Los nazis en la
Alemania de la segunda guerra mundial, los militares argentinos y chilenos
durante la guerra sucia, son ejemplos de cómo el terror contrainsurgente está
íntimamente asociado a la corrupción. Esto sucedió también en Guatemala y marcó
inevitablemente a la transición a una democracia corrupta y de muy mala
calidad.
Carlos Figueroa Ibarra / Especial para
Con Nuestra América
Desde
Puebla, México
No me estoy refiriendo en lo fundamental a la
alegada pareja sentimental que conforman el presidente Pérez Molina y la ex
vicepresidenta Roxana Baldetti, ahora encarcelada. Me refiero a la pareja que
constituye el objetivo central del
perverso equipo que formaron desde hace varios años: el poder y el dinero.
Pérez Molina y Baldetti pasarán a la historia como encarnación de la corrupción
en la historia reciente de Guatemala. Puede decirse que en el imaginario
guatemalteco probablemente ya desplazaron al ex presidente Alfonso Portillo
cuya imagen de corrupto está asociada ahora a la enorme popularidad que tiene.
Pérez Molina y Baldetti se parecen mucho a la
pareja que aparece en la serie estadounidense de televisión “House of Cards”,
que versa precisamente sobre el poder y el dinero. La diferencia es que el
protagonista de dicha serie desprecia profundamente a los que estando en el
poder, privilegian la búsqueda del
dinero porque según él, los verdaderos ganadores lo que acumulan es el poder.
Pérez Molina y Baldetti privilegiaron
la búsqueda del dinero, una jugosa tajada de 14 mil millones de quetzales
anuales según dicen las informaciones periodísticas. Lo que no entiendo es
porque se expresa tanto asombro. ¿Es en realidad una sorpresa que ahora sea
denunciado por el Comisionado de la CICIG como el número 1 de la banda criminal
de contrabando aduanero denominada “La Línea”? Siempre supimos la catadura del
hoy presidente en desgracia. Pérez Molina era el reputado “número 1” de la
logia criminal y clandestina llamada “El Sindicato”. Su mala reputación ha sido
tan grande como la del general Francisco Ortega Menaldo, el también reputado
jefe de la otra logia criminal y clandestina: “La Cofradía”.
La noche del 6 de noviembre de 2011 pude ver -en
el hotel de la ciudad de Guatemala que sirvió como centro de cómputo- a todo el
establishment neoliberal celebrando gustosamente el triunfo de Pérez Molina en
la segunda vuelta electoral. Incluidos algunos de los que después fueron sus
ministros y ahora indignados están renunciando. ¿Ignoraban acaso que el general
además de represor era corrupto? ¿No sabían cómo se conducía su pareja y
compañera de fórmula electoral? En el contexto de la guerra contrainsurgente se
fueron constituyendo equipos que servían para cumplir funciones financieras,
logísticas y operativas que fueron el huevo de la serpiente para el surgimiento
de la “Red Moreno”, “El Sindicato” y “La Cofradía”. Y estas estructuras
criminales se volvieron los actores de
las pistas subterráneas de la política nacional. Acaso los espacios donde se
tomaban decisiones esenciales en muchos aspectos.
Los nazis en la Alemania de la segunda guerra
mundial, los militares argentinos y chilenos durante la guerra sucia, son
ejemplos de cómo el terror contrainsurgente está íntimamente asociado a la
corrupción. Esto sucedió también en Guatemala y marcó inevitablemente a la
transición a una democracia corrupta y de muy mala calidad. Los civiles
organizaron partidos políticos que se convirtieron en grupos afanosos de ganar el poder para
poder acumular dinero.
Y el sistema de partidos políticos en Guatemala se volvió volátil y
avieso.
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