Curioso este mundo nuestro, gestado en la batalla de la
naturaleza contra la falsa erudición, en el que el liberal anticlerical José
Martí, ungido Apóstol por su pueblo, y el jesuita Jorge Mario Bergoglio,
devenido Papa Francisco, tienen tanto que compartir, y lo comparten.
Guillermo
Castro H. / Especial para Con Nuestra América
Desde Ciudad Panamá
Se ponen
de pie los pueblos, y se saludan. “¿Cómo somos?” se preguntan; y unos a otros
se van diciendo cómo son. Cuando aparece en Cojímar un problema, no van a
buscar la solución a Dantzig. Las levitas son todavía de Francia, pero el
pensamiento empieza a ser de América. Los jóvenes de América se ponen la camisa
al codo, hunden las manos en la masa, y la levantan con la levadura de su
sudor. Entienden que se imita demasiado, y que la salvación está en crear.
Crear es la palabra de pase de esta generación.”
En el año 2013, “primero de mi Pontificado”, el Papa
Francisco dio a conocer su Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, dedicada a “el anuncio del Evangelio en el mundo
actual” para contribuir a la construcción de
“un pueblo en paz, justicia y fraternidad”. Para ese propósito, propuso
“cuatro principios relacionados con tensiones bipolares propias de toda
realidad social.”[2]
El primero de ellos consiste en que el tiempo es superior
al espacio. Entender y atender esto permite “trabajar a largo plazo, sin
obsesionarse por resultados inmediatos”, y “soportar con paciencia situaciones
difíciles y adversas, o los cambios de planes que impone el dinamismo de la
realidad,” en tanto que privilegiar el control del espacio conduce a
“cristalizar los procesos y pretender detenerlos”. Si de construir pueblo se
trata, lo importante “es ocuparse de iniciar procesos más que de poseer
espacios”, privilegiando “las acciones que generan dinamismos nuevos en la
sociedad e involucran a otras personas y grupos que las desarrollarán, hasta
que fructifiquen en importantes acontecimientos históricos.”
El segundo principio plantea que la unidad prevalece sobre el conflicto.
Es necesario reconocer y asumir el conflicto, dice, para no perder “el sentido de la unidad profunda de la
realidad”, y transformarlo “en el eslabón de un nuevo proceso.”nnn Con ello, la
solidaridad, se convierte “en un modo de hacer la historia, en un ámbito
viviente donde los conflictos, las tensiones y los opuestos pueden alcanzar una
unidad pluriforme que engendra nueva vida”, mediante la transición a “un plano
superior que conserva en sí las virtualidades valiosas de las polaridades en
pugna.”
Esa transición se torna más sencilla a la luz del tercer
principio, que nos advierte que “la realidad es más importante que la idea.”
El diálogo constante entre ambas nos ayuda a promover lo que en verdad convoca,
que es “la realidad iluminada por
el razonamiento.” Esto tiene especial importancia en tiempos de incertidumbre,
en los que se promueve desde los espacios del poder la primacía de la voluntad
sobre la razón, del mito sobre la verdad y del miedo sobre la esperanza.
Tiempos así demandan “prestar atención a lo global para
no caer en una mezquindad cotidiana,” sin desdeñar lo local “que nos hace
caminar con los pies sobre la tierra.”
La tensión entre ambas dimensiones se expresa en una realidad en la que
el todo “es más que la parte, y también es más que la mera suma de ellas,” como
el poliedro “que refleja la confluencia de todas las parcialidades que en él
conservan su originalidad.”
Esta superioridad del todo sobre las parte, dice, se abre
a “los pobres con su cultura, sus proyectos y sus propias potencialidades”, y
representa “la conjunción de los pueblos que, en el orden universal, conservan
su propia peculiaridad; es la totalidad de las personas en una sociedad que
busca un bien común que verdaderamente incorpora a todos.” Curioso este mundo
nuestro, gestado en la batalla de la naturaleza contra la falsa erudición, en
el que el liberal anticlerical José Martí, ungido Apóstol por su pueblo, y el
jesuita Jorge Mario Bergoglio, devenido Papa Francisco, tienen tanto que
compartir, y lo comparten.
Panamá,
17 de mayo de 2018
[1] “Nuestra América”. El Partido Liberal, México, 30 de enero
de 1891. Obras Completas. Editorial
de Ciencias Sociales, La Habana, 1975. VI, 20.
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