Desde hace un buen tiempo la propaganda negra de la
derecha contrainsurgente guatemalteca se ha cebado contra países como Suecia y
Noruega, haciendo de la cooperación internacional de estos países la fuente de
retroalimentación de los activistas de derechos humanos y sociales.
Carlos Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla, México
En los últimos días en
la ciudad de Guatemala, particularmente en la colonia Lourdes, se distribuyeron
volantes de propaganda negra, o como se le dice en otras partes, de guerra sucia. La propaganda negra o guerra
sucia es la agitación por los distintos medios de comunicación (radio,
televisión, desplegados en periódicos,
rumores o simplemente como es el caso,
volantes) con mensajes tremendistas, infamantes, cargados de mentiras,
calumnias, con respecto a una persona,
una institución, una etnia, una nacionalidad o un país.
La propaganda negra es
muy antigua. Un caso ocurrió en el 133 A.C. e hizo víctima a Tiberio Sempronio
Graco, el Tribuno de la Plebe que intentó hacer varias reformas en la Roma
republicana, entre ellas una reforma agraria.
Por ello mismo se ganó la enemistad a muerte del patriciado romano. Su muerte trágica a manos de sus enemigos se vio precedida de
una propaganda negra difundida por
rumores en la capital romana, en la que se le acusaba de ser “un peligro para
Roma”. Después de esta guerra sucia,
Tiberio fue asesinado a golpes junto a 200-300 de sus seguidores y su
cadáver arrojado al Tíber, una afrenta terrible para los romanos y máxime para un integrante de las familias más
acaudaladas.
En este caso, como en
el de buena parte de los genocidios, la
matanza fue precedida de una guerra sucia en la cual se satanizó a la
persona o grupo que se quería aniquilar. Esto fue lo que sucedió en el
genocidio acontecido en 1994 en Ruanda,
cuando por la radio se pregonó que los
Tutsis “eran cucarachas”. La
estigmatización terminó en una matanza
en la cual en unos cuantos meses fueron asesinados por los Hutus entre 800 mil y un millón de Tutsis. Desde
hace un buen tiempo la propaganda negra de la derecha contrainsurgente
guatemalteca se ha cebado contra países como Suecia y Noruega, haciendo de la
cooperación internacional de estos países la fuente de retroalimentación de los
activistas de derechos humanos y sociales. Los volantes que se han repartido en
las calles de Guatemala alegan que el delito de genocidio nunca existió en este
país, acusan a Noruega de estar financiando a movimientos que están colocando a
Guatemala al borde de otra guerra interna y recurre a un patrioterismo barato
de carácter xenófobo. Advierte a los gobiernos de Suecia y Noruega que “la gran
mayoría de guatemaltecos” no se dejarán usar como ratones de laboratorio ni se
dejaran imponer “sus retorcidos modelos” de justicia.
La búsqueda de un
origen externo de los males de un país, es un socorrido argumento de fascistas.
Lo usaron los nazis con los judíos. Pero hay ejemplos de antaño. En la
Guatemala colonial fue usado -tal como lo escribió en un estupendo trabajo Severo
Martínez Peláez-, desde principios del siglo XIX cuando se instituyó
el delito de “afrancesamiento”. Por tal
entendíase adoptar los principios de la Ilustración y la revolución
francesa en el contexto oscurantista reaccionario de la época. Francia era
considerada por la Corona Española como “exportadora” de la revolución
independentista y sinónimo de “lo exótico y disolvente de aquel entonces”. Durante la guerra fría fueron Moscú y La
Habana los causantes de los males del país eludiéndose el examen de las
injusticias, desigualdades y autoritarismo imperantes. Hoy la derecha
contrainsurgente busca otra fuente de importación de “ideas exóticas” como son
Suecia y Noruega. No puede dejar de mencionarse que la propaganda negra
expresada en los volantes mencionados, se dan en el contexto del juicio por el
delito de genocidio al que está siendo sometido Efraín Ríos Montt.
Cuánta razón asistió a
Luis Cardoza y Aragón cuando escribió que las ideas eran exóticas
solamente para aquellos que no tenían
ideas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario