Sigo pensando que,
salvo México en primer orden, así como
Cuba y Venezuela después, América Latina y el Caribe no revisten mayor
importancia en la agenda de Trump, que actuará en este ámbito a partir de
criterios interesados de sus asesores y en la medida de la influencia que tengan los lobbies que se mueven a su
alrededor.
Sergio Rodríguez Gelfenstein / Especial para Con Nuestra
América
Desde Caracas,
Venezuela
El centro de la
atención mundial del último mes ha estado puesto en los twitters del presidente
de Estados Unidos, toda vez que hasta ahora no es claro que se pueda determinar hacia donde se orienta el
nuevo inquilino de la Casa Blanca, por lo que sus “trinos” están siendo la
única manera de tratar de dar seguimiento a su política exterior.
Sin embargo, su primer
mes de gobierno ha estado caracterizado por un enemigo inusitado que desde el
primer momento demostró una férrea oposición y un ataque sin cuartel a las
decisiones presidenciales en materia de política interna: el partido demócrata
ha devenido más reaccionario y guerrerista que el republicano ante su
desesperación por haber perdido la presidencia y el ulterior desmontaje de sus
políticas por parte de Trump. Estos primeros treinta días han sido de
dedicación mayoritaria a la política interna.
Dos cosas quedan
claras, la primera es que las contradicciones inter partidarias en Estados
Unidos, son sólo expresión de diferencias entre fracciones oligárquicas
domésticas, es decir, en cada momento se hace lo qué decide el sector que está
siendo más favorecido por la administración de turno y, segundo, que en
política exterior ambas caras del poder conforman un todo único que apuesta por
el mantenimiento de la hegemonía global de su país a cualquier precio. Es
probable que aparezcan discordancias, como ocurre hoy respecto de Rusia, pero
en el momento de tomar medidas a favor del conflicto, no habrá dudas respecto
de acuerdos entre ambas facciones.
Si queremos tener una
idea de quién gobernará Estados Unidos en los próximos años, debemos destacar que
el gabinete de 21 miembros de Trump está formado por 16 hombres blancos y uno
negro y 4 mujeres. Se calcula que la fortuna de los miembros del gabinete
asciende a 35 mil millones de dólares.
Entre los miembros del
“núcleo duro” del gabinete, se supone que los que mayor incidencia tengan en
política exterior, -ahora que el General Michael Flynn ha sido abruptamente
defenestrado de su cargo- son Rex Tillerson, Secretario de Estado, Steven
Mnuchin, Secretario del Tesoro y James Mattis, Secretario de Defensa De ellos, Tillerson no tiene ninguna
experiencia en la función pública, aunque si una cercanía con los asuntos
petroleros y energéticos, y un conocimiento exacto de Venezuela por la
participación de la la Exxon-Mobil empresa de la cual fue Director Ejecutivo,
en la explotación petrolera en el territorio de Venezuela, ocupado por
Guyana en reclamación en el Esequibo. Es
muy probable, que dados los antecedentes de Tillerson, Estados Unidos regrese a
la diplomacia petrolera que caracterizó los gobiernos de los Bush, padre e
hijo.
Steven Mnuchin, el
nuevo Secretario del Tesoro, fue ejecutivo de Goldman Sachs, uno de los bancos
de inversión, acusado de fraude por las hipotecas subprime y causante directo
de la deuda que llevó a Grecia al default. Mnuchin se vio bastante inexperto y
con pocos argumentos ante los periodistas cuando en rueda de prensa informó
sobre el asunto del vicepresidente de Venezuela Tareck El Aissami, la prensa le
inquirió sobre otros temas que no supo contestar, afirmando: “Yo vine aquí solo
a hablar de Venezuela”, asunto que no interesó a los reporteros. El Secretario
de Defensa James Mattis, será seguramente, –junto a Tillerson- quien tenga mayor participación en los temas
referidos al Medio Oriente, China y Rusia, con los que ha tenido vinculación
como alto oficial de las Fuerzas Armadas en el pasado.
