El pasado 29 de marzo, la
revista cubana Temas realizó su espacio de reflexión crítica “El último
jueves”, convocado para discutir sobre el
tema: “¿Compañeros ricos? Los
grupos de altos ingresos en el socialismo”. Por la importancia de lo allí
discutido, la calidad de los aportes y la pertinencia de un debate que requiere
difusión, compartimos en esta edición la reseña de ese encuentro.
Tania Chappi Docurro / Revista Temas
Unas doscientas personas
abarrotaron la sala Fresa y Chocolate, del ICAIC, durante el más reciente
encuentro de la revista Temas. Buena parte debió permanecer de pie, o
transformó en gradas las escaleras del local. Sin dudas, al asunto califica
entre los de mayor interés para todos los cubanos, inmersos en la actualización
(¿o mejor, renovación?) de su sistema económico y social.
Reto de los grandes
significó para el panel abordar una problemática ante la cual las indagaciones
se ven obligadas a seguir caminos tangenciales y hasta tortuosos, pues como
declaró Juan Carlos Albizu-Campos Espiñeira, investigador del Centro de
Estudios Demográficos, de la Universidad de La Habana, “es muy difícil
encontrar información; en Cuba las fuentes clásicas [por ejemplo, el censo y
los anuarios estadísticos] para conocer de los ingresos de la población ya no
los recogen”, y otras no son públicas. Con él coincidieron sus compañeros de
mesa: José Luis Rodríguez, exministro de Finanzas y Precios y de Economía,
actual asesor del Centro de Investigaciones de la Economía Mundial; Oniel Díaz,
Licenciado en Biología y trabajador por cuenta propia, en el campo de la
asesoría de negocios; y Ernel González, decano de la Facultad de Filosofía,
Historia y Sociología, de la Universidad de La Habana.
Los acompañó el director
de Temas, Rafael Hernández. Como moderador, recordó que en los documentos
generados por el VII Congreso del Partido se acepta la existencia de grupos con
altos ingresos. Sin embargo, ni en ellos ni en los registros al alcance de la
ciudadanía hay una definición precisa de quiénes los integran o a cuánto
ascienden sus dividendos.
Puntos de vista comunes
expusieron Albizu-Campos y Rodríguez en cuanto a varios aspectos: es
imprescindible diferenciar entre salario e ingreso (el primero no es la única
fuente del segundo); el poder adquisitivo del actual salario estatal se
encuentra por debajo del vigente en el año 1989; desde el Período especial ha
disminuido de manera significativa el peso del salario dentro de los ingresos
percibidos por los cubanos; y el concepto de altos ingresos es relativo: no es
lo mismo fuera que dentro de Cuba, en La Habana que en Campechuela o en los
polos turísticos; por eso siempre debemos contextualizar los análisis.
¿En qué contexto estamos
hablando de altos ingresos? Si bien la Isla muestra rasgos muy semejantes a la
transición demográfica de naciones desarrolladas (niveles muy bajos de
fecundidad y mortalidad), en lo tocante a penetración de la tecnología en la
sociedad y al nivel medio de los ingresos personales, se encuentra al nivel
africano. En este escenario el salario medio ha crecido más del doble: de unos
300 pesos en el año 2006, subió a 740 en 2016. Pero ese pago solo beneficia a
38% de los trabajadores, mientras 60% recibe emolumentos por debajo; y su
capacidad adquisitiva no posibilita dar respuesta a las necesidades cotidianas
y solo alcanza en 50% la denominada línea de pobreza. Apenas “1% de los
trabajadores reciben salarios que promedian los 2000 cup mensuales”. Además,
“hoy 85% de lo depositado en el banco corresponde a 13% de la población”. Los
altos ingresos no son un problema per se, sino cuando conllevan un proceso de
concentración de la riqueza en un determinado grupo —como las cifras empiezan a
indicar— y la polarización de las oportunidades, razonó el demógrafo.
