A pesar de su estilo histriónico y
beligerante, Donald Trump ha tenido serias dificultades para cumplir sus
promesas y amenazas.
Arantxa Tirado / ALAI
En junio de 2019 Donald Trump lanzó en Orlando la campaña
para su reelección con un discurso lleno de promesas. Bajo el lema “Keep
America Great!” (Mantengamos grande a América), Trump enunció algunos de sus
propósitos para un nuevo mandato. En la prensa se destacaron algunas ideas un
tanto estrambóticas, como la cura del cáncer y del SIDA, así como la llegada de
un cosmonauta estadounidense a Marte.[1]
No
es la primera vez que el presidente estadounidense realiza declaraciones
sorprendentes. Las promesas y amenazas varias, en el marco de campañas
electorales o en el mero ejercicio presidencial, se suceden en el caso de
Trump. Bien sea en sus discursos o en sus tuits, el mandatario estadounidense
se caracteriza por su estilo desenfadado, directo y sin pelos en la lengua. Sin
embargo, más allá del tono y los enunciados provocativos, vale la pena
detenerse a comprobar qué tanto de lo que dice se lleva a los hechos.
Trump:
¿promesas incumplidas?
A
pesar de que el sistema estadounidense es presidencialista, lo que da a la
figura del Presidente un amplio poder respecto a otros sistemas de tipo
parlamentario, no se puede olvidar la existencia de otros actores en la toma de
decisiones y el sistema de check and balances que trata de contrapesar su
dominio. De ahí que, como se verá, Trump no haya podido llevar a término muchas
de las propuestas anunciadas.
Según
el medio Politifact, las cinco principales
promesas de Donald Trump en su campaña para llegar a la Presidencia fueron:
3. Suspender la
inmigración de lugares propensos al terrorismo
4. Recortar los impuestos
para todo el mundo
En
ninguno de estos rubros la Administración Trump ha logrado avances sustanciales
que puedan hacer pensar en que ha cumplido su palabra electoral, dejando en
evidencia que el presidente no se distingue de otros políticos al uso, a pesar
de jugar la baza de presentarse como “rupturista” respecto a la política
previa, u outsider del sistema.
Este mismo medio
enlista otras promesas incumplidas de Trump, entre las que están: hacer una
enmienda constitucional para promulgar límites a los mandatos del Congreso,
establecer una comisión sobre el Islam radical, permitir a los particulares
deducir las primas del seguro médico de sus impuestos, establecer una
prohibición para que los musulmanes no puedan entrar a EE. UU., expulsar a los
refugiados sirios de EE. UU., equilibrar el presupuesto federal con rapidez o
cambiar el nombre de un monte rebautizado por Obama como Denali por su nombre
anterior, Monte McKinley.[5] Ninguna de estas promesas, ni
siquiera la del cambio de nombre del monte, han sido llevadas a la práctica por
Trump. Algunas fueron bloqueadas por el Congreso y otras, como la Orden
Ejecutiva 13769, que cerraba las fronteras temporalmente a la entrada de
refugiados de ciertos países musulmanes, fue rechazada por los jueces de la
Corte Suprema.[6]
Asimismo, otra de las
grandes promesas de la primera campaña electoral de Trump fue la de recuperar
los puestos de trabajo que se habrían perdido por la competencia de la mano de
obra de terceros países. Su propósito de frenar el declive de la industria
estadounidense -ejemplificado con la recuperación del Estado de Michigan- no ha
sido exitoso pues, de enero de 2017 a diciembre de 2018, se perdió casi el 9%
de los trabajos manufactureros.[7] Ésta ha sido una de las grandes
promesas de Trump y que sirvió para sustentar su lema de campaña (“Hacer a
América grande de nuevo”), teóricamente a favor de los abandonados trabajadores
del país. Sin embargo, en este ámbito, el impacto no ha sido el esperado, a
pesar de que el nuevo lema de campaña asuma que sí lo fue (“Mantengamos grande
a América”). En este, como en otros asuntos, la retórica proteccionista no se
ha desapegado de unas políticas neoliberales,[8] que son funcionales a los
intereses del empresariado estadounidense, más que a los de las clases
trabajadoras.
Y
las amenazas…
Otra
característica del estilo Trump es el uso de la amenaza para posicionar temas
en la agenda de la política doméstica y exterior. En las amenazas no cumplidas
se pueden constatar sus virajes discursivos, así como la disociación entre lo
que dice o amenaza de hacer y lo que finalmente se dispone a (o puede) hacer.
