Con los acuerdos con Europa y con EEUU se
privilegia un mecanismo de inserción subordinada de los países del Mercosur,
que demandará reaccionarias reformas laborales y previsionales, con la
consiguiente pérdida de derechas sociales.
Julio C. Gambina / Rebelion
Los gobiernos de derecha de Brasil y Argentina
apuraron la firma del acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea en el marco
de la reunión del G20 realizada recientemente en Japón. Los países miembros del
Mercosur apoyaron sin observaciones el protocolo que deberán suscribir los
parlamentos nacionales de los países que suscriben el tratado comercial y de
inversiones.
Ahora, ambos mandatarios, Bolsonaro y Macri,
aceleran negociaciones para un tratado comercial con EEUU, para compensar la
iniciativa política desplegada con los gobiernos europeos, y ratificar la
cercanía ideológica y política con Donald Trump. La agenda del ALCA, desechada
en 2005 como un todo, está de vuelta en la región.
En ambos casos, con Europa y con EEUU, se sostiene
propagandísticamente los beneficios del libre comercio, incluso, señalan que
favorecerá a los sectores pequeños y medianos de la economía, como si hubiese
paridad entre estos y los monopolios más concentrados.
La realidad es que en materia de producción se
confirma el destino de especialización primario exportador del orden económico
para nuestros países, bajo la dominación del capital trasnacional,
mayoritariamente extranjero. Una lógica especulativa acompaña ese perfil
productivo y se asocia a la hipoteca de crecientes deudas internas y externas,
agravado para el caso argentino con la hipoteca suscripta con el FMI.
Se trata de la profundización de la dominación de
las transnacionales de la alimentación y la biotecnología, a lo que se suma el
complejo petrolero para la explotación de la energía no convencional, sin
descuidar, obvio, la energía convencional. No en vano, algunos empresarios del
poder económico sostienen la necesaria desaparición de aquellos sectores
económicos sin capacidad de competir. El mecanismo de mediación para este
resultado regresivo socialmente resulta ser el Estado, hipotecado y
condicionado por la creciente e impagable deuda pública, interna y externa.
Esa lógica que inspira la política oficial en
Brasil y Argentina converge con el rumbo del Paraguay, y salvo por la
programática y el discurso del Frente Amplio en Uruguay, tampoco desagrada
entre los principales ejecutores de la política oriental, tal como lo sostiene
recientemente una declaración pública de la Central sindical, el PIT-CNT.
Así, el Mercosur, sin la participación ya de
Venezuela, excluido por el cambio de la agenda y las presiones de la política
exterior estadounidense, avanza en la recuperación de sus formulaciones
originarias a comienzos de los noventa, tiempo de fuerte ofensiva
liberalizadora en el ámbito regional y mundial.
Vale interrogarse sobre la respuesta de la sociedad
ante el retorno explícito de un discurso que enarbola las ventajas del libre
comercio, la libre competencia y el libre cambio. Es más, el interrogante es
sobre cómo instalar vías de discusión con la sociedad para imaginar otras
posibilidades para la construcción de la cotidianeidad y la satisfacción de las
necesidades de la población.
¿Libre
competencia?
Recordemos que esas banderas “liberalizadoras” de
los noventa del siglo pasado fueron el grito originario de la emergente
burguesía europea y sus intelectuales forjadores de la nueva ciencia, la
Economía Política, entre los Siglos XVI y XVIII. Fueron concepciones que
subsistieron en el sentido común de los que dominaron históricamente en el
capitalismo hasta la crisis mundial de 1930, aun cuando la presencia de los
monopolios negaba cualquier posibilidad de competencia.
El discurso económico era y es fuertemente
ideológico y propagandístico, por lo que también hace rato existe la crítica de
la economía política, que no solo confronta con la realidad y su impacto
regresivo sobre la mayoría de la sociedad, sino que refuta los preceptos
teóricos falaces de la apología liberal ejercida por la academia y la corriente
principal explicativa del orden económico contemporáneo.
Pero no alcanza con la crítica, por muy certera que
sea si no es patrimonio de una conciencia social masiva, más aún en tiempos de
predominio del accionar mediático vía internet y las redes sociales.
