Deseo de corazón que si los señores Miguel A. Pichetto y Alberto Asseff
sospechan haber triunfado con este acuerdo de cúpulas y no precisamente entre
luchadores populares, que ese triunfo les sea pírrico.
Carlos
María Romero Sosa / Especial para Con Nuestra América
Desde Buenos Aires
Alberto Assef y el Miguel A. Pichetto, candidato a vicepresidente del oficialismo en Argentina. |
El periodo democrático iniciado en la República
Argentina en 1983, por desgracia ha abundado en lamentables burlas al
electorado. Basta recordar aquel pacto espurio
entre el menemismo y la UCD que en 1989 dejó sin su banca de senador por
la Capital Federal al doctor Fernando de la Rúa. Ciertamente ignoro si el
destino es o no chambón, según el título de un relato de Arturo Cancela y Pilar de Lusarreta, pero lo cierto es que
el beneficiario entonces de aquella maniobra, Eduardo Vaca, pudo ejercer poco tiempo el cargo ya que falleció después
de una penosa y larga agonía.
Tampoco le fue bien a Gustavo Béliz, que nunca pudo
llegar a la Cámara Alta más allá de la
arbitraria decisión judicial que lo dio por ganador de la banca para la cual el
inolvidable defensor de los derechos humanos y de la educación pública, el
socialista Alfredo Bravo, había obtenido en la elección de 2001 la mayor
cantidad de votos de la ciudadanía porteña, entre ellos el mío que una vez más
me sentí defraudado por la clase política con sus componendas avaladas por un
Poder Judicial que poco tiene que ver con la Justicia como valor y que seguimos
padeciendo. Fue precisamente cuando se le arrebataba el escaño al maestro
Bravo, que la señora Carrió habló con la propiedad que desde mi modesto punto
de vista ha perdido al convertirse desde
2015 en socia y defensora a ultranza del oficialismo, de “la base de inmoralidad”
que subyacía en la impugnación jurídica realizada por el candidato del Frente
Nuevo País (Béliz); concluyendo con razón que Bravo “Es senador nacional por voluntad popular, legitimidad y legalidad”, en declaraciones registradas por
el diario La Nación el 8 de noviembre de 2001.
Ahora hay otras avivadas y una de
ellas parece haber sido frustrada por
una resolución de la jueza federal con competencia electoral, doctora María
Romilda Servini de Cubría, al rechazar una impugnación a la candidatura
presidencial del economista José Luis
Espert, a quien por todos los medios se trata de dejar afuera de la próxima
compulsa de las PASO (Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias). Aparte de este
intento fallido, ha sido víctima
Espert de otro contubernio por emplear el término de un libro memorable
del diputado socialista obrero Joaquín Cocca con denuncias de los tejes y
manejes del régimen en la Década Infame. Lo peor es que esa componenda viene a
mojar la oreja a un respetable sector de
la ciudadanía que por lo demás sostiene
ideas muy diferentes y hasta contrapuestas con las mías.
En ese sentido, el reciente pacto
entre los señores Pichetto y Asseff asquea
–no hallo otra palabra- y más el consiguiente poroteo para incorporar en la
lista de diputados a este último al que conozco y en lo personal estimaba;
empero vale aquí aquello de “Amicus Plato sed magis amica veritas”
del brocárdico. Lo cierto es que sentí
vergüenza ajena frente a la fotografía que publicó La Prensa en la página 5 de
su edición del domingo 23 de junio del corriente, donde se ve a la derecha al
ahora candidato, una persona mayor –yo también soy sexagenario- sonriendo ante
la “operación” que sospecho nada aséptica. “No
está mal, son negociaciones”, se
justificó el doctor Asseff. Y yo me permito decirle: no amigo: la política no
es tranza, trenza y acomodo sino una
actividad que debe apuntar a “augustos
fines” al decir de Yrigoyen al que entiendo admiraba.
Usted la ve de otra forma con
apelación a la psicología de la viveza criolla. Posiblemente acceda al cargo y
el pueblo de la Nación, hambreado por la política económica conservadora del neoliberalismo
y el capitalismo de los amigos del presidente, se encargará de pagar su dieta.
De lo que no estoy tan seguro es que de verificarse lo que representa a todas
luces una proscripción del economista Espert, sus votantes lo hagan por
Mauricio Macri en octubre.
Por de pronto sigo a la espera en
estos días del juicio de la señora Carrió sobre el tema que lo es más ético que
legal, o sea un campo del dominio de la siempre denunciante legisladora. De
manifestar ese juicio, confío -sin duda
con ingenuidad- que será tan acertado y vehemente como en el referido caso de Alfredo Bravo.
Asimismo, deseo de corazón que si los señores Pichetto y Asseff sospechan haber
triunfado con este acuerdo de cúpulas y no precisamente entre luchadores
populares, que ese triunfo les sea pírrico ya que vengo comprobando últimamente
que hay gente de derecha –y repito que yo no lo soy-verdaderamente seria y con
auténtica formación cívica, sin tanto cacareo de falso republicanismo.
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