Diversos estudios de casos, de corte
cualitativo, efectuados en La Habana, estipulan que los más bajos ingresos
rondan los 10 cuc al mes (250 cup), mientras las personas ubicadas en el otro
extremo del espectro declaran obtener unos 20 000 cuc mensuales —agregó—,
ganancia vinculada a la renta de inmuebles y a quienes “son depositarios de
flujos de dinero provenientes del exterior, frecuentes, de altos montos y sobre
todo destinados a la inversión de tipo personal” en el ámbito del turismo, el
comercio y la gastronomía de alto estándar, por ejemplo, así como a actividades
vinculadas a circuitos foráneos de comercio. También “a ciertos tipos de
industrias que ya se hacen notar”, entre ellas las dedicadas a la
reconstrucción y remodelación de los autos clásicos de lujo, las cuales “están
conectadas a circuitos internacionales por donde fluyen las partes, piezas,
accesorios, y los recursos financieros”.
No se puede identificar
ingreso con poder de compra; en determinados lugares, debido a que los precios
son más bajos, por una misma cantidad de dinero se obtienen mayores o mejores
productos que en otros, recalcó José Luis Rodríguez antes de adentrarse en el
desplazamiento de los ingresos, a partir de los años 80. “Hasta el inicio del
Período especial, se relacionaban mayormente con los niveles de calificación,
educación e importancia social del trabajo”; de ese modo, en la Universidad los
salarios podían ascender a 500 pesos, una cifra bien alta entonces. Durante los
90 ocurrieron transformaciones sustanciales dentro del propio entorno estatal:
comienza a desarrollarse el “llamado sector emergente, que envuelve a los
trabajadores del turismo y de las empresas mixtas”; y en 1994 se instaura en
determinadas entidades el sistema de estimulación en divisas, el cual “llegó ;
a 30% de los trabajadores, pero con montos muy diferentes, algunos recibían
solo 3 o 4 cuc mensuales, otros obtenían 40 y 50”. Ese mismo año empezaron a
entrar al país 537 millones de dólares por concepto de remesas; ellas han
aumentado enormemente después de 2010, a tenor de las inversiones en el sector
no estatal.
A pesar de no contar con
todas las estadísticas, es posible sacar conclusiones. “Se ha producido un
deterioro notable en la distribución equitativa del ingreso”, si en 1988 el
índice Gini (coeficiente para medir la desigualdad) era de 0.25, “los últimos
datos calculados a vuelo dan ahora más de 0.45”. Aunque el salario medio de las
empresas estatales es de 824 pesos, solo 2% de los trabajadores gana más de 2
000. Mientras, quienes laboran en
negocios particulares perciben unos 3 000 pesos mensuales, como promedio; no
obstante, recordemos que no es lo mismo tener un paladar que ser transportista,
artesano, peluquero, mensajero de bodega… En resumen, “no es privativo del
trabajador por cuenta propia devengar altos ingresos”, el salario estatal en la
zona especial del Mariel es equiparable “al de las cooperativas no
agropecuarias (puede estar en torno a los 8 000 pesos mensuales)& rdquo;, y
a 25% de la población cubana —incluidos quienes no pertenecen a la categoría de
cuentapropistas— llegan al año, según cálculos de analistas estadounidenses,
entre 2 500 y 3 000 millones de dólares . “En general, puede estimarse que el
ingreso de los trabajadores del sector no estatal saltó de constituir 22% del
captado por la población en 1989, a representar 50% en el año 2016”, opinó el
economista.
