John Bolton, hoy
consejero de seguridad nacional, y Mike Pompeo, ex director de la CIA y actual
secretario de Estado, con apoyo de Elliot Abrams, convicto del caso Irán -contras, reactivaron el proyecto del
Pentágono para la destrucción de los estados en los países de la cuenca del
Caribe, en particular, Cuba, Venezuela y Nicaragua.
Carlos
Fazio / LA JORNADA
Elliot Abrams, Mike Pompeo y John Bolton. |
Desde que las tropas del Pentágono tuvieron que retirarse de Siria y
Donald Trump aceleró las políticas de cambio de régimen en Venezuela y la
cuenca del Caribe, se ha venido revalorizando la llamada doctrina
Rumsfeld-Cebrowski, cuyo objetivo sería destruir las estructuras
institucionales de los países de la región, mediante la generación de un caos
constructivo que erosione los vínculos sociales en los que se sustenta el
Estado-nación, sin importar que sean amigos o adversarios políticos de Estados
Unidos y para impedir que haya gobiernos soberanos que puedan decidir sobre los
recursos energéticos existentes en sus territorios.
Según Thierry Meyssan, la primera parte de ese plan
fue sembrar el caos en el Medio Oriente ampliado o Gran Medio Oriente –con las
guerras en Afganistán, Irak, Líbano, Libia, Siria, Yemen− y la segunda fase
debe hacer lo mismo en la cuenca del Caribe, mediante la destrucción de una
veintena de países insulares o con costas en ese mar, exceptuando a la
militarista Colombia, convertida en socia global de la Organización del Tratado
del Atlántico Norte (OTAN), y México, integrado de manera subordinada al
espacio geopolítico de América del Norte.
Los antecedentes de dicha doctrina se remontan al
11 de septiembre de 2001. A raíz de los atentados terroristas contra las torres
gemelas de Nueva York, el entonces secretario de Defensa estadunidense, Donald
Rumsfeld −integrante del Estado profundo, un poder clandestino paralelo al de
la Casa Blanca−, reactivó la Oficina de Transformación de la Fuerza (Office of
Force Transformation) creada por Bill Clinton y designó al vicealmirante Arthur
Cebrowski para dirigirla. Cebrowksi redimensionó la guerra centrada en redes ( network-centricwarfare)
elaborada por el Pentágono tras la insurrección campesina indígena del Ejército
Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en Chiapas, y restructuró la estrategia
de espectro completo (full spectrumdominance) con la era de la
información, para así lograr una hegemonía en el campo de lo social,
lingüístico, cognitivo, informativo y físico.
El estratega geopolítico del Departamento de
Defensa y asistente de Cebrowski, Thomas P. M. Barnett, impartió el nuevo
modelo al alto mando militar en 2003, resumiéndolo en un nuevo mapamundi que
dividió al orbe entre países a los que denominó núcleo funcional (los estados
estables o el G8 y sus aliados) y otros (el resto del mundo) a los que ubicó en
la brecha de no integrados, considerados como simples tanques de recursos naturales
y sujetos a la destrucción de sus estructuras estatales y al control militar de
EU.
Las naciones de ese segundo grupo ya no fueron
vistas como independientes y soberanas, y había que hacerlas retroceder a la
era del caos −a la época en que el hombre era el lobo del hombre− mediante
campañas de desestabilización y guerras regionales híbridas o difusas,
interminables y recurrentes, donde el caos neosocialdarwinista alcanza
proporciones tan espantosas que nadie piensa ya en resistir, sino sólo en
sobrevivir; zonas donde, como dice T. Meyssan, las corporaciones
multinacionales pueden extraer (despojar a los pueblos) las materias primas que
necesitan sin rendir cuentas a nadie. Verbigracia, Afganistán, Irak, Libia,
Yemen en el Medio Oriente ampliado. O los conflictos en curso en la cuenca del
Caribe, con epicentro en Venezuela, Cuba y Nicaragua, donde el imperio ha
encontrado fuerte resistencia gubernamental y popular, con la actual emergencia
migratoria en el sur-sureste de México y el triángulo del norte de
Centroamérica (Guatemala, El Salvador y Honduras).
Por otra parte, si se sigue el curso de los
conflictos regionales y las guerras difusas de 2003 al presente (Túnez, Libia,
Egipto, Palestina, Líbano, Siria, Irak, Arabia Saudita, Bahréin, Yemen,
Turquía, Afganistán, Venezuela), se verá que todos se encuentran dentro de las
zonas no integradas del mapa de Barnett y, sorprendentemente, también dentro de
la franja petrolera del planeta.
La estrategia del caos de los neoconservadores de
la administración Bush Jr (Cheney, Wolfowitz, Rumsfeld, Fukuyama, Huntington,
Cebrowksi y Bolton) fue concebida en la Universidad de Chicago por el filósofo
Leo Strauss (1899-1973), quien reintrodujo esa noción como herramienta de
dominación de una élite escogida para someter a masas incultas con base en la
jerarquía natural.
En la actualidad, arrinconado por el fiscal Robert
Mueller y la trama rusa −y para evitar ser acusado de alta traición−, Trump
tuvo que negociar su supervivencia política con el Estado profundo, y los halcones
de la CIA y el Pentágono lo obligaron a aplicar la doctrina
Rumsfeld-Cebrowskidel grupúsculo de neocons enquistados alrededor del
American Jewish Committee.
Fue así que John Bolton, hoy consejero de seguridad
nacional, y Mike Pompeo, ex director de la CIA y actual secretario de Estado,
con apoyo de Elliot Abrams, convicto del caso Irán -contras, reactivaron
el proyecto del Pentágono para la destrucción de los estados en los países de
la cuenca del Caribe, en particular, Cuba, Venezuela y Nicaragua. Lógica, en
que de manera encubierta parecen querer envolver al gobierno reformista
nacional-popular de Andrés Manuel López Obrador, si no se disciplina a los
dictados de la clase capitalista trasnacional.
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