Solamente con la
articulación entre la lucha social y la lucha política, entre los movimientos
sociales y los partidos políticos, es posible construir bloques de fuerza
capaces de avanzar decisivamente en la superación del neoliberalismo.
Emir Sader / LA JORNADA
En Bolivia y Ecuador
los movimientos sociales se han cansado de tumbar a gobiernos neoliberales y
han decidido, finalmente, fundar sus propios partidos y lanzar candidatos a la
presidencia de la nacion. Mientras tanto, en el contexto del Foro Social
Mundial, o al lado de él, ONG, algunos movimientos sociales e intelectuales de
Europa y América Latina se oponían a esa vía y proponían la autonomía de los
movimientos sociales. Esto es, no deberían meterse en política ni con el
Estado.
En Argentina, frente a
la peor crisis económica, política y social de su historia, movimientos han
renunciado a lanzar candidaturas a la presidencia de la República, con el
eslogan: Que se vayan todos. Resultado: Ménem ganó en la primera vuelta,
prometiendo que dolarizaría definitivamente la economía argentina, con lo cual
llevaría a la ruina sin retorno no sólo al país, sino a todos los procesos de
integración latinoamericana.
La ilusión
despolitizada y corporativa del Que se
vayan todos dejaría el campo libre para esa monstruosa operación menemista,
con los efectos negativos en toda la región. La ilusión era la de que ellos se
irían, sin que se les hiciera irse, sin que fueran derrotados con un proyecto
superador del neoliberalismo. Felizmente apareció Néstor Kirchner, quien asumió
la presidencia de la nación para empezar el rescate más espectacular que
Argentina había conocido de su economía, de los derechos sociales de los
trabajadores, del prestigio del Estado.
En tanto,
organizaciones que se habían adherido a la tesis de la autonomía de los
movimientos sociales, como los piqueteros argentinos, simplemente han
desaparecido. En México, después del enorme prestigio que habían tenido al
asumir una posición semejante –Cambiar el mundo sin tomar el poder, de John
Holloway y Toni Negri, quien condenaba a los estados como superados
instrumentos conservadores–, los zapatistas han desaparecido de la escena
política nacional, recluidos en Chiapas, el estado más pobre de la nación. Más
de 20 años después, ni Chiapas ni México fueron transformados sin tomar el
poder, hasta que los zapatistas han decidido lanzar una candidata indígena a la
Presidencia. Aun sin decir que van a transformar el país con una victoria
electoral, pero saliendo de su aislamiento en Chiapas para volver a participar
de la vida política nacional, abandonando sus posiciones de simple denuncia de
las elecciones y de abstención.
Mientras tanto, Bolivia
y Ecuador, rompiendo con esa visión estrecha de restringir los movimientos
sociales solamente a la resistencia al neoliberalismo, han fundado partidos
–Mas en Bolivia, Alianza País en Ecuador–, presentaron candidatos a la
presidencia de la república –Evo Morales y Rafael Correa–, han triunfado y
pusieron en práctica los procesos de más grande éxito en la trasformación
económica, social, política y cultural de América Latina en el siglo XXI. Han
refundado sus estados nacionales, impuesto el desarrollo económico con
distribución de renta, se han aliado a los procesos de integración regional, al
mismo tiempo que han integrado las más amplias capas del pueblo a los procesos
de democratización política.
Al contrario del
fracaso de las tesis de la autonomía de los movimientos sociales, que han
renunciado a la disputa por la hegemonía alternativa a nivel nacional y de
lucha por la construcción concreta de alternativas al neoliberalismo, bajo la
dirección de Evo Morales y de Rafael Correa, Bolivia y Ecuador han demostrado
cómo solamente con la articulación entre la lucha social y la lucha política,
entre los movimientos sociales y los partidos políticos, es posible construir
bloques de fuerza capaces de avanzar decisivamente en la superación del
neoliberalismo.
Las tesis de Toni Negri
sobre el fin del imperialismo y de los estados nacionales fueron rotundamente
desmentidas ya desde la acción imperialista después de las acciones de 2001,
mientras que gobiernos sudamericanos han demostrado que solamente con el
rescate del Estado es posible implementar políticas antineoliberales, como el
desarrollo económico con distribución de renta. La pobreza persistente en
Chiapas puede ser comparada con los avances espectaculares realizados, por
ejemplo, en todas las provincias de Bolivia, para demostrar, también por las
vías de hecho, cómo la acción desde abajo tiene que ser combinada con la acción
de los estados, si queremos efectivamente transformar el mundo.
Otras tesis, como las
de varias ONG o de Boaventura de Sousa Santos, de optar por una sociedad civil
en la lucha contra el Estado, no puede presentar ningún ejemplo concreto de
resultados positivos, aun con las ambiguas alianzas con fuerzas neoliberales y
de derecha, que también se oponen al Estado y hacen acuerdos con ONG y con
intelectuales para oponerse a gobiernos como los de Evo Morales y de Rafael
Correa, pero también en contra de otros gobiernos progresistas en América
Latina, tienen en común visiones liberales del mundo.
Además del fracaso
teórico de las tesis de la autonomía de los movimientos sociales, se les puede
contraponer los extraordinarios avances económicos, sociales, políticos, en
países como Argentina, Brasil, Venezuela y Uruguay, además de los ya
mencionados, como pruebas de la verdad de las tesis de la lucha antineoliberal,
como la lucha central de nuestro tiempo.
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