Ciertamente, el Estado
suele pagar los jornales más bajos, “teniendo, contradictoriamente, las
actividades que más aportan o pueden aportar al desarrollo estratégico del
país”. En comparación, los profesionales cubanos residentes en la Isla y
asociados a contratistas foráneos cobran honorarios muy buenos, pero siempre
muchísimo menos que sus colegas en el exterior, aun cuando los de aquí realicen
actividades de similar o mayor complejidad; “ejemplo puntual es el de los
desarrolladores de software que hacen outsourcing”, especificó Oniel Díaz. Su
experiencia como asesor de negocios lo avala para afirmar que el sector privado
“no es un bloque homogéneo, asumir que dentro de él todos somos ricos es una
idea completamente alejada de la realidad. La mayoría de los trabajadores por
cuenta propia son contratados, viven de un salario. Y en los barrios más
humildes también hay cuentapropistas, con cafeterías y talleres modestos”. El
actual grupo de grandes ingresos por lo general proviene de aquellos que “han
estado más favorecidos económicamente en las diferentes etapas del país, sobre
todo del 90 para acá. Por lo que he visto, en su mayoría son hombres, entre
cuarenta y cincuenta y cinco años de edad, blancos”; tienen experiencia
empresarial, o han vivido fuera de Cuba y, de manera coherente con las
transformaciones económicas de los años recientes, decidieron regresar.
Igual de difícil que al
resto de los panelistas, le es a este joven licenciado determinar cuál cifra
constituye el punto de partida para hablar de altos dividendos en Cuba. Solo la
declaración jurada sobre los ingresos personales, documento que anualmente
deben entregar a la ONAT quienes obtienen ganancias por labores ajenas al
trabajo estatal, le brinda un indicio del criterio asumido por el gobierno. Al
parecer, este toma “como nivel aceptable para los cuentapropistas la cifra de 10
000 pesos no convertibles (400 cuc), monto exento de impuestos y básico para
garantizar la subsistencia y dar respuesta a las necesidades productivas de
esos trabajadores. En el otro extremo de la escala progresiva para la
determinación del impuesto se encuentra la obligación de tributar 50% de lo
ingresado por encima de los 50 000 pesos anuales (2000 cuc); teniendo en cuenta
que es el tratamiento impositivo máximo, el Estado ve a los poseedores de ese
dinero como las personas de más altos ingresos”.
Ernel González mostró una
realidad desconocida para numerosos cubanos, e incluso no reflejada en las
correspondientes estadísticas: “Ya en la década de los 80 había campesinos con
cuentas bancarias millonarias, debido a su trabajo”. Según estudios de casos, por
entonces los productores individuales mejor situados —aquellos que disponen de
tierras de calidad, con agua suficiente y cercanas a los grandes centros de
consumo— podían obtener ingresos tres y cuatro veces superiores a los de un
cooperativista, mientras este percibía dos o tres veces más en relación con un
obrero agrícola. A ello contribuyó la cooperativización en los años 70 y 80,
pues quienes decidieron mantenerse independientes compraron casi toda la
maquinaria de los que ingresaban en las nuevas organizaciones. En consecuencia,
reforzaron su equipamiento, y también se hicieron con el mejor ganado. A
inicios de los 90, otra exploración en la provincia de La Habana evidenció que
las diferencias antes mencionadas se habían acentuado y los ingresos de los
campesinos individuales “podían duplicar o triplicar los de los cooperativistas
y ser ocho y nueve veces superiores a los de los obreros agrícolas”. Otro
aspecto a favor de los productores independientes, en especial los no dedicados
a renglones fundamentales para el país (caña, tabaco, ganado), fue que se les
imponían menos obligaciones y restricciones. Súmese que no se trataba de
guajiros sin conocimientos técnicos, por el contrario, casi todos habían
trabajado para la empresa estatal, donde aprendieron mucho, y sus hijos y
nietos tenían mayor calificación, algunos eran ingenieros agrónomos. De todo
ese aprendizaje las familias tomaban lo más factible de aplicar y así lograban
costos de producción más bajos. A pesar de sus recursos, puntualizó el investigador,
el grupo de altos ingresos en la esfera agropecuaria “no ha podido capitalizar
la producción”; o sea efectuar inversiones a gran escala.
