Desde Hegel por lo
menos, la dialéctica de la esencia y la apariencia está disponible para todos
aquellos que quieran pensar en serio. Este es uno de esos momentos históricos
en los que si no se diferencia (y se une a la vez) lo que aparece de lo que
es, resulta prácticamente imposible
entender gran cosa.
Mariano Ciafardini* / Especial para Con Nuestra América
Desde Buenos Aires,
Argentina
Lo que aparece hoy en
el mundo es Trump, y vaya si
aparece. Desde que ganó las elecciones
el planeta no deja de hablar de él. En Argentina ha logrado lo imposible: que
los medios periodísticos y televisivos levanten, aunque sea de tanto en tanto,
la mirada del ombligo vernáculo para hablar algo de política y economía
internacional.
Trump aparece en primer
lugar como lo que es personalmente: un derechista xenófobo, misógino y
racista, de modales brutales, lenguaje
poco cuidado y dispuesto a encarar una estrategia poco clara de endurecimiento
de su gobierno tanto política como económicamente frente al resto de la
humanidad. Aparece con una "aparente" intención de cerrarse en
principio a acuerdos de cualquier tipo y,
a partir de allí, renegociar
punto por punto todo con todos con la supuesta intención de volver a convertir
a EEUU en el centro mundial más importante de radicación de establecimientos
industriales que exporten al mundo al estilo de los tiempos en los que reinaba
el "made in Usa". Con el mismo fin quiere expulsar del territorio
estadounidense a la mayor cantidad de inmigrantes posible para reducir la
oferta laboral y aumentar las posibilidades de empleo y la calidad del empleo
para enormes masas de trabajadores norteamericanos que constituyeron su base
electoral. Esto es lo que aparece.
Pero no es lo único que
aparece (la dialéctica de la esencia y la apariencia da sus frutos si se toman
sus términos integralmente y no en forma sesgada).
Aparece en también que
esta cerrazón hacia el mundo va dirigida a todos sin excepciones. Más allá de
las alusiones directas contra China entendibles porque allí están la mayoría de
las empresas "norteamericanas" que quiere re-radicar lo cierto es que
no hay preferencias ideológicas o geográficas ni culturales. De hecho se enfrenta a aliados históricos
como los de Europa Occidental y coquetea con enemigos históricos como Rusia.
Algo impensable de un presidente norteamericano por lo menos a partir de los
últimos cien años.
También aparece, por
otro lado , el hecho históricamente inédito de que un presidente de EEUU,
habiendo ya ganado las elecciones y hasta asumido el cargo, tiene a toda la gran prensa norteamericana y
"occidental" en su contra con ataques y denostaciones sistemáticas,
al punto que (desprevenidamente) podría
llegar a pensarse el oxímoron de que, nada menos que en EEUU, habría ganado un
candidato en contra de los intereses de todo el poder mundial occidental. Que
es el poder al que esos medios responden.
Lo que si es cierto y
también aparece es que personajes claramente integrantes de ese poder
globalizador financiero imperialista como Soros están haciendo esfuerzos
económicos descomunales en su contra.
Además, Trump aparece enfrentado con gran parte de los
organismos de inteligencia norteamericanos a los que acusa, entre otras cosas,
¡nada menos que de haber fraguado el 11 S y de haber ayudado a desarrollar el
Isis! (aunque contó en el momento más crítico de la campaña electoral con una
no despreciable ayuda del FBI, que imputo, a días de las elecciones, a su contrincante
y figura ganadora Hillary Clinton, de graves delitos políticos).
Estas son las
apariencias. ¿Cuál es la esencia?
La esencia no se
“deriva” de las apariencias” si no estaríamos reincidiendo en el pensamiento
aristotélico –moderno que es el camino fácil y generalizado pero que no conduce
más que a tautologías o descripciones de lo ya sabido.
Por el contrario la
esencia del asunto es lo que subyace , es el fundamento de lo que aparece, y lo
comprende también. Para encontrar la esencia del fenómeno es necesario siempre
regresar al todo. Y el todo en este caso
es el sistema político-económico
global dominante y sus movimientos históricos internos.
Desde este punto de vista no pueden caber
dudas de que estamos ante una tremenda contradicción interna del poder mundial capitalista, que dentro de los
grandes grupos capitalistas y financieros con origen y punto de referencia en
EEUU, Europa Occidental y Japón se han
agudizado sustancialmente las contradicciones y amenazan con profundizarse aceleradamente. La última
vez que el mundo estuvo en una situación “aparentemente” parecida se sucedieron
la primera y la segunda guerras mundiales. Claro que la situación era parecida
pero no la misma, sobre todo por los cien años de distancia y la muy distinta estructura política y económica
global.
Otro asunto esencial a
tener en cuenta es que en el comienzo mismo de la agudización de esta
confrontación interimperialista existe, en el escenario mundial, otro polo que
no está dentro de la contradicción sino
que “aparece” en una posición alternativa, como lo es la alianza
ruso-china junto con el Grupo de
Cooperación de Shangai, los Brics y el proyecto de la ruta de la seda, todos
ámbitos que incluyen a estos dos gigantes con un pasado reciente bastante común
y sobre todo bastante distinto del del resto del mundo.
No estamos diciendo que
este polo alternativo no tenga contradicciones pero por el momento las mismas
no parece que tiendan a agudizarse. Tampoco estamos diciendo que este polo
"sur-oriental" esté planteando una alternativa clara anticapitalista.
Al menos no es lo que por el momento aparece. Pero es evidente que si lo que
representa hoy el punto máximo de desarrollo del capital son los grupos
financieros globalizados y las empresas transnacionales asociadas a ellos, este polo
o estos varios polos aunados en esta diversidad de lazos de cooperación
no son parte de ello.
Frente a este escenario
cabe a las fuerzas populares de América Latina tomar nota de la esencia del
momento lo que implica en primero
término entender (lo que es casi
evidente) que en semejante panorama un actor simplemente nacional no tiene
expectativa alguna de escapar al tornado global que se avecina y mucho menos de
incidir en él. México que está además
cerca del ojo del huracán lo sabe muy bien trágicamente. La única alternativa y
que puede ser además una gran oportunidad histórica es avanzar en la construcción del bloque regional
político económico que esté en condiciones de escala que le permitan pararse
como un actor más en el turbulento momento histórico y desde allí elegir las alianzas y tratados
que convenga a los pueblos del continente como un pueblo único.
Las batallas políticas
nacionales deben darse con esta consigna como cabeza de la lista y como
ordenadora del resto. De otro modo el resto de las reivindicaciones que son muchas y muy importantes se van a ir
licuando en el imposibilismo o lo que es peor aún en el posibilismo.
A tal efecto resulta de
máxima importancia el gran paso que ha
dado recientemente el Foro de San Pablo al elaborar un primer documento de lo
que se ha dado en llamar “El Consenso de Nuestra América” una suerte de base
para un programa político económico y social
de América Latina y el Caribe consensuado por una gran cantidad de
partido s populares y de izquierda de la región con invitación a los demás a
integrarse al debate. Este puede ser un instrumento para la militancia y la
organización que permita salir de los callejones en los que pretende
encerrarnos la contraofensiva de la derecha.
* Instituto Argentino de estudios Geopolíticos (IADEG)
Observatorio Geopolítico de Conflictos (OGEOC)
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