Sigo pensando que,
salvo México en primer orden, así como
Cuba y Venezuela después, América Latina y el Caribe no revisten mayor
importancia en la agenda de Trump, que actuará en este ámbito a partir de
criterios interesados de sus asesores y en la medida de la influencia que tengan los lobbies que se mueven a su
alrededor como quedó de manifiesto al recibir a la esposa de Leopoldo López,
gracias a gestiones de Marcos Rubio, con lo cual, además de mandar un mensaje
(por twitter), a Venezuela, Trump
pretendió, sobre todo, hacerle un guiño al lobby cubano de la Florida que lo
adversó primero, para terminar dándole su
apoyo en las elecciones. Es contradictorio que mientras el líder de la oposición
y presidente del poder legislativo venezolano se tiene que reunir con
funcionarios de segundo orden de la embajada de Estados Unidos en Colombia, la
señora López sea recibida en la Casa Blanca por el presidente de ese país. Con
esto, Trump quiso consolidar al senador Rubio como un interlocutor válido para
las comunidades venezolana, cubana, además de la colombiana a la que pertenece
la esposa de Rubio, que viven en Miami y sus alrededores.
Las principales
tendencias mostradas hasta ahora por el nuevo gobierno han sido hacia la
militarización de la política exterior y una obsesiva preocupación por el
“terrorismo islámico” en el que coloca a Irán como referencia. Ambos aspectos
pueden tener incidencia en América Latina, por la vinculación que el gobierno
de Estados Unidos podría hacer del país persa con sus aliados de la región en
un supuesto apoyo al terrorismo, como ha quedado de manifiesto en la reciente
acusación contra el vicepresidente de Venezuela. El argumento de lucha contra
el terrorismo podría transformarse en elemento central de una política de
“seguridad” de Estados Unidos en la región. En este sentido, vale decir que
Estados Unidos tiene una burocracia poderosa, sobre todo en el departamento de
Estado y en las agencias de seguridad, en particular la de lucha contra
narcóticos (DEA) y la CIA que no siempre desarrollan políticas a partir de la
decisión de sus jefes, como ha quedado demostrado innumerables veces en años
recientes. No se puede obviar que el incremento como nunca antes de la presencia
de militares en el gabinete de Trump, significa una fuerte representación del
Complejo Militar Industrial en el gobierno de Estados Unidos, con todas las
consecuencias que ello tiene, si se considera que esta es la principal
industria y el soporte principal de la economía del país.
Trump tendrá que lidiar
con los conflictos heredados de sus antecesores: el Medio Oriente, generado por
Bush, Ucrania, obra de Obama y sobre todo con China que es el único de todos
ellos que podría originar transformaciones estructurales en el sistema
internacional. Con todos ellos, ha sido ambiguo, y se hace necesario
estudiarlos con detenimiento. El quid del problema es saber si dará continuidad
o hará cambios respecto del pasado en su política. Por lo pronto, ha mostrado
voluntad de acercarse a Rusia para buscar puntos en común en aquellos asuntos
donde los haya; en el Medio Oriente, pareciera que seguirá atado a Israel,
sobre todo por su cercanía afectiva, toda vez que su yerno es un sionista
militante y su hija una judía conversa,
Esto lo marcará a la hora de tomar decisiones, sobre todo en relación a
Irán. Nuevamente, en este aspecto, tendremos que esperar medidas influidas por
factores subjetivos, que solo podrán ser modelados en el tiempo, cuando Trump,
entienda su rol de estadista y de presidente de la primera potencia mundial. Se
tendrá que sentar en toda la silla, no sólo en la punta de ella, como hasta
ahora.
Con China será
diferente, porque además de las políticas heredadas, Trump tiene, desde hace
muchos años, una idea propia formada. Ya en 2011, dijo que "China es
nuestro enemigo, ellos nos quieren destruir", así mismo, en otro plano
afirmó que: "En el ámbito comercial, los chinos son unos tramposos",
e incluso en 2012 aseguró que: "El concepto de calentamiento global fue
creado por y para los chinos para hacer que la manufactura de Estados Unidos no
sea competitiva". Sin embargo, estas aseveraciones, de evidente contenido
emocional, a las que Trump es muy propenso son hechas a través de twitter, por
lo que no está obligado a explicarlas con detenimiento, dados los 140
caracteres que lo limitan, con los cuales el presidente se siente muy a gusto
para emitir sus brillantes ideas.
Pareciera claro que
Trump pondrá el énfasis de su gestión en mejorar la economía de Estados Unidos,
eso chocará con la política exterior y sobre todo con la política militar de
sus antecesores. Habrá que saber si se producen cambios en el desarrollo de
esas estrategias a favor de cumplir sus propuestas de campaña o mantendrá la
política exterior agresiva y ofensiva de sus colegas que le precedieron en el
cargo. Es muy pronto para saberlo con precisión, pero en cualquier caso - si
lo compramos con sus antecesores- es esperanzador para la humanidad que haya
dicho que es esencial tener buenas relaciones con Moscú para prevenir "un
holocausto nuclear sin igual".
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