La conjunción de una
nueva crisis del petróleo que podría elevar los precios hasta los $100 el
barril para finales del 2018 con la excesiva fortaleza del Dólar podría
provocar una ciclogénesis económica en América Latina y el Caribe.
Germán Gorraiz López / Para Con Nuestra América
Desde España
La tormenta perfecta: petróleo y dólar
Los principales países
desarrollados cuentan con reservas estratégicas de petróleo que destinan
exclusivamente para uso en situaciones críticas para garantizar el consumo
interno durante un par de meses, inventarios que habrían sufrido una caída por
debajo de la media de los últimos cinco años. Ello, aunado con un aumento de la
demanda energética mundial cercana a 1,5 millones de barriles al año, el
recorte de producción pactado entre Rusia y la OPEP y una peligrosa caída de la
producción en países como Venezuela (600 mil barriles menos al día), Angola
(300 mil barriles menos al día), posibles disrupciones en el bombeo de países
inestables como Nigeria y Libia y el incremento de sanciones de EEUU a Irán
podría desembocar en un recorte de 1,5 millones barriles, lo que conllevará un
peligroso incremento de los precios del crudo hasta niveles de los $100 barril
para finales del 2018.
Por otra parte, en
América Latina, la contracción de la demanda mundial de materias provocará el
estrangulamiento de sus exportaciones y la depreciación generalizada de sus
monedas debido a la fortaleza del dólar, lo que se traducirá en aumentos de los
costes de producción, pérdida de competitividad, tasas de inflación desbocadas
e incrementos espectaculares de la Deuda Exterior. Así, según la Directora
Gerente del FMI, Lagarde, “la fortaleza del dólar junto con la debilidad de los
precios de los productos crea riesgos para los balances y financiación de los
países deudores en dólares”, de lo que se deduce que las economías de América
Latina y Caribe estarán más expuestas a una posible apreciación del dólar y la
reversión de los flujos de capital asociado lo que podría desembocar en el
escenario más peligroso para la economía: la estanflación.
¿Qué es la estanflación?
Históricamente, la
estanflación ha estado ligada al precio de las materias primas, de lo que sería
paradigma la Crisis del Petróleo de 1.973 (Primera Crisis del Petróleo). Dicha
Crisis fue provocada por la estrategia de castigo de la OPEP a las economías
occidentales por apoyar a Israel en la Guerra de Yom Kippur y cuadruplicó los
precios del crudo lo que provocó un fuerte efecto inflacionista de bienes y
servicios. Paralelamente, se produjo un súbito aumento de los costes de
producción de las empresas que ante la imposibilidad de revertir dichos costes
en el precio final de sus productos, optaron por redimensionar sus plantillas,
provocando un aumento desbocado de las tasas de desempleo y la consecuente
constricción del consumo interno, entrando así en una espiral negativa que
derivó finalmente en una drástica reducción de la actividad económica de los
países afectados.
Por estanflación se
entiende la suma de una inflación desbocada y un escenario de recesión
económica (una economía entra en recesión técnica después de dos trimestres de
caídas consecutivas del PIB nacional según el FMI) y es un término acuñado en
1965 por el entonces ministro de Finanzas británico, Ian McLeod que utilizó la
palabra “stagflation” en un discurso ante el parlamento Británico. Se trata de
una de las más peligrosas combinaciones para la economía ya que ambos elementos
distorsionan el mercado y la terapia de choque para combatir el estancamiento
económico tiene como efecto secundario el incremento de la inflación. Así, para
incentivar el consumo y salir de la recesión se requieren terapias basadas en
la expansión fiscal y monetaria, medidas que a su vez generan más inflación lo
que al final deviene en un círculo explosivo que podría reeditar la “Década
perdida de América Latina” (Década de los 80).
¿América para los Americanos?
La estrategia
fagocitadora de EE.UU. tendría como objetivos a medio plazo aglutinar el Arco
del Pacífico para integrar además a Costa Rica, Ecuador, El Salvador,
Guatemala, Honduras, Nicaragua y Panamá e incorporar por último al Mercosur
(Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay) a la Alianza del Pacífico, siguiendo la
teoría kentiana del “palo y la zanahoria “ expuesta por Sherman Kent en su
libro “Inteligencia Estratégica para la Política Mundial Norteamericana”
(1949). En dicho libro, Kent afirma que “ la guerra no siempre es convencional:
en efecto, una gran parte de la guerra, de las remotas y las más próximas, ha
sido siempre realizada con armas no convencionales: [...] armas [...] políticas
y económicas. La clase de guerra en que se emplean [...] (son la) guerra
política y la guerra económica.” Los fines de estos tipos de guerra fueron
descritos por este autor de la siguiente manera: “en estas guerras no
convencionales se trata de hacer dos cosas: debilitar la voluntad y la
capacidad de resistencia del enemigo y fortalecer la propia voluntad y
capacidad para vencer” y más adelante añade que los instrumentos de la guerra
económica “consisten en la zanahoria y el garrote”: “el bloqueo, la congelación
de fondos, el ‘boicot’, el embargo y la lista negra por un lado; los subsidios,
los empréstitos, los tratados bilaterales, el trueque y los convenios
comerciales por otro”. Finalmente, Cuba, Venezuela, Nicaragua y Bolivia como
países díscolos a las tesis de EEUU serían las probables víctimas de la
política del Big Stick o “Gran Garrote”, (cuya autoría cabe atribuir al
presidente de Estados Unidos Theodoro Roosevelt), sistema que desde principios
del siglo XX ha regido la política hegemónica de Estados Unidos sobre América
Latina, siguiendo la Doctrina Monroe ,“América para los Americanos”.
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