El
nacimiento natural de grupos de autodefensa es un claro ejemplo de hartazgo
social que solo tiene una salida: la acción. La ausencia de un estado de
derecho efectivo, la corrupción de mandos policiales y militares, la ineptitud
de gobiernos de todo nivel y la creciente ola de violencia en el país, es el
campo fértil que permite que estos grupos surjan por doquier, corriéndose el
riesgo también de ser infiltrados por la misma delincuencia.
Abraham Trillo* / Especial para Con Nuestra
América
Desde
Morelia, México
Grupo de autodefensa en el estado de Guerrero. |
Hablar
de México en la actualidad, es hablar de violencia, inseguridad y peligro. Este
estereotipo repite la imagen trillada de un país que es mucho más que eso, un
patrón que ya se concretó en el imaginario colectivo y a través del cual se le
mira, clasifica y ordena en el entorno,
un escenario triste y desolador.
La
guerra contra el narcotráfico de Calderón y ahora la nueva estrategia de
política de seguridad pública del Presidente Peña Nieto (que reitera la
presencia militar en las calles), no han dado solución a una sociedad
hambrienta de tranquilidad, temerosa de esa espesa nube que envuelve a los
cárteles, policías federales y al ejercito, una sociedad presa de la
incertidumbre sobre el futuro de los suyos e incrédula de su propio gobierno.
La realidad es que día a día crece el número de víctimas (visibles e
invisibles) de la violencia, cuyo costo en vidas humanas ronda ya los 100 mil
muertos, la mayor parte de ellos jóvenes y pobres.
A
río revuelto, la política de seguridad pública sigue teniendo nuevos retos;
ahora ya no solo son los cárteles de la droga y su disputa con el estado los
dueños del monopolio de la violencia, nuevos grupos armados encargados de
asolar barrios, negocios, comunidades enteras, han usurpado este descarnado
escenario, frente a una sociedad abandonada, indefensa y extremamente
vulnerable.
De
igual manera, no es desconocida la presencia de grupos paramilitares en todo el
territorio nacional, muchos de ellos organizados desde el sector privado
siempre en complicidad con las autoridades y vinculadas a fuerzas federales.
Sin embargo, aunque el paramilitarismo está ligado a estrategias de
contrainsurgencia, ocurre también que el estado se sirva de ellos para sus
fines de control social o criminalización. Al respecto, el antropólogo mexicano
Gilberto López y Rivas, en su artículo “Paramilitarismo, grupos armados y autodefensas
comunitarias” publicado en la Jornada en marzo de 2013, estima que “…cuando el Estado no cumple con la
responsabilidad legal y constitucional de preservar la seguridad de los
ciudadanos … y, por el contrario, utiliza al Ejército, a los contingentes
policiales … como medios de control y mediatización político-territorial de la
población por las vías de una militarización de la sociedad y una justicia
venal en todos los niveles, tiene lugar el surgimiento de mecanismos de
autodefensa y justicia comunitarias de variada naturaleza que cumplen las
funciones que el Estado enajena o trastoca ilegalmente...”.
Hoy
día, han revivido grupos de autodefensas, con presencia ya en estados como
Guerrero, Michoacán, Oaxaca y Jalisco entre otros, si bien con objetivos
diferenciados, todos con la misiva de defender las acciones que atenten contra
su patrimonio. Solo en Michoacán por ejemplo, se tiene conocimiento de al menos
6 grupos de autodefensa que operan en municipios como Cheran, Buenavista,
Zitácuaro y Tepalcatepec, así como en 8 comunidades purépechas.
Siguiendo
a López y Rivas, estos grupos de autodefensa
sin relación con el estado y articuladas a sus comunidades “no sólo son legales y legítimas de acuerdo
con la Constitución y el Convenio 169 de la OIT… sino que constituyen los
únicos espacios sociopolíticos donde se ha logrado controlar de manera efectiva
al llamado crimen organizado”.
No
hay que olvidar que el origen del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional
proviene precisamente de esta inconformidad social, de la carencia de una
potestad que los protegiera de homicidios, secuestros, extorciones, violaciones
etc. comunidades, poblados y ejidos del sureste mexicano pisoteados por
doquier. En entrevista realizada por
Blanche Petrich para la Jornada en febrero de 1994, el Subcomandante Insurgente
Marcos, comentó “…digamos que para los
compañeros campesinos, el EZLN nació como un grupo de autodefensa, es decir,
hay un grupo armado muy prepotente que es la guardia blanca de los finqueros
que les quitan la tierra y los maltratan, y limita el desarrollo social y
político de los indígenas...”.
Actualmente,
uno de los casos más sonados, es el de la ronda comunitaria establecida desde
2011 en el municipio de Cheran, en Michoacán, el estado más violento de la República,
como respuesta a los altos niveles de violencia y las nulas garantías de
seguridad de la población, conformada y respaldada por todo un pueblo y sus
sectores comunitarios, desde niños hasta ancianos y mujeres, sin duda un claro
ejemplo de que las cosas siguen igual.
Otro
caso es el movimiento de autodefensa civil armada en el estado de Guerrero,
surgido en enero de 2013, conformado por al menos 5 mil elementos de la policía
comunitaria, sociedad civil y miembros de la Unión de Pueblos y Organizaciones
del estado de Guerrero, con presencia en 15 municipios del estado, realizan
retenes y recorridos en el 90% de las localidades, organizados incluso en
turnos de vigilancia, contando con armas de alto calibre (como el AK-47) y
casas de justicia para detenciones.
El
gobierno por su parte, es recio en señalar que los grupos de autodefensas
comunitarias irrumpen el estado de derecho, sin embargo surge la duda ante su
incapacidad de garantiza las condiciones mínimas de seguridad pública por un
lado, y por otro, de permitir a ojos cerrados, la irrupción de grupos y
prácticas paramilitares, abriendo con ello el debate de diversos actores de la
sociedad.
Sin
duda alguna, el nacimiento natural de grupos de autodefensa es un claro ejemplo
de hartazgo social que solo tiene una salida: la acción. La ausencia de un
estado de derecho efectivo, la corrupción de mandos policiales y militares, la
ineptitud de gobiernos de todo nivel y la creciente ola de violencia en el
país, es el campo fértil que permite que estos grupos surjan por doquier,
corriéndose el riesgo también de ser infiltrados por la misma delincuencia.
Como abogado, estoy cierto que nadie puede ni debe hacer justicia por su propia
mano, pero las sociedades se hartan y que más prueba de ello que los grupos de
autodefensa, una expresión legitima ante un estado cómplice, pasivo y
complaciente.
*El autor es abogado, docente universitario y magíster en
Estudios Latinoamericanos.
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