Hoy en Ecuador, como en
varios otros países de nuestra América, el delirio antidemocrático prepara con la guerra mediática el terreno para sus
próximas aventuras golpistas.
Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa
Rica
Las elecciones en Ecuador según Guillermo Lasso, la derecha y los medios hegemónicos. |
“Nos mean y los diarios
dicen llueve”: esta frase recuperada de un grafiti anónimo, y que Eduardo
Galeano popularizó en sus escritos y conferencias, es quizás la que mejor expresa
el rol que vienen desempeñando los medios de comunicación hegemónicos en
América Latina. Devenidos en poder fáctico con enorme influencia en la esfera
de lo público, y sustituyendo a los partidos políticos en nuestras desgastadas
y deslegitimadas democracias representativas, los grupos mediáticos que se
ufanan de ser paladines de la libertad de expresión y la libertad de prensa
socavan con sus acciones esos principios y derechos que dicen defender,
infligiendo profundas heridas al sistema democrático del que –también- se
autoproclaman gendarmes.
Ecuador, con su actual
proceso electoral, es el nuevo campo de batalla de una guerra mediática que se
viene librando desde hace más de 15 años. Con asombrosa coordinación y con
afinidades editoriales que escapan al reino de la casualidad, agencias de
noticias, diarios, canales de televisión, radioemisoras y sitios web de estos
conglomerados mediáticos latinoamericanos y europeos, desplegaron un estrategia
de tergiversación –cuando no de cuasi invisibilización- del triunfo electoral
del candidato de Alianza País, Lenin Moreno, con una diferencia de 11 puntos
porcentuales (más de un millón cien mil votos) sobre el banquero Guillermo
Lasso.
CNN en Español, por
ejemplo, cuya intencionalidad editorial y animadversión hacia el presidente
Rafael Correa son más que conocidas, echó mano de Carlos Alberto
Montaner, el agente de la CIA disfrazado de opinólogo, para pronosticar, sin
más sustento que sus artes de adivinación, la derrota de Moreno en segunda
ronda y el derrumbe de la Revolución Ciudadana. Y la estrategia fue más lejos
todavía: entre la noche del domingo 19 y el lunes 20 de febrero, ante la posibilidad
de una victoria de Moreno en primera ronda, que reclamaba cautela a la espera
del recuento definitivo de los votos y prudencia en el manejo de la
información, los grupos mediáticos hicieron eco de los rumores de fraude que
propaló la derecha ecuatoriana y enturbiaron la que, a todas luces, fue una
jornada democrática ejemplar en la historia reciente del país suramericano. De
inmediato, la partidocracia
ecuatoriana se lanzó al asedio del Consejo Nacional Electoral y sus principales
figuras –Jaime Nebot, Abdalá Bucaram y el propio Lasso-, responsables de la
profunda crisis social, económica y política en la que estuvo sumido Ecuador
hasta antes de la llegada de Correa a la presidencia, convocaron a sus
militantes para realizar marchas en distintas ciudades para defender la
democracia que, aseguran, el oficialismo pretende conculcar. Una ironía
macabra, que se hará cada vez grotesca conforme se acerquen los nuevos comicios
previstos para el 2 de abril y arrecie la campaña sucia contra Moreno.
Como hemos venido
sosteniendo, en el análisis de los procesos políticos de la región y en el
esfuerzo de comprender la naturaleza y tendencias de muchos de los conflictos y
disputas -culturales e ideológicas- que se desarrollan en este siglo en América
Latina, no podemos perder de vista esta dimensión de la lucha política que se
expresa como guerra mediática o terrorismo mediático. Oligarquías
decimonónicas, racistas y excluyentes; banqueros, financistas, cámaras
patronales y empresas transnacionales que aguardan la oportunidad de dar el
zarpazo a los recursos naturales y bienes públicos de la región; y junto a
ellos, una infaltable constelación de figuras de eso que Atilio Borón llama la intelectualidad bienpensante, se
acuerpan tras los grandes medios de comunicación y sus modernos sistemas
tecnológicos de difusión electrónica, televisiva, radial e impresa, para
impedir cualquier cambio que amenace el orden impuesto por el neoliberalismo.
En su libro La internacional del terror mediático
(Punto de Encuentro, 2015), el periodista uruguayo Aram Aharonian explica que
estas maniobras son características de la llamada guerra de cuarta generación
(4GW), organizadas “a partir de la colonización mental para dominar una
sociedad”, con soldados que “ya no son expertos militares, sino expertos
comunicacionales en insurgencia y contrainsurgencia, que sustituyen las
operaciones militares por las operaciones psicológicas”, y donde las balas
ceden su lugar a las consignas mediáticas bombardeadas durante las 24 horas del
día por un ejército encubierto.
Ese es el gran
escenario de conflicto de la época: el campo de batalla de las ideas y la
verdad contra la manipulación y la mentira. Porque hoy en Ecuador, como en
varios otros países de nuestra América, el delirio antidemocrático prepara con la guerra mediática el terreno para sus
próximas aventuras golpistas.
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