Aunque la coincidencia política e
ideológica de Maduro con su mentor es conocida, es visible que sus estilos
personales son diferentes: al proponerlo, Chávez lo calificó de cordial,
talentoso y concertador. Como canciller, demostró un perfil más dado a
construir arreglos que ahondar enfrentamientos.
Nils
Castro / ALAI
Nicolás Maduro representa un relevo generacional dentro de la Revolución Bolivariana. |
El proceso revolucionario venezolano
viene de un buen empalme entre dos generaciones. Cuando los revolucionarios
civiles y militares que se alzaron en armas en los años 60 ya alcanzaban los 70
años de edad, el presidente Chávez, su mejor intérprete y continuador, falleció
cuando recién había cumplido 59. Hugo Chávez nació en 1954; era niño cuando
ellos se hicieron guerrilleros. A su vez a los 28 años, recién ascendido a
capitán, fue cofundador del Movimiento Bolivariano Revolucionario 200 (llamado
así porque se cumplían 200 años del natalicio de Bolívar). Y de esa época datan
sus contactos con quienes habían sido sus antecesores en los años 60, y sus
diálogos sobre las motivaciones, heroísmos, reveses y aprendizajes de aquella
generación.
Esa relación transmitió una herencia.
Luego de los dramáticos sucesos del Caracazo de 1989 -que fue un parteaguas de la historia venezolana-, el sistema político de aquel entonces, y sus
actores, ya estaban demasiado desprestigiados para que alguien creyera que aún
podían sacar al país de la crisis. Así que en 1992 Chávez y sus compañeros
intentaron un levantamiento militar, cuando él tenía 38 años. No pocos militantes
de la anterior generación (que entonces ya pasaban de los 60) lo acompañaron y,
aunque ese proyecto no tuvo éxito, siguieron colaborando con los simpatizantes
jóvenes del movimiento en espera de que su líder saliera de la cárcel. Cilia
Flores, la compañera de Nicolás Maduro, fue la abogada que más peleó por sacar
de prisión a Chávez y su grupo.
Cuando en 1994 se logró la
excarcelación, la popularidad del militar rebelde se había disparado. La
ofensiva neoliberal empezaba pero al pueblo empobrecido y marginado, que ya no
podía confiar en la política tradicional, Chávez le había abierto otra
esperanza. Poco después, él anunció el propósito político de luchar por una
Constituyente que rehiciera la estructura política de la nación y la
convirtiera en una democracia popular, incluyente y participativa. Así, seis
años más tarde del intento golpista, Chávez fue electo Presidente. La
Constituyente alcanzó más del 80 por ciento de aprobación y sirvió de base para
refundar el país. Sin embargo, desarrollar sus logros implica asumir una
revolución cultural que los beneficiarios y acólitos de la vieja época se
resisten a aceptar.
De allí en adelante el esfuerzo
revolucionario podía realizarse por otros medios. Ya no los intentos
guerrilleros de los años 60 -moralmente ejemplares pero sin éxito-, como tampoco la tentativa golpista del 92,
frustrada por indecisiones y una delación. Ahora cabía desarrollar una
alternativa democrática, basada no solo en satisfacer las demandas populares
inmediatas, sino en educar y organizar a ese pueblo inquieto para que asumiera
el protagonismo en el desarrollo de objetivos de mayor alcance, con un espíritu
humanista y patriótico que luego pueda aspirar a un nuevo género de socialismo.
Esto demandaba formar otro tipo de
cuadros de la siguiente generación, procedentes de ese mismo pueblo, del mundo
del trabajo y la lucha por las reivindicaciones populares. Como Nicolás Maduro
quien, nacido en 1962, fue chofer de autobús y dirigente sindical hasta 1998.
Al fragor inicial del movimiento bolivariano, a los 37 años fue electo a la
Constituyente y, con la nueva Constitución, diputado y después Presidente del
parlamento. A la vez, se destacó entre los organizadores del nuevo partido
político que el proceso requería. Asiduo discípulo de Hugo Chávez, a los 44
años sería Canciller y seis años más tarde Vicepresidente Ejecutivo, cargo al
cual Chávez -enfrentado a la enfermedad- lo designó enseguida de ser reelecto en octubre
del 2012.
Ese recorrido está, probablemente, entre
los motivos del apoyo que el ex Presidente Lula da Silva le reiteró a Maduro.
En sus respectivas circunstancias, ambos hicieron la trayectoria de obreros,
líderes sindicales, constituyentes y organizadores políticos. Como también
coincidieron en su condición de talentos políticos de nuevo tipo, capaces de
trascender los gastados estereotipos de la vieja cultura política. Así lo vio
Lula tras comentar el desempeño de Maduro en la Cancillería, adonde le abrió a
Venezuela muchas puertas en el mundo e impulsó la integración latinoamericana y
caribeña.
Por otro lado, el relevo en curso
sugiere la posibilidad de que, a mediano plazo, el estilo del liderazgo
político bolivariano adquiera nuevos matices. Lula no lo dijo, ni sabemos todo
lo que Chávez tuvo en mente al postular a Maduro como su continuador. No
obstante, aunque la coincidencia política e ideológica de Maduro con su mentor
es conocida, es visible que sus estilos personales son diferentes: al
proponerlo, Chávez lo calificó de cordial, talentoso y concertador. Como
canciller, demostró un perfil más dado a construir arreglos que ahondar
enfrentamientos. Decir más sería especulativo.
Pero una nueva perspectiva solo podrá
desarrollarse si se dan las debidas oportunidades. Sin embargo, por lo que
todavía puede verse, dentro y fuera del país aún quedan rehenes del pasado que
se empeñan en impedirlo.
- Nils Castro es escritor y catedrático
panameño.
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