En los días que corren,
tratar de escribir con coherencia por una parte y apuntando a aquello que puede
ser interesante y prioritario para el interés del lector, por otra, se ha
transformado en un verdadero reto. Como he dicho en días pasados, la
incertidumbre y el caos es el signo de los tiempos, en los que la mayor
potencia mundial está marcando la pauta.
Sergio Rodríguez Gelfenstein / Especial para Con Nuestra
América
Desde Caracas,
Venezuela
Aunque la situación
actual me lleva a recordar al rey, cuando en la primera escena del tercer acto
de Hamlet afirmara que: “La locura de los poderosos no debe dejarse pasar
desapercibida”, no es necesariamente la supuesta demencia del Rey Donald –la
misma que incluso un grupo de siquiatras ha confirmado- la que más preocupa,
sino las consecuencias que ella tiene en el actuar de sus súbditos. La violenta
oposición que ha decidido desatar el partido demócrata en alianza con las
corporaciones transnacionales de la comunicación y la burocracia de Washington,
han hecho trastabillar a Trump, quien ha visto desvanecerse su decreto contra
los musulmanes y obligado a poner a “jugar banca” a su flamante asesor de
seguridad nacional Michael T. Flynn, todo antes de cumplirse el primer mes de
mandato.
Tales hechos han
configurado una situación de debilidad de la figura presidencial lo que según
el renombrado sociólogo estadounidense James Petras, ha obligado a Trump a
retroceder y aceptar una agenda de “alianza” con el partido demócrata. No
obstante, la peor consecuencia del ambiente creado, es que la debilidad de la
figura presidencial estadounidense configura, -como ya ocurrió en el período
Obama- una total anarquía en el accionar de las agencias y departamentos del
gobierno de Estados Unidos, que comienzan a operar con criterio propio.
Pareciera que estos
acontecimientos empiezan a manifestar influencia en el actuar de gobiernos y
organizaciones aliadas de Estados Unidos en América Latina y el Caribe, las que
envalentonadas por el apoyo tácito o evidente que reciben desde el norte
desparraman su locura propia para abordar acciones que más que coherencia,
reflejan debilidad ante la incapacidad de consolidar el retroceso del
movimiento popular iniciado hace dos años.
En Argentina, Mauricio
Macri ha configurado el gobierno más entreguista de la historia de ese país, si
consideramos que se “arrodilló” vergonzosamente
ante los “fondos buitre” que esquilmaron al pueblo argentino, se
desinteresó de la reclamación por la usurpación británica de las islas Malvinas
y ahora, en el paroxismo de la sumisión colonial, condecora al rey Borbón con
la orden que lleva el nombre del General José de San Martín.
Asimismo, las luchas
sociales han ido en ascenso, mostrando una faceta propia de Argentina en cuanto
a la permanente rebelión de sus sectores populares organizados. Según un
informe del Centro de Economía Política Argentina (CEPA), el año 2016 cerró con
un alto grado de luchas laborales y sociales, que se manifestó en la existencia
de 711 conflictos en el tercer trimestre del año.
El súmmum de la “obra
de gobierno” de Macri ha sido el intento de hacer que el pueblo argentino le
condone a él y a su familia la deuda de 4.6 mil millones de dólares que posee
con el Estado. Durante el gobierno neoliberal de Carlos Menem, el Correo
argentino, una empresa exitosa, orgullo del país, fue privatizada y adquirida
por la familia Macri que la “exprimió” al máximo hasta declararla en quiebra.
El gobierno de Néstor Kirchner la rescató, la hizo viable económicamente, pero
quedó pendiente de pago el pasivo que adeudaba la familia Macri y que hoy el
presidente pretende conmutar.
Junto a ello, firmó un
decreto que modifica la fórmula para calcular el aumento de las jubilaciones,
retrotrayendo esos montos al año 2015, mientras en el país sigue
desarrollándose una inflación galopante. Con ello el gobierno macrista pretende
contar con más recursos de cara a las elecciones parlamentarias de octubre,
suplir la baja de ingresos por los recortes impositivos a los sectores más
altos de la sociedad y, finalmente, generar las condiciones para la
privatización de la seguridad social.
