La revolución en la revolución que señala Maduro en
su toma de protesta, la lucha contra la corrupción y el burocratismo, deben
expresarse en el ejercicio efectivo y creciente del poder popular desde las
comunas, los sindicatos, las organizaciones populares de trabajadores, de
productores, de los pueblos indígenas y de la acción consciente y permanente de
la intelectualidad –en el sentido más amplio y democrático de este concepto–.
Gilberto López y Rivas / LA JORNADA
Son notables
las interpretaciones de analistas –incluso dentro del progresismo– en torno a
lo que ocurre en Venezuela, impregnadas por lo epidérmico y fenoménico y
dejando a un lado lo que estructuralmente está en juego, así como obviando los
contextos locales y mundiales en que tienen lugar los acontecimientos. Así,
algunos articulistas se han dedicado a describir personalidades, discursos,
sucesos y procesos fortuitos, despojados de lo que representan en las
estrategias de poderes y fuerzas sociopolíticas que actúan en las sombras o
abiertamente en función de intereses de clase, o de su inserción en las
reconfiguraciones mundiales del imperialismo estadunidense y sus aliados en la
región latinoamericana.
Si se asume una
contradicción esencial de carácter antagónico entre revolución, soberanía,
poder popular versus contrarrevolución, imperialismo, poder oligárquico:
¿quién, por ejemplo, puede creer que la cadena informativa CNN, y sus afines en
nuestros países de monopolios mediáticos, estén defendiendo la trasparencia de
los procesos electorales en Venezuela? ¿O sostener que Capriles, golpista
confeso en abril de 2002, represente el pacifismo de una protesta
anti-dictatorial y sea adalid de la democracia? Asimismo, ¿qué caso tiene
sobredimensionar las peculiares características del chavismo sin Chávez durante
el proceso electoral, sus frecuentes expresiones religiosas, su explicable
culto al dirigente fallecido, si con ello se está tratando de consolidar un
proceso revolucionario, aun con las limitaciones de una dirigencia que está
aprendiendo colectiva y rápidamente de sus errores, y está superando en la
adversidad y la guerra del imperio la orfandad política que ocasionó la partida
del comandante supremo?
Por la mañana
del proceso electoral y desconociendo sus resultados finales, escribí para una
página electrónica: No me cabe duda que el comandante Chávez y su candidato
Nicolás Maduro triunfarán en la jornada electoral del 14 de abril, mostrando al
mundo entero la fortaleza y madurez de la concientización política de la
mayoría del pueblo de la República Bolivariana de Venezuela, así como la
eficacia y trasparencia de su probado sistema electoral. No obstante, hay que
esperar la reacción del candidato de la ultraderecha venezolana frente a su
derrota, las múltiples iniciativas subversivas de sus patrones yanquis, quienes
sin duda tratarán de provocar conflictos y deslegitimar el proceso para dar
cauce a los planes desestabilizadores que nunca han dejado de poner en práctica
los servicios de inteligencia estadunidenses, y los de varios gobiernos
subalternos que coadyuvan en este esfuerzo contrarrevolucionario, así como el
trabajo cotidiano de desinformación y contrainformación de sus cajas de
resonancia mundial que constituyen los medios de comunicación masiva a su
servicio. En efecto, Capriles, derrotado por porcentajes suficientes, pasó del
desconocimiento del candidato ganador y las instituciones electorales y
constitucionales a la campaña subversiva de sabotajes a la economía del país,
al tendido eléctrico, a instalaciones gubernamentales de variada naturaleza,
así como a las agresiones armadas a partidarios del chavismo que han cobrado,
hasta ahora, ocho vidas humanas.
La dirección
político-militar bolivariana, por su parte, ha comprendido que la unidad de los
diferentes sectores del polo revolucionario en torno al legado de Chávez, que
se puso a prueba en estos comicios, debe consolidarse en la radicalización del
proceso de construcción del socialismo del siglo XXI en la extensión del
territorio, a través del desarrollo y fortalecimiento del poder comunal, así
como por la participación activa de todos los sectores sociales organizados en
los distintos niveles del gobierno y toma de decisiones. La revolución en la
revolución que señala Maduro en su toma de protesta, la lucha contra la
corrupción y el burocratismo, deben expresarse en el ejercicio efectivo y
creciente del poder popular desde las comunas, los sindicatos, las
organizaciones populares de trabajadores, de productores, de los pueblos
indígenas y de la acción consciente y permanente de la intelectualidad –en el
sentido más amplio y democrático de este concepto–, en el debate de las ideas y
en los campos de la lucha ideológica, la difusión del pensamiento progresista y
la cultura revolucionaria.
La prueba de
las urnas que el proyecto chavista ha pasado con éxito durante estos tres
lustros debe tomar en cuenta los desgastes naturales de una movilización
permanente y la necesidad de renovarse a partir de la atención focalizada de
los jóvenes como recambio natural y planeado de las dirigencias
revolucionarias. Hay que tomar muy en cuenta el trabajo de la derecha en
sectores del estudiantado y la juventud en general para contrarrestar esta
influencia, y lograr que los jóvenes revolucionarios prevalezcan como fuerza
hegemónica no sólo en las universidades sino también en los barrios, tomando en
cuenta el papel que el imperialismo asigna a las adicciones, el narcotráfico y
la delincuencia organizada, en general, como instrumentos de dominación e
injerencia en la vida de nuestros países.
Que no se
equivoquen los golpistas locales y foráneos en cuanto a desdeñar los cambios
experimentados en la Fuerza Armada Nacional Bolivariana en estos 14 años de
gobierno chavista y, sobre todo, en subestimar el protagonismo de los militares
en la contradicción revolución versus contrarrevolución. Si en 2002 la unión
cívica militar y la presencia de millones de venezolanos en las calles fueron
el factor esencial que revirtió el golpe de oficiales traidores, hoy en día la
incorporación de agrupamientos armados de distintos tipos de milicia y la
puesta en práctica de la estrategia de guerra de todo el pueblo, junto al
trabajo ideológico y político en favor del socialismo, vuelven prácticamente
imposible que se hagan realidad los sueños golpistas de la democrática derecha
venezolana y sus mentores yanquis.
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