Del otro lado de la sala
Buena parte de quienes
dialogaron desde el auditorio considera que los ingresos elevados no
constituyen un problema en sí mismos, son positivos si provienen del trabajo
honrado. Se convierten en negativos cuando se obtienen ilícitamente o se
originan “en una relación de expropiación sin devolución, sin contribución;
cuando el acceso a ese grupo es muy restringido, elitista, y si está en un
contexto de reproducción de la pobreza muy rígido”, planteó una socióloga.
Luego se refirió a una investigación en curso, emprendida por una colega, quien
ante la falta de datos apeló a imaginar un modesto modelo de bienestar esperado
y a determinar cuánto dinero sería indispensable hoy para alcanzarlo.
“Parecería que tener acceso mínimo a tal bienestar representa disponer de 8 000
cup (320 cuc) per cápita, ya 15 000 (600 cuc) y 20 000 pes os (800 cuc) hacen
un ingreso alto; y muy alto sería tener 1 000 cuc per cápita”. Teniendo en
cuenta las entradas monetarias de cierto número de cubanos, en la Isla “está
formada una capa media alta, integrada por empresarios privados asociados a
negocios de altos ingresos, por cooperativistas agropecuarios y no
agropecuarios con esta misma salvedad, algunos campesinos, trabajadores en
empresas mixtas, personas que reciben remesas en los rangos indicados,
deportistas y artistas insertados en circuitos internacionales y los llamados
"semiemigrantes", esos que van y vienen, laboran afuera y aquí”.
A un trabajador por
cuenta propia no le pareció idóneo el cálculo anterior, pues en las tiendas
cubanas un artículo básico en el hogar, como es un refrigerador, vale más de
mil cuc. La misma persona coincidió con varios argumentos anteriores, en cuanto
a que es imprescindible crear alternativas para que quienes perciben dividendos
fuera de las entidades estatales, más allá de pagar impuestos contribuyan de
disímiles maneras al desarrollo del país. En lugar de eso, lo que abundan son
las restricciones. “¿Por qué, donde vivo, no puedo ayudar a la escuela de la
esquina, por qué quienes tienen negocios en la calle 23 no pueden contribuir a
su remozamiento?”, inquirió. Varias intervenciones giraron en torno a la
necesidad de que el capital generado en Cuba por los productores privados, u
obtenido por artistas, deportistas y personalidades de otros ámbitos, tenga
mayores opciones de inversión, de modo que genere empleo.
Un politólogo preguntó a
los expertos: si los ingresos elevados cumplen una función social cuando son
capaces de revertirse en progreso, ¿cómo puede materializarse eso en nuestra
sociedad, interesada en gozar de prosperidad, sustentabilidad y equidad? Y un
economista les solicitó juicios relativos al desempeño actual de “los actores
nacionales que generan propiedad privada capitalista y altos ingresos
personales en la esfera rural: algo más de treinta mil campesinos aislados que
se han negado siempre a asociarse y los productores agrícolas unidos en las
cooperativas de créditos y servicios”; asimismo, sobre las reglas del juego para las micro, pequeñas
y medianas empresas (pymes) que se prevé autorizar en sectores industriales
como la producción de alimentos, la construcción y la artesanía.
No podemos discutir sobre
altos y bajos ingresos sin aludir a la política que los produce —expresó otro
investigador— y a la creciente desigualdad instaurada en la sociedad cubana,
donde ya tenemos casi 25% de la población por debajo del umbral de pobreza.
Igualmente alertó acerca de que una vez rebasado cierto nivel de consumo, los
poseedores de crecidas ganancias adquieren la capacidad de corromper y de
acumular ventajas políticas. Otro habitual asistente a las sesiones de UJ
apuntó hacia “determinadas capas dirigentes” que pueden llegar al
enriquecimiento mediante el disfrute de prebendas inherentes a sus cargos. Y
recordó que una vez aprobada la instauración de la empresa privada no es
posible ignorar la tendencia de esta a la reproducción ampliada de su capital.
