En estos años en los que muchos hablan de fin
de ciclo, podemos asegurar justo lo contrario: está surgiendo otro ciclo, tal
vez más sosegado, pero que puede volver a dar otro salto adelante en la
Historia Latinoamericana.
Alfredo
Serrano Mancilla / CELAG
Más allá de que ganen o pierdan en sus próximas citas electorales, ya
podemos afirmar que ha surgido otra ola progresista en la región. Este nuevo
bloque está conformado por: MORENA, en México, con Andrés Manuel López Obrador
al frente; Gustavo Petro, de Colombia Humana; Verónika Mendoza con Nuevo Perú;
y los jóvenes Gabriel Boric y Giorgio Jackson del Frente Amplio, en Chile.
Ninguno de ellos es un personaje nuevo en la política, pero sí lo son sus
formaciones políticas. Cada una tiene sus particularidades, propias del
contexto histórico de cada país. Y, sin embargo, todas estas alternativas
tienen rasgos característicos en común.
1) Surgen en países con gobiernos neoliberales desde hace décadas. Es
precisamente en la Alianza del Pacífico donde se observa la emergencia de estas
propuestas alternativas, basadas en la reivindicación de unos mínimos en
materia de derecho social y soberanía. Tras años de aplicación de una política
de “normalización duradera” de condiciones paupérrimas de vida para una gran
parte de la población, germinan, en contraposición, unas opciones políticas en
sintonía con demandas básicas en educación, salud, empleo y salario, y
oportunidades para los jóvenes. Comienza a entrar en crisis la efectividad de
la estrategia de inoculación del “no se puede” como sentido común dominante,
para transitar hacia un estadio no tanto del “sí se puede”, sino más bien de
una suerte de “quizás se pueda”. Y esto es, justamente, lo que abre un insólito
momento de disputa en estos países neoliberales que por ahora nunca habían
visto peligrar su hegemonía.
2) No nacen de movilizaciones, sino que lo hacen de manera silenciosa.
No son tiempos de cortes de ruta y marchas multitudinarias. La nueva mayoría no
se manifiesta con vehemencia, pero su descontento crece sin retorno. Desconfían
de casi de todo lo que procede de la política y, por ello, su forma de
acercarse a las nuevas propuestas es mucho más “light”. El apoyo no es visceral
ni viene con un contrato de fidelidad eterna. Por ahora es transitorio,
coyuntural; todo pende de un hilo, siempre están en vigilancia. Pero, poco a
poco y a medida que las políticas neoliberales avanzan, y crecen la desigualdad
y la exclusión, y asoma con mayor probabilidad la posibilidad de poner punto y
final a lo viejo, el voto por el cambio crece. La vía electoral se presenta,
así, como un camino sigiloso que ya canaliza la insatisfacción, sin necesidad
de tener que acudir a las plazas.
3) Tienen sus orígenes en la izquierda. Todos los actuales
representantes de esta nueva ola progresista latinoamericana vienen del mismo
lugar político, aunque con sus propios matices. Eso sí: todos militaron en
propuestas de izquierda. Lucharon en trincheras que, con el paso del tiempo,
fueron abandonando. Petro dejó el M19 y el Polo Democrático; López Obrador, el
Partido de la Revolución Democrática (PRD); Verónika Mendoza, el Frente Amplio;
y Boric y Jackson, fueron dejando atrás los espacios de la izquierda
universitaria para dar el salto a la política nacional. Es decir, todos
tuvieron un punto de partida en la izquierda, y luego, al pasar de los años,
fueron transformándose en función de sus propias circunstancias sin dejar de
ser lo que eran pero actualizando propuestas y el proyecto político que ahora
defienden.
4) Evolucionan hacia un campo político progresista aún en construcción.
Es demasiado prematuro para encorsetarlos y para etiquetarlos. El desenlace
dependerá del margen de posibilidades para abrir brechas y, también, de lo que
la ciudadanía quiera. No se hacen revoluciones ni cambios políticos desde
ningún software. Todo está en función de condiciones objetivas y subjetividades
dominantes. Lo primero es encontrar la sintonía con el actual reclamo de la
gente. Luego, todo se verá. Si se llega a gobernar o no y bajo qué condiciones
de fuerza, si es que se logra. Son múltiples los factores que marcaran la vida
de cada proyecto político. Hasta el momento, sí coinciden en algo: exigir
derechos sociales básicos, políticas más inclusivas, oportunidades más
igualitarias y mayor grado de soberanía. Pero ninguno de estos proyectos políticos
está cerrado; todo está en pleno desarrollo.
5) Intentan ser equidistantes entre la vieja derecha disfrazada como
nueva y la izquierda nacida a inicios del siglo XXI. Claramente, se sitúan en
las antípodas de la ofensiva conservadora. Sin embargo, también procuran poner
cierta distancia con la izquierda de Chávez y Maduro, Evo, Correa, Néstor y
Cristina, y Lula y Dilma. No quieren ser herederos de activos ni pasivos de
otros procesos que les son ajenos aunque sí hayan tenido un cierto grado de influencia,
al menos en una enseñanza: la necesidad de tener que asaltar el poder para
cambiar las cosas. Pero no quieren rendir cuentas de otros procesos. Es como
una sombra que les persigue porque es usada por sus detractores para
estigmatizarlos rápidamente como lo viejo, como lo pasado. Se trata de un
dilema todavía por resolver que, seguramente, a medida que se vayan emancipando
y teniendo su propia vida esas comparaciones tan recurrentes dejarán de ser
efectivas.
En definitiva, la vida política siempre está en movimiento. Nada
permanece estático por muy adormecida que una sociedad pueda aparentar ser.
Siempre hay una fibra que tocar. No siempre es la misma en cada momento
histórico. Cada época cuenta con sus reglas y su propia episteme. En estos años
en los que muchos hablan de fin de ciclo, podemos asegurar justo lo contrario:
está surgiendo otro ciclo, tal vez más sosegado, pero que puede volver a dar
otro salto adelante en la Historia Latinoamericana.
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