La seguridad puesta en entredicho
por el narcotráfico y el crimen organizado es la excusa para que los Estados
Unidos sigan manteniendo su presencia militar y policial en la región. La
articulan con lo que ya han podido construir en México y Colombia, que cada vez
se integran más a estos esfuerzos, constituyendo un verdadero cinturón de
seguridad.
Rafael
Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica
Seguridad nacional y control: los objetivos de Obama en su gira a Centroamérica. |
¿Por qué visita Barack Obama a la
pequeña Centroamérica, una región con la que los Estados Unidos tienen un
intercambio comercial que para ellos es insignificante, que no forma parte de
ninguno de los bloques de poder mundial y que es visto, en la misma
Latinoamérica, como una región marginal a la que a veces se le escamotea,
incluso, su pertenencia a la comunidad latinoamericana?
La visita porque Centroamérica forma
parte, en la doctrina de la seguridad nacional norteamericana, del primer
círculo para su defensa estratégica, junto con México y el Caribe, y esto
implica la necesidad de mantenerla bajo su férreo control, como lo han
demostrado a través de la historia.
El primer punto que siempre ha
interesado a los norteamericanos es el de la seguridad; es decir, el de su seguridad. El tema vuelve a salir en
la agenda a tratar en la próxima visita del presidente norteamericano a Costa
Rica, en donde piensa entrevistarse con los presidentes del resto de
Centroamérica, y adquiere las connotaciones de la coyuntura actual: se trata de
la seguridad asociada al narcotráfico y al crimen organizado.
Pero el tema de la seguridad
siempre ha estado en la agenda norteamericana para la región, no es algo nuevo.
Para los Estados Unidos, es de vital importancia tener el control de una región
en donde existen dos canales interoceánicos, uno real y otro virtual, el de
Panamá y el de Nicaragua.
Desde el siglo XIX, cuando
Nicaragua aparecía como el lugar en donde existían más posibilidades para
construir el canal, los Estados Unidos pusieron sus ojos sobre este país. En
1855, una gavilla de bandoleros, aupados por la convicción mesiánica del
destino manifiesto, lo invadieron bajo la dirección de William Walker -quien
antes había intentado separar Sonora y Baja California de México para luego
agregarlas a la unión americana-, y pusieron en pie de guerra a todas las
naciones centroamericanas.
Luego, a inicios del siglo XX,
tuvieron una participación abierta en el desgajamiento de Panamá de Colombia,
con el fin expreso de construir en ese nuevo país el Canal de Panamá, que se
había decantado como más viable que el de Nicaragua.
Pero si bien construyeron el canal
en Panamá, se vieron en la necesidad de impedir que cualquier otra potencia
construyera el de Nicaragua, con lo que se mantuvieron intermitentemente en
este país durante todos los primeros 30 años del siglo XX, hasta que vieron más
práctico crear un ejército que defendiera sus intereses sin que ellos
estuvieran presentes, y para ello organizaron la Guardia Nacional que comandó
la dinastía de los Somoza hasta 1979.
Precisamente, la derrota de esa
Guardia Nacional pretoriana nicaragüense abrió un período en el que los Estados
Unidos vieron peligrar su dominio indiscutible sobre Centroamérica, pues en
Guatemala y El Salvador se desarrollaban verdaderas guerras de liberación
nacional que lo jaqueaban en el extremo norte de la región.
La respuesta fue contundente de su
parte y no escatimó recursos. La contrarevolución fue apoyada en Nicaragua
(Reagan mismo se autodefinió como un contra), y los ejércitos de El Salvador y
Guatemala recibieron pertrechos y entrenamiento, si no de forma directa,
indirectamente, a través de los ad lateres norteamericanos como Israel o la
dictadura argentina.
Más recientemente, ante la posible
ampliación del ALBA, o algunos de sus mecanismos de cooperación hacia la
región, ni lerdos ni perezosos dieron un golpe de Estado en Honduras. Ese golpe
sobre la mesa le advirtió al FMLN en El Salvador cuáles eran los límites que no
debía traspasar en caso de que unos pocos meses después, como ciertamente
sucedió, ganara la contienda electoral. Asimismo, frenó el timorato coqueteo de
Alvaro Colom con Petrocaribe en Guatemala y de Oscar Arias en Costa Rica.
Ahora, la seguridad puesta en
entredicho por el narcotráfico y el crimen organizado es la excusa para que los
Estados Unidos sigan manteniendo su presencia militar y policial en la región.
La articulan con lo que ya han podido construir en México y Colombia, que cada
vez se integran más a estos esfuerzos, constituyendo un verdadero cinturón de
seguridad que más adelante podrá prolongarse hacia Perú, estableciendo una
alianza estratégica vital para el momento político que vive América Latina.
No hay que decir que tales
alianzas no han logrado bajar ni los índices de violencia ni el tráfico de
drogas, pero sí han dejado una constelación de bases militares y acuerdos de
navegación por aguas nacionales que permiten un desplazamiento a sus anchas de
la armada norteamericana.
Es así como expande la paz el
Premio Nobel Barack Obama.
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