Aunque Alianza PAIS ha
ganado ampliamente estas elecciones, queda por definirse en segunda vuelta la
elección presidencial. Tal como están las cosas, aun en el supuesto no
consentido de que ganara esa segunda vuelta, la derecha tendría que gobernar
con una mayoría legislativa contraria, que frenaría sus desmanes antisociales
de estilo Macri.
Jorge Núñez Sáchez /
El Telégrafo
En las últimas semanas,
el país ha ido presenciando la afloración de una serie de acciones sospechosas
por parte de ciertos líderes de la derecha. El asunto comenzó cuando alguno de
ellos dijo que se preparaba un supuesto fraude electoral por parte del Gobierno
y que la oposición debía mantenerse alerta. Ese rumor fue repetido por otros
irresponsables, sin dar prueba alguna de sus asertos.
Puesta a rodar la bola,
el inefable señor Bucaram dijo que cada votante debía llevar su propia pluma,
pues los esferográficos que iba a entregar el Consejo Nacional Electoral eran
trucados y permitían borrar lo escrito y volver a rayar por otro candidato.
Paralelamente un pícaro puso a rodar por redes sociales un video donde se veía
una mano trazando en un papel una raya que luego era borrada con facilidad.
Aunque era evidente que el supuesto papel tenía encima una hoja plástica, el
video se regó por las redes y abonó a las sospechas de opositores despistados o
paranoicos.
A continuación asomó en
Quito una agente provocadora venezolana, quien dijo había sido presidenta del
CNE de su país y que venía a denunciar el fraude electoral que supuestamente se
había montado en Ecuador. Por lo visto, buscaba que la detuvieran para montar
un escándalo internacional. Como la Policía dijo que no la iba a detener, ella
pidió asilo en la embajada de EE.UU. aduciendo ser una perseguida política.
Esos eran los
preparativos de lo que vendría luego de las elecciones: el ‘calentamiento de
las calles’ con la acusación de un supuesto fraude, la irresponsable
convocatoria de Lasso y Páez a sus seguidores para cercar las sedes del CNE y
exigir que haya una segunda vuelta y los rumores de que un general se había
sublevado con sus tropas.
Frente al CNE, donde un
centenar de activistas de CREO se mantenía en ‘vigilia’, asomó un estúpido que
amenazó con incendiar Quito si el CNE no cumplía con sus exigencias. Y todo ese
escándalo ha sido multiplicado por los grandes canales y periódicos de la
derecha, que buscaban alarmar al país y presionar al CNE para que hubiera
segunda vuelta a cualquier precio. A eso se sumaron las arengas incendiarias de
Lasso, de Páez, de Nebot y Bucaram, al igual que de las cámaras empresariales,
presionando y amenazando al CNE con el mismo objetivo.
Todo ello forma parte
de unas ‘tácticas de golpe de Estado’, aplicadas ya en otros lugares de América
Latina y del mundo. Y tras ello asoma la mano del imperio, de las empresas de
mercenarios especializadas en montar golpes contra gobiernos progresistas y de
nuestra propia derecha, esencialmente antidemocrática.
Basta escuchar las
infames declaraciones de César Monge, coordinador nacional de la campaña de
Lasso, para saber cómo piensa la derecha sobre el pueblo manabita y ecuatoriano
en general, y conocer su desprecio por la democracia.
Aunque Alianza PAIS ha
ganado ampliamente estas elecciones, queda por definirse en segunda vuelta la
elección presidencial. Tal como están las cosas, aun en el supuesto no
consentido de que ganara esa segunda vuelta, la derecha tendría que gobernar
con una mayoría legislativa contraria, que frenaría sus desmanes antisociales
de estilo Macri.
Por eso, no sería de
extrañar que la derecha intentara en las próximas semanas completar el golpe de
Estado, apoderarse por la fuerza del poder que ha perdido en las urnas y
sepultar la Constitución de Montecristi, a la que acusa de ser el origen de
todos los males que la agobian.
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