En la actualidad, al considerar cuál es el aporte real del
Canal de Panamá a los panameños, veo que es más fácil identificar lo que la vía
interoceánica aporta a la economía nacional y mundial. Por contraste, no
resulta sencillo vincular ese aporte al ciudadano panameño. Por lo mismo, cabe
preguntarse ¿Cómo se puede capitalizar después de quinientos años los recursos
que brinda el Canal de Panamá?
Abdiel Rodríguez / Especial para Con Nuestra América
Desde Ciudad
Panamá
Vista del Canal de Panamá. |
Es imperativo hacer una aproximación crítica sobre el
papel (ruta de transito maritmo mundial) de la angosta franja
del Istmo (Panamá) desde la colonia en la formación del
sistema-mundo capitalista a partir del descubrimiento de América donde se abre
pasos al comercio mundial. Así, podemos decir que con la puesta en práctica de
la ruta por el Istmo de Panamá, descubierta (para los cristianos y
europeos) por Balboa el domingo 25 de septiembre de 1513 se inicia el
proyecto de la modernidad, cuyo desarrollo debe ser entendido en ondas
complejas de larga duración.
En la actualidad, al considerar cuál es el aporte real del
Canal de Panamá a los panameños, veo que es más fácil identificar lo que la vía
interoceánica aporta a la economía nacional y mundial. Por contraste, no
resulta sencillo vincular ese aporte al ciudadano panameño. Por lo mismo, cabe
preguntarse ¿Cómo se puede capitalizar después de quinientos años los recursos
que brinda el Canal de Panamá? Si lo comparamos con la colonia, todos los
beneficios del descubrimiento y sus expediciones eran para la corona española.
¿Ha cambiado algo? ¿Quién se beneficia ahora?
De esta madeja de contradicciones, emerge además la
necesidad de preguntarnos quién es el panameño y cuál es la unidad de lo
panameño como raíz de una identidad colectiva. Al respecto, por ejemplo, es
necesario encontrar una respuesta que integre los diversos aportes de otras
culturas a la cultura nacional, desde las comunidades española y china, hasta
las de otros grupos europeos, asiáticos y americanos que también han venido a
converger en el Istmo (crisol de razas y puente del mundo). A
primera vista, esto estaría en contradicción con la unidad en la identidad,
ante la presencia de tantos elementos exógenos que determinan, dificultan y
transforman la identidad. Así, aun cuando una máxima dialéctica señala que hay
diversidad en la unidad, seguimos tejiendo en esa urdimbre.
Cuando hablamos de unidad -y más desde la colonia- cabe
aclarar que en el punto de origen se encuentra en la unidad territorial
originaria, organizada -como diría Engels– a partir de “uniones gentilicias”,
divididas en aldeas y hogares familiares, unidas por lazos de parentesco que se
verían alterados por la llegada del español (del dominador). Así,
cuando el español llega al Istmo, procura alcanzar acuerdos que le garanticen
acceso a espacios geográficos, para traicionarlos después. Al respecto, como
señaló Raúl Leis, “la identidad está ligada a la capacidad de decisión
sobre la sociedad, los recursos humanos y materiales, sobre lo que hemos sido,
somos y queremos ser”.
Tal fue lo que en efecto ocurrió, en un proceso
enriquecido por algunos caciques que tomaron la decisión de ser libres y luchar
por su territorio, como Urraca y Cémaco, que resistieron a la ocupación
española del Istmo. Desde entonces, los movimientos de liberaciones
territoriales son pendulares en la construcción al menos ideal de la identidad
nacional - colectiva. Así, el hecho de no ver con claridad la unidad en
la Identidad se agrava más por la ignorancia sobre las particularidades de
nuestros propios procesos históricos. Conocerlos más y mejor ayudará a desandar
caminos apasionados y errados que solemos frecuentar, y encontrar en cambio los
que nos acerquen a culminar nuestro proceso de formación nacional.
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