De la gran herencia
cultural, de justicia social y honradez administrativa que legó a las futuras
generaciones aquella República que apenas duró medio siglo [1813-1864], no
queda nada, sus ejemplares valores éticos y de desarrollo social, han sido
sepultados por el accionar de las cúpulas colo-liberales que, con rarísimas
excepciones, arrojan un balance abominable.
José Antonio Vera / Argenpress.info
Paraguay se prepara para las elecciones presidenciales, todavía bajo la sombra del golpe de Estado del 2012. |
El Paraguay, como país
y como pueblo, atraviesa un tiempo difícil, con un Gobierno usurpador e
insensible ante los dramas sociales, un Parlamento amoral y un Poder Judicial
cómplice con toda esa abyección, sin que los más generosos esfuerzos de
análisis permitan visualizar días mejores en el corto tiempo, a juzgar por el
penoso espectáculo de la campaña electoral para las generales del próximo
domingo 21 [de abril].
Empezando por la
miserabilidad de los favoritos que encabezan la puja para definir los nombres
del nuevo titular del Ejecutivo y la futura composición del Senado y Diputados,
una bicameral inútil que paga salarios y regalías superior al de muchas
potencias, con 125 personas que tienen la misión de legislar y sólo trabajan
medio año un cuarto de ellos.
Con seis millones de
ciudadanos y apenas la mitad inscripto en el padrón electoral, este país tiene
80 Diputados y 45 Senadores. Alemania, con 82 millones de habitantes, sólo 100,
Estados Unidos, tan admirado por los cavernícolas, tiene un Senador por Estado
y Noruega, Suecia y Dinamarca, entre los países de mejor bienestar, no tienen
Cámara Alta, dado que es un engendro en extinción en el mundo, mantenido en Paraguay
solamente como negociado de círculos familiares y partidarios.
La derecha, en sus dos
ramales colorado y liberal, ultraconservador uno e igual de reaccionario el
otro, que además exhibe el título de usurpador de la voluntad popular desde
hace nueve meses y medio, constituye una familia profundamente corrupta que, en
más de un siglo, ha saqueado el país en forma inmisericorde, con la excepción
de algunos períodos muy cortos, al frente de un Estado paquidérmico,
desinteresado en los temas culturales que, deliberadamente, alimenta un alto
grado de analfabetismo.
En la campaña
electoral, que está llegando a su fin, en el escalón inferior a esas dos
fuerzas viejas, y con visible diferencia de comportamiento, se sitúa el
reformismo, también con dos vertientes, el Frente Guasu, mejor estructurado y
con sustento campesino, y Avanza País, de presencia urbana. Aunque, por
mezquindades, llegan separadas a la lid electoral, en el conjunto de sus
enunciados programáticos reflejan la línea política que aplicó el Gobierno de
Fernando Lugo entre el 15 de agosto del 2008 y el pasado 22 de junio.
Lejos, atrás, vienen
los restos del otrora poderoso Partido Unace, del exGeneral y candidato
presidencial Lino César Oviedo, muerto semanas atrás en un accidente de
helicóptero (su familia habla de asesinato), así como el Partido Patria
Querida, también en franca decadencia, un rejuntado de empresarios que cinco
años atrás había sentado presencia política en base a cuatro o cinco
parlamentarios que, en sus intervenciones, se diferenciaban de la fauna
colorada-liberal.
Rezagados, pero con
pudor, llegarán a la meta las expresiones que más podrían avecinarse a un
pálido concepto de izquierda, el Movimiento Kuña Pyrendá (que podría traducirse
como senda o plataforma de la mujer), encabezado por Lilian Soto y la
experimentada dirigente campesina Maggi Balbuena.
