La cruzada religiosa y
política en el Perú lanzada por un grupo de evangélicos fundamentalistas, que
desde hace tres meses marchan en las calles con la consigna “Con mis hijos no
te metas”, ha venido a desnudar la condición sociocultural y educativa de
quienes dirigen ese grupo y de los que lo conforman.
Ángel Bravo / Especial para Con
Nuestra América
Rodolfo González, organizador de la campaña "Con mis hijos no te metas". |
Sus manifestaciones en
las iglesias, las redes sociales, los medios de comunicación y las calles
permiten conocer quiénes son, cuál es su estructura social como iglesia y su
estructura mental como individuos.
Quien asista un domingo
al azar a cualquiera de esas iglesias, puede observar cómo desde los púlpitos,
sus pastores repiten una y otra vez algunos textos bíblicos, que sacados de su
contexto e interpretados a su antojo, los utilizan para manipular a los
asistentes. No se dedican a explicar el texto bíblico, sino que aprovechan su
liderazgo, para asumir prácticas autoritarias, y lanzar consignas que la
feligresía corea. Contrario al espíritu del Evangelio, que en esencia es vida,
amor, paz, respeto y libertad, sus mensajes son discursos de ira, intolerancia,
odio y discriminación contra la población LGTTBI y contra los derechos de las
mujeres. Los templos, que otrora eran espacios de encuentro fraternal y
pacífico entre las personas, han sido convertidos en espacios políticos, desde
donde los pastores organizan y agitan las marchas de animadversión y
enfrentamiento; y exigen a los creyentes a participar en ellas.
En las redes sociales,
específicamente en Facebook, no es posible encontrar un solo muro o una sola
página de alguien de la secta “Con mis hijos no te metas”, que no exprese
frases de desprecio, rencor, burlas y hasta insultos contra la población
LGTTBI. Lo que más evidencian es desconocimiento de lo que dicen defender. Si
alguna persona que no simpatiza con ellos, intenta promover el respeto y la
defensa de los derechos humanos de todos, sin excepción, inmediatamente recibe
críticas y condenas “en nombre de Dios”. No existe en ellos la disposición para
entrar en un debate de ideas. Cuando son desafiados, carecen de conocimientos y
argumentos. Su “mejor” arma siempre es repetir literalmente algunos textos;
ignoran la hermenéutica bíblica y no respetan ningún tipo de contexto. Ya
circula en las redes sociales las ideas más descabelladas que usan, para
atacar, a lo que ellos llaman “ideología de género”: 1) el objetivo del
movimiento gay es destruir el matrimonio heterosexual; 2) por culpa de la
ideología de género Dios está castigándonos con el calentamiento global; 3) la
ideología de género es un plan promovido desde la ONU, porque al haber escases
de alimentos, quieren que los seres humanos no se reproduzcan, por eso
promueven el matrimonio entre personas del mismo sexo, y 4) legalizar el
matrimonio gay debilita la fortaleza del matrimonio natural, igual que la
moneda falsa debilita la moneda verdadera.
Los medios de
comunicación le dan más importancia de lo que merecen; cuando invitan a algunos
de los líderes a sus programas, éstos participan con tanta prepotencia, que
pareciera más bien que fuesen representantes de alguna “barra brava”, antes que
de alguna iglesia evangélica. Los conductores de televisión se muestran
timoratos en las entrevistas. Y si un periodista hace alguna pregunta incómoda,
entonces, esos dirigentes se vuelven violentos, intolerantes y agresivos;
comportamiento completamente antagónico a los principios del Evangelio. Creen
que por interrumpir, hablar mucho o levantar la voz llevan la razón. A estas
alturas no ha existido un debate serio en algún medio televisivo porque esos
dirigentes confunde el espacio mediático con el pulpito de su iglesia, donde
acostumbran a gritar y dar órdenes, pero nunca a escuchar a los otros. Quieren
explicar la biología humana, a partir de la Biblia, como si ésta fuese un libro
científico.
De las situaciones más
vergonzosas vividas por quienes integran la secta “Con mis hijos no te metas”,
las entrevistas en las calles son las más ejemplarizantes, porque retratan cómo
esa gente es obligada a marchar, llevar pancartas, repetir consignas, sin saber
qué es lo que buscan; son personas con poca educación, incapaces de defender
con argumentos válidos alguna idea. Ninguno sabe en qué parte del currículo del
Ministerio de Educación se encuentra lo que cuestionan; creen que la
homosexualidad es aprendida (la pueden enseñar en la escuela) y que puede contagiarse
(como si fuese una enfermedad); confunden identidad sexual con identidad de
género; niegan la construcción cultural de los roles asociados a cada sexo, y
creen que la afectividad y el deseo sexual son antinaturales. Al retratarse
desarmados para explicar las razones de su presencia en las marchas, los
pastores les ordenan no volver a dar declaraciones.
Son en estos cuatro
escenarios donde se mueve esta gente; leerlos, verlos y escucharlos evidencia
que la gran mayoría de ellos no saben absolutamente qué es lo que quieren; se
trata de personas humildes y sencillas, con escaso nivel de educación; son
presa fácil de esos falsos profetas y dirigentes religiosos, que lo único que
quieren es capitalizarlos para asegurar sus aspiraciones políticas; esos pastores
abusivos son los fariseos del siglo XXI, que se escudan en falacias, y que
hipócritamente se aprovechan de la ingenuidad de los creyentes, para lanzarlos
como carne de cañón a las calles; donde verdaderamente son expuestos “como
ovejas que no tienen pastor”.
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