Ha sido tal la
dimensión del desastre que conllevaron ambas decisiones, que Macri recibió una feroz crítica de algunos de sus
principales promotores, como el diario Clarín, el prominente periodista Jorge
Lanata, suerte de conciencia gris de la ultra derecha de ese país y el propio
partido Unión Cívica Radical, su aliado más próximo. Hoy, la pregunta más
recurrente en las cercanías del río de la Plata es si Macri terminará o no su
mandato.
Más al norte, en
Brasil, las cosas no parecen ir mejor. Durante su ejecutoria desde el golpe de
Estado parlamentario que lo puso en el gobierno, el presidente de facto Michel
Temer ha trabajado a favor de los sectores oligárquicos que lo llevaron a ese
cargo, adelantando la destrucción del patrimonio público, en primer lugar de
Petrobras y la banca pública con el fin de amputar la posibilidad de
desarrollar políticas sociales a favor de las mayorías. De la misma manera, ha
operado para afectar los derechos de los trabajadores, todo hecho en soledad,
pero contando con el invaluable apoyo de sus adláteres corruptos del Congreso,
el Poder Judicial y el soporte que surge del silencio cómplice de las Fuerzas Armadas mientras sigue menguando cada
vez más el favor del pueblo. Por eso, a pesar de todas las trampas,
amedrentamientos, presiones, amenazas y violaciones de la ley encaminadas a
destruir la imagen de Lula e impedirle que pueda ser una opción real en las
próximas elecciones, éste sigue puntero en todas las encuestas en primera y
segunda vuelta contra cualquiera que sea el probable candidato de la derecha.
En este caso, la locura del golpe de Estado como fin último de apartar al PT
del gobierno, se comienza también a revertir en plazos muy acelerados.
Vistas así las cosas,
uno puede preguntase el rumbo que tomará América Latina, cuando el acoso a
México es brutal, a tal punto que la clase política de ese país, por primera
vez en 17 años ha vuelto nuevamente la cara hacia América Latina y cuando los
dos puntales sobre los que se ha estado construyendo la regresión política de
la región se comienzan a tambalear, la pregunta es ¿cómo va a reaccionar el
rey?, o dicho con más fundamento ¿cómo va a reaccionar la corte del rey? si se
quisiera poner a efecto aquello que -nuevamente nos recuerda a Hamlet cuando
escuchaba en voz de Polonio (acto 2, escena 2) quien le decía que: “La locura
acierta a veces cuando el juicio y la cordura no dan fruto.” Ese es mi
verdadero temor, la posibilidad que la supuesta locura del presidente sea el
argumento para que él pueda cometer toda suerte de desmanes o, -mucho más
probable- lo hagan sus subordinados cuando se comienza a configurar una
situación “fuera de control”, bajo
supuestas condiciones de demencia en las
que se sientan libres de actuar contra personas o países, sean musulmanes,
negros, migrantes indocumentados, homosexuales, mujeres, Irán, Venezuela o Cuba. En América Latina, se podría
conformar un escenario particularmente peligroso, sobre todo cuando el
pretendido ciclo que ha finalizado, se comience a manifestar otra vez, lo cual
ocurrirá más temprano que tarde sin que nadie lo pueda dudar, aunque no estoy
tan seguro que adquiera la misma forma que en 1998. Creo que necesariamente
será a partir de nuevos liderazgos, y a través de modelos de democracia más
profundas, más participativas y más radicales.
Para América Latina y
el Caribe, la disyuntiva vuelve a ser la misma que la del Príncipe de
Dinamarca: “Ser o no ser, esa es la cuestión, si es más noble para el alma
soportar las flechas y pedradas de la áspera fortuna o armarse contra un mar de
adversidades y darles fin en el encuentro…”
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