El auge de las
ciencias sociales en América Latina transcurrió en las décadas de 1970 y 1980.
Con ellas se superó el ensayo como instrumento -bastante generalizado- para
tratar los temas más importantes de la región. Y apareció una vasta producción,
con una amplia gama de autores, que hicieron época en casi todos los países.
Prestigiosas editoriales latinoamericanas, y además europeas, contribuyeron a
esa difusión de las ciencias sociales de la región.
Juan J. Paz y Miño Cepeda / Firmas Selectas de Prensa Latina
La historia fue la ciencia
vertebradora en aquel auge. La intelectualidad de la época se caracterizó por
acudir a ella con el propósito de afirmar las investigaciones y sustentar las
interpretaciones. Si se examinan obras y autores de los que fueron más
renombrados, se comprobará lo que afirmo.
Entre esas obras de enorme
influencia están los tres tomos de la Historia de América Latina que publicó
Siglo Veintiuno Editores, como parte de su colección “Historia Universal Siglo
XX”.
El primer tomo (1971), a cargo
de Laurette Séjourné, trató las “Antiguas culturas precolombinas”; el segundo
(1972), de Richard Konetzke, “La época colonial”; y el tercero (1985), de
Gustavo y Hélène Beyhaut, “De la independencia a la segunda guerra mundial”.
Nacida en Italia (1914),
Séjourné era de nacionalidad francesa. Fue arqueóloga en el Instituto Nacional
de Antropología e Historia de México y contaba con una vasta experiencia y una
voluminosa obra intelectual. Konetzke fungía como profesor de historia ibérica
y latinoamericana, en la Universidad de Colonia, con notable dedicación a las
fuentes en el Archivo de Indias de Sevilla.
Gustavo Beyhaut, por su parte,
fue profesor en la Universidad de París III (Sorbonne) y también en
universidades de Montevideo, Buenos Aires y Santiago de Chile; en tanto Hélène
participó como investigadora en el Centro de Estudios de las Relaciones
Internacionales de París.
El libro primero tuvo un
tratamiento singular: comenzó por un capítulo introductorio sobre el
“descubrimiento” y la “conquista”, para dar cuenta de la “América” que habían
encontrado los invasores y destructores. Entonces la obra pasa a revisar las culturas aborígenes, como queriendo
mostrar una fotografía de las que existieron al momento del “descubrimiento”.
Además, analiza las fuentes y se concentra en las culturas del Perú y Mesoamérica.
El libro segundo comienza por
pintar a los “indios americanos”-sus culturas y su actitud frente a los
“conquistadores blancos”- para discutir enseguida los títulos de la conquista y
proseguir con el desarrollo de la organización estatal, la iglesia y sus
misiones y, sobre todo, la explotación económica, concentrada en los imperios
coloniales español y portugués.
El libro tercero distingue
varios momentos: el primer período corresponde a las luchas por la
independencia; el segundo a la “europeización y expansión económica inducida”;
y el tercero al “ comienzo de la crisis”. La lógica argumental es muy
importante: el impacto del capitalismo industrial europeo está en las raíces de
las economías exportadoras latinoamericanas; la modernización de los
transportes y la expansión extractiva en algo modernizan a la región; la
inmigración integra la estructura social; desde luego, se enfoca el
caudillismo, el militarismo, el bandolerismo, las oligarquías, la búsqueda del
orden, las políticas internacionales.
Pero hay un capítulo especial
sobre la “europeización” impuesta en los países, que recuerda en mucho a la
visión hegeliana de la historia.
El tercer período se inicia con
la afirmación del “imperialismo norteamericano”, para luego pasar revista al
medio siglo XX, poniendo énfasis en las estructuras económicas y enfocando los
cambios sociales y del poder. Los tomos que destaco siguen siendo fuentes
obligadas para conocer la trayectoria de América Latina. Hoy contamos con
nuevos trabajos de investigación, que evidentemente avanzan mucho más de lo
logrado hace varias décadas, y a los cuales haré referencia en otras
oportunidades.
Lo que por el momento debería
quedar en pie es que la reflexión y el análisis sociales merecen reforzarse con
el examen de la historia pasada, pues hay una conexión entre pasado y presente
que enriquece la comprensión del presente. Es el fundamento que encontró la
ciencia social latinoamericana hace varias décadas y que ya fue motivo de
examen de los filósofos de la historia del siglo XVIII, y en la concepción
dialéctica que introdujo G.W.F. Hegel en el campo de la filosofía idealista.
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