Soto, médico y Ministra
de la Función Pública en el Gobierno de Lugo, en su presencia frente a los
canales de televisión, ha sacado una clara ventaja conceptual a todos los demás
presidenciables. De hablar claro y directo, ha encarado con valentía la defensa
de género, el ateísmo, la homosexualidad, el aborto y la expropiación de las
tierras malhabidas, entre ocho a doce millones de hectáreas, “más del 80 por
ciento del territorio más fértil, secuestrado por el 3.0 por ciento de los
habitantes del país”, con numerosos latifundistas extranjeros, en una afrentosa
monopolización.
Con lejanas
similitudes, y aún más débiles, pelean el Partido de los Trabajadores y el
Partido Patria Libre, superando en adherentes a los Partidos Humanista y
Blanco.
Entre todos los
emblemas en pugna, uno de los fracasados es el Partido Demócrata Progresista,
conducido por el matrimonio de la parlamentaria Desirée Massi y Rafael
Filizzola, primer Ministro del Interior de Lugo y gestor en el 2008 de la
contratación de agentes de Colombia y Estados Unidos para combatir el
narcotráfico y las organizaciones campesinas, los movimientos populares y todo
lo que sonara a “zurditos”.
Otros dos partidos, más
bien hoy simples siglas, que corren el riesgo de evaporación, son el Demócrata
Cristiano y el Encuentro Nacional, el primero presidido por Rolón Pose, quien
fue Ministro de la Vivienda con Lugo, de pésima actuación, y el segundo ha
pasado, en una década, de constituir una esperanza de alternativa popular, a un
rótulo con ciertos candidatos al parlamento que confiesan profundo odio a los
pobres, a los negros y a los musulmanes, partidarios de reformar la
Constitución para incluir la pena de muerte.
En los 200 años que esta
nación ostenta la definición de República, se registran dos períodos
sustancialmente diferentes. El primero arrancó en 1813 y murió en 1864, cuando
la pérfida Inglaterra ordenó a los gobiernos colonizados de Argentina, Brasil y
Uruguay, que la invadieran y destruyeran por el delito de ser un Estado
Independiente, sin hambre ni analfabetos. El genocidio duró hasta 1870 y la
ocupación política y económica se extendió muchos años más.
El segundo período,
vigente hasta ahora, comenzó una década después de la infame y desigual guerra,
con la formación de los dos partidos políticos que son los más poderosos aún,
el Colorado y el Liberal, el primero hechura brasileña y el segundo argentina,
al punto que durante el medio siglo que siguió al genocidio, casi todos sus
caudillos fueron amaestrados en centros civiles y militares de ambos países,
reemplazados en las últimas ocho décadas por Estados Unidos, en universidades y
en su Escuela de las Américas.
De la gran herencia
cultural, de justicia social y honradez administrativa que legó a las futuras
generaciones aquella República que apenas duró medio siglo, no queda nada, sus
ejemplares valores éticos y de desarrollo social, han sido sepultados por el
accionar de las cúpulas colo-liberales que, con rarísimas excepciones, arrojan
un balance abominable.
Si la historia noble no
mantuviera viva la obra de José Gaspar Rodríguez de Francia y de Carlos Antonio
López y su hijo, el Mariscal Francisco Solano López, inmolado por la Patria al
final de la Guerra de la Triple Alianza, podría pensarse que Paraguay nació
predestinado para la desgracia, para vivir rezagado en el concierto de naciones
y para que la mayoría de sus hijos vivan humillados por la exclusión social y
aplastados por la corrupción y la mediocridad de los aparatos politiqueros y de
empresaurios que manejan el Estado a su antojo.
Sin embargo, en abril
del 2008, la elección de Lugo a la Presidencia resultó un mensaje muy claro de
que el pueblo quiere cambios y ahora, en vísperas de las elecciones generales,
aparecen síntomas muy visibles de la decisión de ciertos sectores ciudadanos de
impulsar una práctica política nueva, buscando rescatar de las monstruosas
entrañas del poder actual, la ejemplar República Independiente, Soberana y de
justicia y equidad social que todos sus hijos tienen derecho a gozar, en
particular los más excluidos.
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