La retirada de seis de los doce miembros de la Unión de Naciones
Suramericanas (UNASUR), coloca el proceso de integración regional, que ya vivía
un agudo período de parálisis, a la defensiva y sin posibilidades de
reactivarse a corto plazo. Es una victoria de EEUU, una derrota de los progresismos y de las
izquierdas de la región, que no supieron pisar el acelerador cuando aún era
posible.
Raúl Zibechi / Sputnik
El tratado constitutivo
fue firmado el 23 de mayo de 2008 en Brasilia pero los primeros pasos se dieron
ya en 2004 a instancias del gobierno de Luiz Inazio Lula da Silva. Está
integrado por los doce países independientes de Sudamérica, que suman 400
millones de habitantes. La Unasur se propone construir una identidad y una
ciudadanía sudamericanas en el marco de la integración regional que, a
diferencia de otras instancias, trasciende lo económico para abarcar todos los
aspectos de la vida de las naciones.
Se dotó de varios
organismos, como el Consejo de Jefes y Jefas de Estado, un consejo de ministros
y un parlamento. Cuenta también con consejos sectoriales, siendo el más
importante el Cosiplan (Consejo Suramericano de Infraestructura y
Planeamiento), heredero de la IIRSA (Iniciativa de Integración de la región
Surameriana), que está focalizado en la construcción de redes de
infraestructura, transportes y telecomunicaciones, para impulsar el desarrollo
social y económico.
Entre las ambiciones de
la Unasur figura la creación de una moneda suramericana, en la misma dirección
que el euro en la Unión Europea. El Consejo de Defensa Suramericano es una de
las creaciones más notables del organismo regional, ya que pretende no sólo
promover la cooperación militar defensiva, sino la construcción de equipos y
tecnologías propias para dotar a la región de autonomía en el campo de la
defensa. Este consejo había sido definido como la "OTAN
suramericana", una propuesta que choca con los intereses estratégicos de
EEUU en la región.
Esa iniciativa había partido del presidente Lula y
fue anunciada por el coronel Oswaldo Oliva Neto (uno de los cuadros
estratégicos más importantes de su Gobierno), durante un seminario sobre temas
de interés conjunto de Brasil y la Unión Europea en 2006. Se trataba, por un
lado, de impedir una aventura militar o la presión de terceros países sobre la
región. Pero también promovía la "defensa de las riquezas naturales del
continente", como las reservas de petróleo, agua y biodiversidad.
La suspensión de la
participación de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Paraguay y Perú alegando
la acefalía del organismo, puede ser el golpe de gracia a la Unasur. La crisis se arrastra desde enero de 2017, cuando
el expresidente de Colombia, Ernesto Samper, dejó la Secretaría General del
organismo. Argentina ostenta la secretaría pro tempore y propuso como reemplazo
a su embajador en Chile, Octavio Bordón, pero la designación fue rechazada por
Bolivia y Venezuela.
Encuentro varias razones
para explicar la crisis de la integración regional, ancladas en una coyuntura
especial que agudiza las dificultades estructurales.
La primera es el profundo
viraje político en los principales países de Suramérica. En pocos años se
produjeron cambios que llevaron a los gobiernos de Brasil y Argentina, los dos
principales impulsores de la Unasur, a fuerzas políticas que no tienen mayor
interés en promover la integración. En paralelo, los gobiernos de Bolivia y
Venezuela han quedado aislados en América del Sur y han perdido capacidad de
iniciativa.
La segunda son las
evidentes presiones del gobierno de Donald Trump, defendidas abiertamente en la
reciente cumbre de Lima. En efecto, antes de la VIII Cumbre de las Américas,
que transcurrió en Lima del 13 al 14 de abril del 2018, el gobierno de EEUU se
empeñó en presionar a los asistentes para que tomaran distancias de Rusia y
China porque esos países serían perjudiciales para América Latina.
Como señaló el economista peruano Oscar Ugarteche,
Washington consiguió que el eje de la agenda para muchos países de la región se
centrara en cerrar filas contra Venezuela. "La mitad de los países
presentes están más preocupados por la agenda interamericana contra Venezuela
que por la agenda regional contra la corrupción".
El viraje político
regional y las presiones de EEUU explican en gran medida la decisión de seis
países de abandonar la Unasur, colocando así un punto final a la más importante
experiencia de integración. Deberá pasar un buen tiempo y profundas crisis,
antes de que vuelvan a existir condiciones para lanzar nuevas iniciativas en
esa dirección.
La tercera son los
errores cometidos por los gobiernos progresistas que fueron los principales
impulsores de la Unasur. Como señala el historiador uruguayo Gerardo Caetano, estos gobiernos "fueron
mucho más integracionistas en la oposición que en el gobierno".
Por un lado, fueron muy
tímidos a la hora de tomar iniciativas reales y realistas para avanzar en la
integración y, sobre todo, pusieron por delante los pequeños intereses
nacionales a los de la región suramericana. Por ejemplo, Brasil y Argentina
nunca dejaron de litigar por el comercio bilateral, buscando satisfacer los
intereses de los grupos de presión industriales aunque eso terminó paralizando
numerosos proyectos.
Por otro lado, hubo
proyectos que nunca salieron del papel, aunque parecían grandiosos. Talvez
pocos recuerden el anuncio realizado para construir un Gasoducto del Sur, idea genial que debía
llevar hidrocarburos desde Venezuela hacia Brasil y Argentina, quebrando la
tendencia a la exportación para moverse hacia un desarrollo endógeno. Como
otros proyectos, nunca salió del papel, así como la proyectada refinería que la
venezolana PDVSA debía construir en la costa del Pacífico del Ecuador.
Pero hay un cuarto
aspecto que me parece central. Una integración regional como la que promovía
Unasur, integral, multifacética y multisectorial, debe ser una cuestión de
Estado, no sólo de Gobiernos ni, menos aún, de ideologías. Para ello debe ser
aceptada y consensuada por toda la sociedad, para que los procesos de
integración sigan adelante más allá de los vaivenes políticos. Así fue como se
construyó la Unión Europea fundada en 1993 y la Organización de Cooperación de
Shanghái creada en 1996, por mencionar organismos que sobrepasan las coyunturas.
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