El desarrollo de los hechos va develando la trama, lo más relevante es
que se está sabiendo a través de las declaraciones de los propios actores, los
que por impericia, estupidez o arrogancia van dando a conocer piezas del
rompecabezas que es necesario ir armando.
Sergio Rodríguez Gelfenstein / Especial para Con Nuestra
América
Desde Caracas,
Venezuela
El Plan Colombia por un lado, así como las gigantescas ganancias
producidas por el narcotráfico por otro, han mostrado una economía colombiana
ficticia, que solo tenía cierto respiro por estos dos factores, que no podían
ser contabilizados formalmente como parte del “esfuerzo nacional a favor del
desarrollo y el progreso”. Hay que recordar que la década de los 80 del siglo
pasado, considerada como “perdida” para América Latina por los economistas y
las organizaciones internacionales, tuvo crecimiento negativo para todos los
países de la región, menos para Panamá, que tuvo crecimiento cero, Cuba: un 3%,
todavía integrando el Consejo de Ayuda Mutua económica (CAME) conformado por
los países socialistas y…Colombia, que creció 9%, algo solo explicable, -según
los economistas- por la gigantesca reinversión en el país de los recursos de la
industria del narcotráfico.
La última década del siglo pasado introdujo el Plan Colombia en la
realidad del país, como instrumento ilegal que violaba el artículo 341 de la
Constitución Nacional, al crear un documento paralelo al Plan Nacional de
Desarrollo, el cual según establece la Carta Magna debe ser elaborado por
diferentes instancias gubernamentales para ser sometido a la aprobación del
Consejo Nacional de Planeación. Así, al margen de la ley, y cediendo soberanía,
(toda vez que como contraprestación, Colombia debió aceptar la presencia de las
Fuerzas Armadas de Estados Unidos en su territorio sin autorización del
Congreso) la oligarquía colombiana se entregó al festín que significaba recibir
miles de millones de dólares de Estados Unidos, la “ayuda” más alta de este
país a otro del hemisferio occidental y una de las de mayor cuantía en el
mundo. La realidad era que si Estados Unidos hubiera querido “apoyar” a
Colombia, hubiera suprimido su política proteccionista que impedía o
dificultaba la exportación de productos colombianos en un monto muy superior a
los recursos aportados por el Plan Colombia. Todo esto se producía durante los
primeros años del gobierno del presidente Chávez en Venezuela, cuando Andrés
Pastrana lo era en Colombia. Había comenzado la época del parasitismo
estructural de la economía colombiana que inició con la gigantesca inyección de
recursos del narcotráfico.
El Plan Colombia transformó al país y en especial a las fuerzas
armadas en devotos de los recursos, pero estos debían mostrar eficacia en su
uso para que el Congreso de Estados Unidos continuara avalando el alud de
capitales que comenzó a llegar y a modular el comportamiento de los receptores.
Así, bajo inspiración de Álvaro Uribe presidente y Juan Manuel Santos, ministro
de defensa, se diseñó la política de los “falsos positivos” que significaba
ponerle precio a la eficiencia bélica de las fuerzas armadas, cuantificada con
los muertos que se anunciaba como “guerrilleros dados de baja”, sólo que se
descubrió que tales combatientes insurgentes no lo eran, y que el parasitismo
financiero crónico condujo al asesinato de decenas de personas, solo por el
afán de obtener más recursos, poniendo en evidencia un acto de violación masiva
y continuada de derechos humanos solo permitida porque contaba con el aval de
Washington.
