Solo se puede
solucionar la crisis fiscal sin poner en riesgo la paz política, si no se avanza en la superación del déficit
social. Y esto no se podrá hacer mientras los sectores medios y populares no logren una cuota significativa de poder
político.
Arnoldo Mora Rodríguez* / Especial para Con Nuestra
América
Como es habitual en
Costa Rica, el segundo año se convierte en el decisivo del gobierno. Pero
tratándose de uno de minoría, esas decisiones no dependen tan solo del poder
ejecutivo. Quienes ostentan la mayoría en el Congreso asumen una
responsabilidad igual. Hoy en Costa Rica gobernar es cogobernar. Ha hecho bien
el Presidente en dialogar con los expresidentes. Pero la tarea principal no
está allí sino en Cuesta de Moras. Los partidos se han debilitado hasta el
punto de que en gran medida son tan solo maquinarias de marketing electoral y
no imprimen una disciplina ni ideológica ni de conducta a sus diputados. Este
debilitamiento se refleja en el hecho de que el poder radica en los poderes
fácticos: el poder financiero, el mediático, las fuerzas sociales. Los dos
primeros recurren al miedo, como ya lo hicieron en su campaña en favor del TLC,
o en el último mes de la campaña electoral pasada. Los sectores sociales
responden apelando a la “democracia de la calle”. Costa Rica vive hoy una etapa
crucial que refleja lo que está pasando en el mundo. Pero no podemos olvidar
nuestros logros del pasado que nos permitió construir el Estado social de
derecho.
Eso es lo que se da
como trasfondo del intento por superar el déficit fiscal. Tratar de superarlo
mediante el aumento de la carga impositiva sin tocar las causas estructurales,
es como poner una curita para sanar un cáncer. Lo más grave de la crisis fiscal
es la crisis social. Las recetas impuestas por el FMI a los gobiernos
posteriores al de Carazo, no han hecho
sino aumentar la desigualdad social que crece en Costa Rica más rápido que en
ningún otro país de América Latina. Ninguna deuda pública puede ser pagada en ningún país del mundo. Lo ha dicho
Christine Lagarde a propósito de Grecia. Todos los países, especialmente los
“poderosos”, son deudores insolventes.
Solo Estados Unidos es causante de cerca del 30% del déficit mundial.
Por eso a la hora de imponer nuevos impuestos se debe tener en cuenta que la
crisis financiera se debe a las movidas especulativas de las bolsas de valores
que inciden en el mercado mundial. Si se piensa imponer nuevas cargas
tributarias se debe tener en cuenta lo que dice la moral: solo los impuestos
directos son éticamente justos. Los impuestos indirectos son intrínsecamente
perversos, pues no son sino tributos coloniales o imperiales que los sectores
hegemónicos hacen recaer sobre las
espaldas de los pueblos sojuzgados.
A la hora de pensar en nuevos impuestos
se debe recordar nuestra historia. Para
reactivar la economía luego de la breve pero cruenta Guerra Civil de 1948, don
Pepe decretó un impuesto del 10% al
capital. Con eso se hizo posible que surgiera una pujante clase media que
recibió su formación profesional gracias a la reforma universitaria de Rodrigo
Facio. El futuro de nuestro sistema democrático depende en mucho de las medidas
políticas que hoy se tomen para fortalecer a la clase media, para que el Estado
siga jugando un papel protagónico en el desarrollo económico y en el empleo en
el país y para hacer respetar el Código de Trabajo. Solo se puede solucionar la
crisis fiscal sin poner en riesgo la paz política, si no se avanza en la superación del déficit
social. Y esto no se podrá hacer mientras los sectores medios y populares no logren una cuota significativa de poder
político.
* Filósofo costarricense, ex Ministro de Cultura y
miembro de la Academia Costarricense de la Lengua.
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