Uno de los principales temas sobre el que EE. UU. y, en
concreto, Donald Trump han hecho declaraciones contradictorias ha sido el de la
guerra comercial con la República Popular de China. Trump pasó de decretar una
subida de aranceles del 10-25% a las importaciones chinas, acusando a China de
espionaje industrial y malas prácticas comerciales, o de prohibir a las
empresas estadounidenses surtir componentes originales a Huawei -con la excusa
del posible espionaje que podría hacer esta empresa en la lucha por ser
vanguardia en la tecnología 5G- a negociar con el presidente chino Xi Jinping
un acuerdo en junio pasado. La negociación contrasta con el tono bronco de las
declaraciones previas. De hecho, Trump anunció que iba a dar instrucciones al
Departamento del Tesoro para que declarara a China como “manipulador de la
moneda”.[9]
Su
estilo impetuoso se ha observado en las amenazas de recortes presupuestales. En
abril de 2019 Trump anunció la reducción de la asistencia para el desarrollo en
Centroamérica,[10] decisión altamente criticada por
los propios think
tanks
del establishment estadounidense.[11] Trump se tuvo que topar
finalmente, con el rechazo del Congreso a algunos de sus recortes en el
presupuesto de 2019, aunque para 2020 está prevista una reducción que supondrá
la reducción del 30% en el presupuesto respecto a 2016.[12] Lo mismo sucedió con el anuncio
de recorte de presupuesto para el Departamento de Estado, que posteriormente no
fue tal y como se había anunciado.
Además, el tema
estrella que ha centrado las amenazas de Trump en los últimos meses ha sido el
de Venezuela, sobre el que el presidente se ha pronunciado en reiteradas
ocasiones de manera injerencista,[13] para pasar luego a ignorar los
consejos guerreristas de sus asesores de Seguridad. En los últimos días, Trump
ha declarado tener “cinco estrategias para Venezuela”[14], que podría cambiar en cualquier
momento. Esto trasluce el reacomodo de EE. UU. ante el fracaso de su última
estrategia golpista protagonizada por Juan Guaidó, así como la improvisación en
materia de política exterior, que es otra de las características de la política
internacional de Trump. Esta volatilidad -y hasta contradicciones flagrantes-
en las relaciones diplomáticas estadounidenses se ha visto también para los
casos de Corea del Norte, la Federación de Rusia o Irán, con un presidente
declarando a veces de manera hostil hacia las políticas o líderes de estos
países, y luego tendiendo puentes con ellos de manera enunciativa por su cuenta
de Twitter o en reuniones bilaterales.
Reflexiones
finales
Como se ha destacado en otros informes,[15] el estilo de Trump, sin duda,
está creando escuela, pero podría ser nada más que eso, un estilo provocativo,
propio del personaje histriónico que acompaña al showman televisivo que alguna vez fue,
pero inerme a la hora de confrontar al Deep State estadounidense, el Gobierno en la
sombra, así como limitado por un Congreso que no ha respaldado en los años
anteriores el conjunto de sus políticas.
Por otra parte, las contradicciones en el discurso
de Trump no serían preocupantes si no se tratara del presidente de la mayor
potencia mundial. Sus decisiones erráticas tienen impacto en la economía de
terceros países y en la estabilidad política del sistema internacional. A pesar
de que Trump es volátil e impredecible, también se ha observado en la última
crisis venezolana que no se ha dejado influenciar por el sector más guerrerista
de sus asesores, como se desprendió de la filtración del The Washington Post.[16] Por tanto, se destaca el carácter
contradictorio y complejo de la personalidad del presidente estadounidense, que
tiene un reflejo hasta cierto punto en la política del país, pero que debe ser
matizado, puesto que los elementos estructurales del establishment estadounidense sirven
de freno o contención ante cualquier impulso en el que Trump pudiera caer.
Sin duda, al presidente no le conviene aparecer
como un hombre de poca palabra a un año de las elecciones 2020. Las encuestas,
por el momento, lo sitúan por detrás de un eventual candidato demócrata, con el
44% de los votos.[17] De ahí la importancia de cumplir
promesas y amenazas para lograr la reelección.
Notas
[2]
A pesar de que un juez federal de Texas decretó que la Ley de Cuidado de Salud
a Bajo Precio (el conocido como Obamacare) es anticonstitucional, el programa sigue vigente. No
obstante, la ley está siendo apelada en el Tribunal Supremo de los EE. UU. https://www.nytimes.com/2019/06/24/us/politics/supreme-court-insurers-obamacare.html
[3]
De momento, parece que quien lo está pagando es EE. UU. a través del desvío de
presupuesto militar del Pentágono a la construcción de tramos del muro https://www.excelsior.com.mx/global/pentagono-destinara-mil-500-millones-mas-para-el-muro/1312305 Esto no implica, por
supuesto, que México no pudiera acabar pagando parte de su construcción por vía
indirecta a través de los aranceles, por ejemplo.
[11]https://www.wilsoncenter.org/article/trump-threatens-to-cut-assistance-to-central-america-does-it-matter y https://www.brookings.edu/blog/future-development/2019/04/03/central-americans-need-less-violence-more-development-and-a-safe-place-to-stay/
[13]https://www.whitehouse.gov/briefings-statements/remarks-president-trump-venezuelan-american-community/
[16]https://www.washingtonpost.com/world/national-security/venezuelas-opposition-put-together-a-serious-plan-for-now-it-appears-to-have-failed/2019/05/01/7df68fe0-6c19-11e9-be3a-33217240a539_story.html?utm_term=.e0b9d6457798
[17]http://www.rasmussenreports.com/public_content/politics/elections/election_2020/white_house_watch_jul05
-Arantxa Tirado es Dra. en Relaciones
Internacionales e Integración Europea (UAB) (España)
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