La reducción de los caudales internacionales para una guerra contra el
narcotráfico que acorde a la decisión de Estados Unidos no se libra ni por un
minuto en su territorio sino en los campos de los países productores, que además
de ser criminalmente regados con el glifosato asesino de plantas, animales y el
envenenamiento de las aguas que alteran la vida de campesinos que solo obtienen
el 0,4% del valor final del producto transformado en droga, significó una
alteración profunda en los mecanismos criminales del Estado productor. Las
negociaciones de paz entre las Farc y el gobierno colombiano significaron una
caída en el ingreso de las fuerzas armadas que recibieron otro golpe cuando el
tribunal de La Haya falló a favor de Nicaragua en la delimitación de áreas
marinas, y con ello, la ruta más importante de transporte de la droga disminuyó
ostensiblemente su funcionamiento, siendo esta vez la marina colombiana, la que
recibió el golpe. La economía se estremecía, la caída en el gasto social fue
brutal: pagaron los maestros, los miles de niños wayúu de la Guajira muertos
por inanición, los campesinos que vieron disminuidos sus ingresos, los pobres
de la ciudad y el campo que han visto extenderse la pobreza extrema en las
zonas urbanas y rurales hasta superar el 20%, las clases medias y populares que
se han hecho más pobres, todo lo cual ha sido falsamente burlado con demagogia
y con el apoyo de las noticias falsas emanadas de los medios de comunicación
como Caracol, RCN, el Tiempo y el Espectador, máximos exponentes de la
desinformación planificada desde el poder.
Cuando parecía que no había argumentos para explicar la crisis y el
incremento de la pobreza a partir de 2008 en momentos de una plena expansión
económica que no significó mayor equidad, el tema de Venezuela vino en auxilio
de la atribulada oligarquía colombiana, que imitando a su amo del norte comenzó
a tratar de superar por vía externa, la profunda inmundicia que había creado al
interior del país. Primero fue Uribe, quien en los estertores de su mandato, se
inventó unos inexistentes campamentos guerrilleros en territorio venezolano,
amenazando con una invasión para venir a combatirlos. Sólo la firmeza del
Comandante Chávez y la fortaleza de la unidad cívico-militar en Venezuela
impidieron esta locura. Las relaciones fueron interrumpidas y el comercio
bilateral seriamente afectado, creando gigantescas pérdidas al sector
productivo y exportador de Colombia con un consiguiente desempleo y caída en
los ingresos que la oligarquía no podía sostener. Por eso desestimaron un
posible nuevo período de Uribe y rechazaron a Arias quien era el sucesor
designado. Eligieron a Santos con la misión de recuperar las relaciones con
Venezuela y con Ecuador país que también había roto sus relaciones tras ser
invadido por las fuerzas armadas colombianas.
La guerra comenzó a dejar de ser un buen negocio, por eso se le dio el
mandato a Santos para que negociara la paz, había que aprovechar las
condiciones que emanaban de los TLC firmados con Estados Unidos y otros países
para incrementar ganancias, pero antes se debía modernizar el aparato
productivo y la infraestructura, sobre todo la de transporte que impedían
ampliar el comercio y las exportaciones. Desde el primer momento, Venezuela
apoyó las negociaciones de paz, no sólo eso: las incitó, las promovió, las
estimuló, sin embargo, a cambio solo recibió el desprecio de las élites
neogranadinas, todavía sedientas de poder, ganancia y sangre.
Por ello su ensañamiento con Venezuela, sobre todo el de Santos que al
igual que Obama han dedicado su Premio Nobel de la Paz a desarrollar la guerra,
como si ese fuera el sino de ese premio innoble. Y en esa lógica, el actual
gobierno colombiano encontró una nueva forma de auto financiamiento: recurrir
al Fondo Monetario Internacional (FMI), pero no para pedir un crédito para su
país como lo acaba de hacer Mauricio Macri, sino para “rescatar a Venezuela”.
Sin que nadie se lo pidiera, el ministro de Hacienda de Colombia, Mauricio
Cárdenas aseveró que este “plan de rescate” está pensado “para los venezolanos
(ya que) el día que Venezuela adopte las medidas económicas correctas va a
requerir una financiación adicional para poner la casa en orden, y que la
economía vuelva a funcionar”, porque “Nadie sabe cuándo va a darse un cambio de
gobierno en Venezuela pero tenemos que estar preparados para eso”.
