Los panameños tenemos los recursos de sobra para levantar un sistema
educativo que nos permita atender las demandas de nuestros niños y jóvenes.
Podemos construir los mejores planteles con todos los adelantos técnicos. Sólo
tenemos que contestar la pregunta ¿para qué?
Marco A. Gandásegui, hijo / Para Con Nuestra América
Desde Ciudad Panamá
En la primera parte de este artículo de opinión repasamos la historia
de la educación en Panamá. Fue un pantallazo muy rápido del pasado cuyo
objetivo era introducirnos al presente. A su vez, nos sirve para proyectarnos
hacia el futuro. Vivimos en un presente que nos legaron nuestros padres. Pero
sí podemos construir la sociedad que queremos pensando en el futuro. El actor
central puede ser un grupo social, una combinación de grupos o todos. Muy
difícil que sea uno sólo o todos juntos. Más probable es que sea una alianza
entre diferentes grupos que se unen para acometer la tarea de construir esa
sociedad que queremos.
No tenemos la respuesta a la pregunta sobre cómo será esa sociedad que
construiremos. Lo que si podemos afirmar con seguridad es que un instrumento
fundamental en esa construcción es la educación. En nuestra historia vimos que
cualquier proyecto de educación nacional responde a los intereses de uno o
varios grupos sociales. La invasión militar norteamericana de 1989 impuso sobre
el país un modelo económico que lleva el nombre de neoliberal. El modelo
subordina todas las actividades – tanto económicas o culturales – a la lógica
de quienes se creen dueños del país. Los neoliberales la llaman – sin razón - la
‘lógica del mercado’.
Los neoliberales modificaron las leyes que rigen las relaciones
sociales entre los panameños (desregularon las reglas, privatizaron las
empresas públicas y flexibilizaron las relaciones laborales). En el campo de la
educación, los más radicales propusieron su privatización. Esto era imposible
por el costo financiero que implicaba. En otros países (EEUU, entre otros) se
consideró y se sigue barajando una alternativa educativa ‘público – privada’.
Es decir, el gobierno pone todos los recursos y la empresa privada los
administra. Igualmente, la empresa privada se queda con las ganancias de la
inversión pública.
Este sistema ha sido muy resistido por razones obvias. En primer
lugar, si el administrador no genera una ganancia para el dueño, se cierra la
escuela. Segundo, el sistema no tiene un proyecto ni visión de futuro. Los
empresarios agrupados en sus gremios ven con buenos ojos esta propuesta porque
les anuncia un camino fácil para generar ganancias. El empresario privilegia su
ganancia sobre todo lo demás. Para él es lo correcto. Pero ¿dónde quedan los
estudiantes, la escuela y el futuro del país? Quedan tal como nos dicen los
documentos y estadísticas del gobierno: Jóvenes ‘ni-ni’, planteles colapsados y
un futuro incierto.
Los panameños tenemos los recursos de sobra para levantar un sistema
educativo que nos permita atender las demandas de nuestros niños y jóvenes.
Podemos construir los mejores planteles con todos los adelantos técnicos. Sólo
tenemos que contestar la pregunta ¿para qué?
En la actualidad, existen tres proyectos de reforma educativa que
circulan a puertas cerradas: La primera es la del uno por ciento de los
panameños. Este minúsculo sector propone la iniciativa ‘público privado’. Otro sector, el 40 por ciento de los panameños,
quieren un sistema que les garantice a sus hijos acceso a la escalera del
ascenso social. Los restantes, casi el 60 por ciento, han sido rechazados por
el sistema y tenemos que reintegrarlos a la escuela.
El sistema educativo tiene que preparar a la juventud para una vida
productiva e innovadora. No podemos discriminar por sexo, etnia, ni por
condición económica. El primer día de clase del niño en kindergarten debe
probar su ingenio para solucionar problemas. La vida es una pista llena de
obstáculos cambiantes, cada vez más difíciles, para los cuales tenemos que
estar preparados. La escuela – primaria, secundaria y superior – tiene que
darnos los instrumentos para iniciar esa vida que nos exigirá permanentemente
seguir escalando. El sistema también tiene que darnos los medios para saber
dirigir, para ser líderes, comenzando en la escuela y siguiendo en la vida
productiva. El liderazgo es una cualidad que el sistema educativo tiene que
darle al joven. Se fijan metas y se trasmiten valores: La lectura, la destreza
mental y física, la competencia, la solidaridad.
Hay áreas básicas que difícilmente cambiarán como las matemáticas y el
español. Igualmente, la ciencia y las humanidades. Hay retos técnicos. Hace
cien años era la electricidad, hace medio siglo la revolución audio visual, hoy
estamos en la era digital. Mañana estaremos enfrentado otros retos. Nuestro
sistema educativo tiene que formar a quienes estarán en la vanguardia de los
cambios e innovaciones. Para eso debe servir el sistema educativo panameño.
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