Con una anécdota, un
joven periodista destacó las crecidas utilidades que en Cuba disfrutan algunos
productores musicales. La undécima persona en hacer uso de la palabra desde el
público manifestó: “Este debate es muy oportuno, porque ocurre en un momento de
polarización de la riqueza y de precarización de la existencia”. Una nueva
burguesía urbana está invirtiendo millones de dólares en el sector inmobiliario
o en las pymes, ¿cuál es la política del Estado al respecto?
Más vacíos que soluciones
Precisamente la última de
las interrogantes concebidas por Rafael Hernández para sus invitados tenía
similar enfoque: ¿qué políticas y regulaciones se aplican en relación con los
grupos de altos ingresos?, ¿son o no eficaces?
Las cuentas bancarias
constituyen una vía para, en beneficio de la nación, darle movilidad a ese
dinero; sin embargo, no la hemos explotado en toda su potencialidad. Igual
sucede con otros mecanismos. No debemos temer a los altos ingresos bien
habidos, sino evitar que haya cubanos viviendo por debajo del nivel de pobreza.
Requerimos desarrollar la capacidad de realizar transformaciones a corto plazo,
no puede ocurrir que se dilaten demasiado en el tiempo y cuando se vayan a
aplicar ya haga falta hacer otras. Necesitamos poner en claro y enfrentar
problemas como la forma en que algunos se están enriqueciendo, aprovechando su
capital relacional y social. Eso la ley debe evitarlo por todos los medios,
arguyó Ernel González.
El posible aporte de las
pymes —alegó Oniel Díaz— está validado en el mundo, incluidas las naciones
socialistas más exitosas: China y Vietnam. En las condiciones actuales, la
economía nacional no podrá progresar sin darle mayor participación al sector
privado y a su pequeña y mediana empresa. Pero aceptarlo, e impulsarlas,
implica el reto de “hacer coherente y consistente la generación de riqueza con
la igualdad social”.
José Luis Rodríguez
discurrió que partiendo de la existencia objetiva del sector privado y el
cooperativo, hay que regularlos, lo cual no significa aplastarlos ni pretender
normarlos con medidas administrativas solamente. Y el capital generado por
ellos debe asociarse con los proyectos del Estado. Una experiencia muy útil fue
puesta en práctica en la Yugoslavia de los años 70: personas de esa
nacionalidad, quienes trabajaban en Alemania, enviaban a casa “un nivel de
remesas importantísimo, con ellas se creó un fondo de inversiones conjunto”, el
banco retenía el dinero durante un mes, lo utilizaba en sus operaciones y luego
lo entregaba, con intereses, a su dueño; “así movían miles de millones de
dólares. ¿Por qué nosotros no podemos hacer eso?” Otra fórmula válida sería
vender a los particulares bonos de deuda pública, con atractivas tasas de
interés. A la regulación fiscal es preciso sumar, entre otras medidas, nuevas
políticas crediticias y de vinculación con los grupos que devengan altos
ingresos. Y ante la desigualdad, el camino no es reducir a los que ganan mucho,
sino incrementar la protección social a los desfavorecidos.
“Ya se ha demostrado que
hay un proceso de formación de capital en Cuba”, por parte del sector privado;
sin embargo, las opciones para invertir ese dinero son en extremo reducidas,
pues carecemos de un marco jurídico propicio; la actual ley de inversión solo está
dirigida a los empresarios extranjeros, subrayó Juan Carlos Albizu-Campos. Esta
situación tiene que cambiar si el propósito es impulsar las pymes —con la
actual regulación del trabajo por cuenta propia es imposible desarrollarlas
legalmente— y atajar las tantas deformaciones que hoy tienen lugar.
Llegado el final de la
jornada, Rafael Hernández redondeó uno de sus planteamientos iniciales: “Quiero
insistir en que los documentos del Congreso del Partido reconocen la presencia
de los grupos de altos ingresos y señalan la necesidad de desarrollar políticas
eficaces en relación con ellos. Pero, las prácticas y los discursos no siempre
van acompañados”.
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