La apología del orden vigente define al discurso
hegemónico y la única forma de confrontarlo es con la acción masiva de la
sociedad en lucha por otro orden. Es el aprendizaje que nos deja el 2005,
coronando el rechazo al ALCA, vía la confluencia de los gobiernos y
especialmente de las luchas populares previas, en una larga campaña motorizada
por variadas organizaciones y redes sociales y políticas.
En rigor, esas campañas articuladas, portadoras de
diversas reivindicaciones son las que generaron la condición de posibilidad de
los cambios de gobierno en la década pasada, favoreciendo el accionar estatal
en sintonía con la dinámica reivindicativa del movimiento popular que demandaba
otro mundo posible, consigna generalizada en el cambio del siglo.
Fue la dinámica de la sociedad la que demandó
históricamente la libertad de circulación mercantil, contra el Estado
pre-capitalista europeo, surgiendo de esa realidad la teorización sobre el
funcionamiento del sistema económico, reproduciendo una forma de producción que
favoreció la apropiación privada del excedente económico.
Ese mecanismo se internacionalizó por vía del
colonialismo, de lo que Nuestramérica puede dar cuenta con la conquista y el
carácter dual de su significado, sea para las naciones vencedoras y las
derrotadas. Estas pagaron con millones de muertos la explotación humana y la
apropiación y depredación de sus territorios.
Queremos señalar que la lucha por la libertad de
comercio se transformó en política del Estado capitalista para estimular la
expansión global del régimen del capital y solo ha sido frenado en ocasiones de
lucha social y política intentando otro rumbo del orden económico, aun cuando
no fue logrado.
Remito a las experiencias del socialismo, que más
allá de los balances necesarios a realizar, aun constituyen un horizonte
potencial para confrontar la situación barbárica del presente: especulación
financiera, depredación de la naturaleza y acrecentamiento de los problemas
sociales por insuficiencias en el acceso a derechos en condiciones de
resolverse con la capacidad intelectual, productiva, científico y técnica de la
sociedad contemporánea, incluso defendiendo los derechos de la naturaleza.
El keynesianismo y el Estado del Bienestar solo fue
posible por la existencia de la experiencia socialista, aun con el resultado
conocido de su derrumbe en el Este de Europa hace tres décadas.
La caída del socialismo europeo desacreditó la
posibilidad de ir más allá del capitalismo, por lo que sorprendió y entusiasmó
el debate reciente en la experiencia latinoamericana y caribeña por la
recreación del horizonte no capitalista, algo que está todavía en proceso y en
disputa con la lógica discursiva del libre comercio.
Pretendemos enfatizar que no existe la libre competencia,
que solo es un discurso del poder que manipula la conciencia social. Al mismo
tiempo llamamos la atención sobre la potencialidad de un discurso falaz para
generar consensos ideológicos que soportan el injusto orden de cosas actuales.
Discursos falaces posibilitaron experiencias olvidables de la historia humana.
No es solo cuestión de racionalidad lo que se necesita para explicar ciertos
momentos de la historia social y este es uno de esos momentos, donde discursos
falaces generan consensos políticos para afectar la vida.
Construir
nuevos imaginarios populares
Es cierto que falta un imaginario alternativo,
dificultado por los límites de la experiencia humana por organizar
económicamente la sociedad sin la perspectiva del lucro individual y la apropiación
privada del producto social del trabajo. Contribuir a ese propósito es una dura
tarea, siendo consciente que lo definitorio es el accionar popular.
Se puede explicar hasta el cansancio los efectos
negativos de la apertura indiscriminada sobre la mayoría de la sociedad, con
cierres de empresas, suspensiones y cesantías, del mismo modo que lo es el
cierre de las fronteras para favorecer a ciertas franjas del capital.
Es un debate falso el de apertura o cierre de la
economía. Lo que se requiere es una apertura para otro orden económico, social
y político, privilegiando la satisfacción de necesidades ampliadas de la
sociedad por encima de la lógica de la ganancia.
Con los acuerdos con Europa y con EEUU se
privilegia un mecanismo de inserción subordinada de los países del Mercosur,
que demandará reaccionarias reformas laborales y previsionales, con la
consiguiente pérdida de derechas sociales.
Son debates que trascienden los procesos
electorales en curso en la región, casos de Argentina, Bolivia y Uruguay y que
definen el futuro cercano en nuestros territorios.
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