El sistema económico
montado por el imperialismo empieza a caerse en pedazos. Y las víctimas serán,
una vez más, los pobres países que creyeron en los cantos de sirena
neoliberales.
La llegada del señor
Trump a la presidencia de Estados Unidos ha cargado de negros nubarrones el
panorama internacional. Pero también ha producido efectos inesperados en la
economía internacional, siendo el mayor de ellos el abandono de la política de
libre comercio para volver al proteccionismo. Es más, el nuevo gobernante de
EE.UU. ha iniciado su gobierno anunciando el abandono del Acuerdo de Asociación
Transpacífico (TPP) y una drástica revisión del Tratado de Libre Comercio
suscrito con Canadá y México.
Esto afectará
directamente a los librecambistas y neoliberales de América Latina, nucleados
en la Alianza del Pacífico. El señor Macri, que torpedeó al proteccionismo del
Mercosur y puso su esperanza en esa Alianza, se ha quedado sin piso, al igual
que sus congéneres de Brasil, Paraguay, Perú y Colombia.
Igual cosa les va a
pasar a los neoliberales ecuatorianos, comenzando por Guillermo Lasso y Cynthia
Viteri y continuando con los dirigentes de las cámaras empresariales. Todos
ellos bebieron en las ideas de Milton Friedman y la Escuela de Chicago, que
proclamaban al libre comercio como el espacio natural del capitalismo e
incitaban a que cada país acrecentara su llamada ‘vocación productiva’.
Así, el neoliberalismo
era el nuevo empaque de la vieja receta colonialista y neocolonialista, según
la cual a Europa y EE.UU. les correspondía el papel de fábricas del mundo y a
los países del Sur el de productores de materias primas y consumidores de las
mercancías fabricadas en el Norte. De este modo, la escena internacional se
llenó de supuestas libertades útiles a los países imperialistas, tales como el
‘libre comercio’ y la ‘libre circulación de capitales’, pero paralelamente se
restringió la libre circulación de la mano de obra. Ahora, todo eso ha empezado
a irse al basurero de la historia. Como efecto de la política imperialista en
África y Oriente Medio, que montó guerras y derribó gobiernos, millones de
seres humanos han abandonado sus países de origen para marchar a Europa, que se
ve desbordada por esa inmigración masiva.
A su vez, en América
Latina y el Caribe, las estructuras de miseria creadas por las oligarquías
locales y el imperialismo han motivado la creciente migración de trabajadores
hacia EE.UU.
Paralelamente, la
emergencia de los países asiáticos -y en especial de China- como nuevas
potencias industriales, ha descalabrado el sistema comercial imperialista y ha
puesto a la economía occidental contra las cuerdas. Con el Brexit, Inglaterra ha lanzado un grito
de ¡Sálvese quien pueda! y se ha aislado de la Europa comunitaria, cuyo futuro
aparece incierto. Y Trump trata de restablecer el mercado interno de EE.UU.
mediante una dura política proteccionista y un brutal combate a la
inmigración.
Todo esto ha arruinado
las reglas del juego capitalista en el mundo entero. El sistema económico
montado por el imperialismo empieza a caerse en pedazos. Y las víctimas serán,
una vez más, los pobres países que creyeron en los cantos de sirena
neoliberales.
En nuestro país, la
gran producción fue montada para satisfacer los requerimientos secundarios del
mundo capitalista: frutas, flores, hortalizas, camarones. Es más, nuestra
mentalidad empresarial está orientada al mercado exterior. ¿Qué harán ahora
nuestros empresarios, tan neoliberales? ¿Qué futuro le pueden ofrecer a Ecuador
sus candidatos presidenciales, el señor Lasso y la señora Viteri? Nada nuevo.
Son candidatos de un pasado que se derrumba.
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