Si nadie sabe cuándo va a haber un cambio de gobierno en Venezuela,
uno podría preguntarse entonces ¿para qué está pidiendo esa enorme cantidad de
recursos?, sobre todo cuando estamos hablando de un gobierno que se va en menos
de tres meses, ¿será que necesitan dinero para la campaña electoral? O ¿para
pagarles a los maestros y campesinos burlados en negociaciones en las que el
gobierno nunca cumple? O simplemente ¿para retirarse con un dinerillo en el
bolsillo? El talante parasitario y corrupto de la elite colombiano da para
pensar cualquier cosa, sobre todo cuando sus representantes se han dedicado a
vociferar respecto de los 4 millones de venezolanos que han huido del país, la
mitad de los cuales se habrían establecido en Colombia, para lo cual también
han visitado Estados Unidos y los organismos internacionales pidiendo recursos
desesperadamente, dando lástima y transmitiendo dolor, Cárdenas afirmó que
“Hasta ahora Colombia lo ha hecho con sus propios recursos y presupuestos, pero
ya empieza a haber problemas fiscales, porque estamos hablando de números muy
grandes, que requieren servicios de salud, educación, asistencia para su
alimentación”. Es válido entonces, preguntarse qué haría el gobierno colombiano
si tuviera que preocuparse y atender a los 5 millones y medio de conciudadanos
que viven en Venezuela y que contrario a lo que se dice siguen llegando
desplazados por las persecuciones, las masacres y el despojo de tierras a los
que son sometidos por los paramilitares bajo abrigo y protección de los
organismos de seguridad y las fuerzas armadas, mientras el gobierno de ese país
se hace de la vista gorda ante tales desmanes.
En todo caso, el FMI que –como se sabe- es una institución conducida
en los últimos años por directores gerentes corruptos (Rodrigo Rato, Dominique
Stauss-Kahn y Christine Lagarde), todos investigados por la justicia y,
manejado por Estados Unidos que tiene acciones suficientes para vetar cualquier
decisión, vive de hacer negocios a la segura con países en dificultades
severas, aplicando sus recetas de hambre y miseria, pero no corre riesgos para
satisfacer intereses privados, así sea de grupos poderosos de la oligarquía de
algún país. Por eso, El director del Hemisferio Occidental del Fondo Monetario
Internacional (FMI), Alejandro Werner se
apresuró a responderle al ministro de Hacienda de Colombia, diciendo que era
muy prematuro “hablar de cifras y planes” para Venezuela.
Por otra parte, la falsedad de los números manejados por el gobierno
colombiano para justificar su demanda de recursos fueron puestos en evidencia y desmentidos por
funcionarios del propio Estado: Felipe Muñoz gerente para la frontera con Venezuela
y Carlos Iván Márquez, director de la Unidad Nacional para la Gestión del
Riesgo de Desastres de Colombia evidenciaron que el Registro Administrativo de
Migrantes Venezolanos en Colombia arrojó que en el país hay 203.989
venezolanos, no dos, ni tres, ni cuatro millones como estos delincuentes han
dicho en su afán de esquilmar a las organizaciones financieras internacionales.
Como siempre, el objetivo real que se busca se termina sabiendo, en
Hungría, el presidente colombiano donde al parecer viajó a “vender” a Venezuela
a empresarios europeos, afirmó que "Con el cambio de régimen —que se va a
dar y que se va a dar muy pronto—, la economía venezolana con un poco de buen
Gobierno va a dispararse rápidamente y la oportunidad para Colombia es
enorme". En pocas palabras, se trata de ayudar a Estados Unidos a reventar
la economía venezolana, para instalar un gobierno que le dé mejores
oportunidades a la oligarquía colombiana de hacerse cargo del país a fin de
exprimir al pueblo de Venezuela como lo hace con el propio. El mismo Santos
explicó que Venezuela es “el país más rico en América Latina”. Visto desde su
perspectiva aviesa y corrupta debe estar pensando que “Venezuela es un buen
botín” por eso, dijo -el artífice de la invasión a Sucumbíos en Ecuador- que si
él tuviera que apostar, “le apostaría a Venezuela a futuro”. Sólo un hampón
mafioso puede ser tan descarado.
1 comentario:
¡Qué caradurismo el de estos «hermanos» colombianos... ¿para qué está pidiendo (el Gobierno de Santos) esa enorme cantidad de recursos?, sobre todo cuando estamos hablando de un gobierno que se va en menos de tres meses, ¿será que necesitan dinero para la campaña electoral? O ¿para pagarles a los maestros y campesinos burlados en negociaciones en las que el gobierno nunca cumple? O simplemente ¿para retirarse con un dinerillo en el bolsillo?
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