La criminalización que
se hace de los migrantes no solo violenta los derechos elementales de cada ser
humano, sino que también, contribuye a sustentar las viejas ideas de
diferencias raciales y naturales que tanto daño han hecho en la historia.
Cristóbal León Campos / Especial
para Con Nuestra América
Desde
Mérida, Yucatán. México.
Migrar
no es un delito, es un derecho humano reconocido en el derecho internacional,
el delito es criminalizar a los seres humanos que por condiciones extremas se
ven en la necesidad de trasladarse de un lugar a otro para buscar nuevas formas
de sobrevivencia; vivir no es un delito, el delito es generar condiciones
opresivas de explotación y marginación que obliguen a miles de personas a
migrar para poder buscar opciones de trabajo; ser un trabajador migrante no es
un delito, el delito son las condiciones sobre-explotadoras en que millones de
trabajadores y trabajadoras realizan sus jornadas vendiendo su fuerza de
trabajo a las empresas y grandes consorcios arriesgando incluso la vida por las
formas extremas del trabajo.
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la sobrevivencia en otras latitudes escapando de la violencia estructural del
sistema capitalista y del crimen organizado no es un delito, el delito es esa
violencia estructural que dibuja la pirámide de marginación que se sustenta por
la división de clases sociales otorgándole a quienes tienen en su poder la
estructura estatal que les permite explotar y sojuzgar a la mayoría de la
población que con su trabajo generan la riqueza que se les roba; resistir,
organizarse, marchar en grandes caravanas de un lado a otro conformando un tipo
de hermandad entre oprimidos que se funda en la colectividad no es un delito,
el delito es la violencia ejercida sobre esas caravanas de migrantes, fuerza de
trabajo en traslado fortalecida por su solidaridad y que no puede ser entendida
por aquellos que pretenden mantener su poder perpetuando las diferencias entre
clases sociales y extrayendo la riqueza producida por otros para su beneficio
particular, la militarización de las fronteras no es la solución a un problema
estructural del sistema capitalista en la mayoría de los países del mundo, las
leyes y fronteras discriminan y violentan los derechos elementales de los seres
humanos a una vida digna en el lugar en que cada uno decida y pueda
construirla, el delito mayor es la deshumanización tan enraizada en el poder y
en grandes sectores sociales que hoy expresan su rabia y racismo contra los
migrantes del mundo.
La
criminalización que se hace de los migrantes no solo violenta los derechos
elementales de cada ser humano, sino que también, contribuye a sustentar las
viejas ideas de diferencias raciales y naturales que tanto daño han hecho en la
historia, las formas vigentes del colonialismo se vislumbran en las actitudes
de muchos integrantes de las clase sociales, grupos políticos y corporaciones
monopólicas, el desprecio al migrante tiene incluso adeptos entre los propios
marginados quienes inconscientes reproducen los discursos del odio fragmentando
la solidaridad tan necesaria, la idea de que la migración daña las economías y
genera violencia al interior de las sociedades receptoras, no es otra cosa que
parte de la estrategia de difamación hegemónica realizada mediante el
contubernio de los medios comunicativos serviles a los intereses oligárquicos
en países como los latinoamericanos, la crisis humana que vivimos nos la producen
los migrantes, los migrantes por causas económicas, sociales y políticas son
efecto directo del deterioro de las sociedades que los expulsan, peor el
discurso cínico lo quiere culpar cuando ellos son una muestra del daño que se
causa por las economías al servicio de los intereses privados como en los
países neoliberales y por la dependencia al imperialismo estadounidense en
términos político-económicos. Con toda desvergüenza los gobiernos del mundo
persiguen a las organizaciones e individuos que buscan ayudar a los migrantes,
es decir, la verdadera ayuda humanitaria ejercida por la conciencia humana y la
solidaridad internacional es criminalizada, perseguida y castigada, mientras se
establecen acuerdos entre gobiernos para detener los flujos migratorios dejando
las causas reales sin modificación alguna. Las causas de los flujos migratorios
que acontecen son la propia estructura del capitalismo desigual por naturaleza
y excluyente por ideología.
El
ejemplo criminal del desprecio hacia los migrantes es la fuerza desplegada en
la frontera entre México y los Estados Unidos, la Patrulla Fronteriza persigue,
encarcela, enjaula a niños separándolos de sus familias, asesina y deja morir
de hambre y sed a los migrantes, a la vez que arresta a todo ciudadano que
ayude o pretenda ayudar a quienes intentan encontrar un lugar para trabajar y
ganar lo mínimo para sobrevivir, además, la Patrulla Fronteriza y el gobierno
estadounidense actúan en clara colaboración con grupos de civiles y
organizaciones “patriotas” que con armas en mano cazan (literal como si fueran
animales) o asesinan a los migrantes que logran cruzar la frontera, a esto hay
que sumarle ahora, la aparición de la Guardia Nacional de México que en las
fronteras norte y sur del país crea un muro que busca inhibir el paso. Los
migrantes no son una amenaza para la seguridad nacional de ningún país, son
seres humanos, trabajadores desplazados por las condiciones extremas de vida
que se observan en diferentes latitudes como Centroamérica, África y Asia. Respetar
el derecho a la vida que todo ser humano tiene es elemental para el
mejoramiento de nuestras sociedades, pero para lograrlo, se requiere la crítica
y transformación organizada de las estructuras que sustentan la desigualdad y
la edificación del proyecto socialista; fundando sociedades justas,
igualitarias y equitativas basadas en la dignidad humana y sin la opresión que
significa la explotación de unos sobre otros.
Integrante del Colectivo Disyuntivas
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