
promedio de entre 4% y 5%.
Veinte días de gasto
militar en el mundo, son suficientes para satisfacer las necesidades básicas de
los más de mil millones de hambrientos. Ellos son los mismos que la FAO asegura
que con tan solo un presupuesto anual de 30 mil millones de dólares, los haría
felices. Esta cifra es modesta, si recordamos que en sólo dos años, la ayuda
económica a la banca internacional entre el 2007-2010, superó los 17 trillones
de dólares, es decir, 17 millones de millones. Y que para tener una idea
aproximada de esa exorbitante suma, diríamos que representa casi 99 veces más,
que el peso que en toneladas se le calcula a la Luna. ¿Qué lógica humana es
ésta que condena a tantas personas a la muerte segura, para salvar a un sistema
financiero tan injusto? ¿Cómo podemos seguir construyendo una sociedad donde,
de mantenerse las tendencias actuales de consumo, necesitaremos dos planetas
para atender las demandas en recursos naturales en el año 2030 y tres en el
2050, según el informe 2010 de “Planeta Vivo” realizado por el Fondo de
Conservación de la Naturaleza?
Esta dramática realidad
bien pudo haber servido para llevar al Premio Nobel de Literatura, José
Saramago, durante la conmemoración de los cincuenta años de la Declaración
Universal de los Derechos Humanos, para sentenciar: “Las injusticias se multiplican, las desigualdades se agravan, la
ignorancia crece, la miseria se expande. La misma esquizofrénica humanidad
capaz de enviar instrumentos a un planeta para estudiar la composición de las
rocas, asiste indiferente a la muerte de millones de personas a causa del
hambre. Se llega más fácilmente a Marte que a nuestros semejantes.”
No hay duda alguna que
el mundo tal como está siendo levantado no es ni ética ni ecológicamente
sostenible. Las injusticias y desigualdades tan lacerantes que existen, confrontan
diariamente nuestra noción sobre el ámbito que realmente alcanza a todo lo que
hemos concebido como humano y nos aproximamos peligrosamente a un estado de
deshumanización sin precedentes en la historia. Ya en el Informe de la Comisión
sobre Educación de la UNESCO de 1996, más conocido como el Informe Delors, se
nos revelaban datos tan dramáticos como injustificables. Allí, aprovechando a
Javier Gorostiaga en la “Civilización de la copa de champagne” se afirma que:
“EEUU utiliza el 25% de los
recursos mundiales cuando sólo tiene el 5% de la población mundial.
Los 225 individuos más ricos del
mundo, de los cuales 60 son norteamericanos, tienen una riqueza combinada de
más de mil billones de dólares, igual que el monto de los ingresos anuales del
47% de la población más pobre del mundo entero.
Las 3 personas más ricas en el
mundo tienen más riqueza que el producto bruto combinado de los 48 países más
pobres”. Hace
más reciente, en su Informe “Una economía para el 99%”, la organización OXFAM
International, estimaba que “solo ocho
personas, y todos hombres, tienen la misma riqueza que la mitad de la población
mundial”.
Estas realidades que siguen
identificando al mundo del siglo XXI, tienen también su expresión concreta en
países como el nuestro. Aquí la pobreza y las desigualdades sociales han venido
siendo construidas, por un sector minoritario de la población que se resiste a
compartir la riqueza producida por todos. Hace algunos años y durante la
presentación en nuestro país de un Informe Mundial de Desarrollo Humano, se
revelaba que contábamos con cerca de 420 mil panameños que sobrevivían con
menos de un dólar diario y que el 32% de la población vivía en condiciones de
pobreza o pobreza extrema. Todo esto acontece en un país, que según el mismo
Informe, cuenta con uno de los promedios de ingresos más altos de la región
latinoamericana. De allí que Kim Bolduc, Coordinadora Residente del Sistema de
Naciones Unidas en Panamá al comentar está injusta situación refiriéndose a
está injusta situación ese día, expresara: “La
pobreza es intolerable en un país de tanta abundancia”.
1 comentario:
Tanta verdad la deshumanizacion de la gente del planeta tierra y ahora el presidente Trump: "Declara que todo lo del calentamiento global es un cuento"...Tamaña estupidez...la comunidad cientifica se ha paralizado y no nos damos cuenta que en esta barco estamos TODOS, TENMOS QUE TRABAJAR JUNTOS... o ninguno tiene futuro...
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