Sobre la detención del
general César Milani en La Rioja,
acusado de participar en secuestros
durante la última dictadura, como de todo hecho y para el caso de la resonancia
pública del presente, cabe hacer diferentes lecturas.
Carlos María Romero Sosa / Especial para Con Nuestra
América
Desde Buenos Aires,
Argentina
La primera
indudablemente compromete al anterior gobierno, que habiendo tomado como
bandera la defensa de los derechos humanos lo catapultó a la jefatura del
ejército, haciendo oídos sordos a las varias denuncias sobre sus presuntas
actividades ilegales en los años de plomo.
Empero, también, será
atendible considerar al respecto algo que se ha
podido advertir desde que comenzó a circular la noticia de la prisión
preventiva del militar. Se trata de la no ocultada satisfacción de ciertos factores de poder, léase medios o
multimedios, por la actual situación
procesal de Milani; cosa compartible si se está de acuerdo con que todo
genocida debe estar preso sea quien sea.
Sin embargo, se
desprende de esa publicada complacencia una interrogación: ¿para algunos analistas, el pecado de Milani
fue su participación en la llamada guerra sucia o haber pertenecido al gobierno
de la doctora Cristina Fernández de Kirchner; y en tal caso, la penalidad por
aquel delito no valdrá sobre todo para
castigar este otro?
¿Por qué? Pues
porque no es novedad alguna que esos
mismos grupos de presión -hablo de tales “lobbys” y no de los familiares de
procesados o condenados cuya preocupación y sufrimiento humanamente se
comprende-, ya desde antes de asumir el actual presidente comenzaron o intensificaron una campaña a favor de que se
detengan los juicios por delitos de lesa humanidad. Y lo vienen haciendo con
apelación a todo tipo de argumentos:
desde la invitación a mirar hacia delante y cerrar el pasado, al negacionismo
liso y llano. Y desde un súbito bautismo en la fe del recientemente fallecido
pensador francobúlgaro Tzvetan Todorov y
su tesis sobre los “abusos de la memoria”, a enternecer con reclamos por la
alta edad de los presos, tema que no
convendría agitar mucho porque surgen de inmediato en la memoria colectiva, a
contrario sensu, por ejemplo los cortos
años de las víctimas de la Noche de los Lápices o los días apenas de vida de
los bebés robados.
El oxímoron es un
válido recurso literario, la incoherencia interesada en materia política se
llama cinismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario