Frente a los sombríos
proyectos de la oposición derechista, es necesario defender las conquistas y
logros de la Revolución Ciudadana. Queremos que sigan construyéndose escuelas
del milenio, viviendas para los más pobres, hospitales y centros de salud.
Jorge Núñez Sáchez /
El Telégrafo
Ecuador se halla ante
una decisión electoral muy importante. Una alianza inmoral de políticos inicuos
y medios de comunicación falaces se ha propuesto revertir la orientación
progresista marcada por Ecuador en la última década. Para ello, usan a fondo la
demagogia y el escándalo, en busca de envolver a electores incautos y a clases
emergentes y ambiciosas.
Cuánta razón tenía
Malcolm X, el líder de los Panteras Negras norteamericanos, cuando nos alertaba
sobre los medios de comunicación, de los que afirmaba que “son capaces de
hacernos amar al opresor y odiar al oprimido”. Enfrentamos a una derecha
antinacional, que tiene su verdadera capital en Washington, sus fondos en
paraísos fiscales y su centro de vacaciones en Miami. A una derecha que piensa
como una hueste extranjera y mira a su propio país como tierra de conquista y
de saqueo. Pero eso, la tarea del momento es la de defender nuestros esfuerzos
por hallar un modo de vivir bueno y propio, en donde el pueblo sea el sujeto y
objeto de los cambios políticos.
En busca de terminar
con la experiencia de transformación que vivimos hace una década, la derecha ha
levantado las banderas de la demagogia y la mentira, por medio de un baratillo
de ofertas. El uno ofrece “un millón de empleos en cuatro años”, pero no dice
cómo va a crearlos. La otra ofrece regalar la energía eléctrica, entregar casas
sin entrada y volver al ‘libre ingreso’ a las universidades. Y todos los
candidatos opositores proponen eliminar los impuestos, lo que significará la
ruina del Estado.
Pero tras la demagogia
asoma la garra de la ambición. El banquero anuncia la creación de una “zona
franca de salud en todo el país”, lo que significa que, en caso de ganar las
elecciones, dará luz verde a las empresas de medicina prepagada para que se
adueñen del sistema de salud, imponiendo altos costos para los usuarios. Y por
ahí mismo llegaría la privatización del Seguro Social, antigua ambición de la
oligarquía financiera ecuatoriana.
Frente a los sombríos
proyectos de la oposición derechista, es necesario defender las conquistas y
logros de la Revolución Ciudadana. Queremos que sigan construyéndose escuelas
del milenio, viviendas para los más pobres, hospitales y centros de salud.
Queremos que sigan levantándose grandes obras nacionales y, en especial, esos
espléndidos puertos pesqueros artesanales, que se han convertido también en
nuevos centros de atracción turística. Queremos que Ecuador continúe y amplíe
la Misión Manuela Espejo, para que incluya a los pobres de la tercera edad.
Queremos que siga
adelante el esfuerzo de combate a la pobreza, a la insalubridad y al
aislamiento de grandes regiones. Queremos que cualquier catástrofe que ocurra
sea enfrentada con la misma diligencia, inteligencia y solidaridad que lo fuera
el terremoto de 2016, que afectó a Esmeraldas y Manabí. Pero ansiamos también
que la inversión privada se comprometa con su país, que retornen a Ecuador los
capitales fugados o guardados en paraísos fiscales, que las cámaras
empresariales y los grandes medios de comunicación dejen de actuar como
agencias políticas de los partidos de derecha y se dediquen a sus tareas
específicas.
En fin, anhelamos que
la política y los políticos alcancen un nivel de dignidad ciudadana y que las
campañas electorales dejen de ser un estercolero, para convertirse en un
espacio de competencia de ideas y afloración de nuevos líderes. Eso
contribuirá, sin duda, a alcanzar la plenitud del nuevo país con que soñamos,
dentro de una América Latina altiva y soberana.
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