¿Cuál será el gran
estratega –individual, corporativo o social-
que surja de nuestra crisis global? ¿Cuál será la institucionalidad en
que desemboque este período de cambio, violencia y transformación en el que
todo lo que ayer apenas era percibido como sólido y permanente, hoy parece
disolverse en el aire?
Guillermo Castro H. / Especial para Con Nuestra América
Desde Ciudad Panamá
Si entre fines del
siglo XVIII y mediados del XX el Estado nacional fue la forma política básica
de organización del mercado mundial – entendido como una estructura de
relacionamiento entre mercados nacionales -, ¿cuál será la forma política de
organización de un mercado global cuyos principales protagonistas son
corporaciones transnacionales? El mundo contemporáneo se sostiene, ya, sobre
una infraestructura de un tipo nuevo, cuyas raíces pueden remitirse a las
transformaciones en la economía mundial a que hiciera referencia Vladimir Lenin
en su ensayo de 1914 sobre el imperialismo como forma más avanzada – entonces –
del desarrollo del capitalismo. ¿Cuál vendrá a ser, en esta circunstancia, la
superestructura correspondiente al mundo que emerge de esas transformaciones, y
cuáles serán las contradicciones fundamentales que animen su desarrollo en los
años por venir?
Las revoluciones
anticapitalistas del siglo XX, empezando por la soviética de 1917, intentaron
dar respuesta a las manifestaciones tempranas de este problema. Sin embargo,
esas revoluciones – esto es, los Estados y las economías resultantes de ellas –
terminaron siendo encapsuladas por el mercado mundial en su desarrollo
contemporáneo. Aun así, contribuyeron de manera importante al desarrollo de las
contradicciones internas de ese mercado, de un modo que favoreció la formación
y la expansión constante del complejo militar industrial como un componente de
primer orden en la vida política y económica de nuestro tiempo. Y esto, a su
vez, otorgó un sesgo marcadamente belicista al desarrollo civilizatorio a
partir de la II Guerra Mundial, y hasta el presente.
Ese desarrollo se
expresa hoy en una crisis civilizatoria en que se combinan, a escala global con
expresiones glocales muy diversas, un crecimiento económico incierto, un
deterioro social persistente, una degradación ambiental creciente, en un marco
de constante violencia política y criminal. Nos encontramos, realmente, en una
situación que recuerda a la del período de los Reinos Combatientes en la
historia de China, 500 años antes de Cristo. Esa era dio de sí a un estratega
clásico, Sun Tzu, pero sobre todo dio de sí a la China misma, con el triunfo estratégico
de la dinastía Ch’ing.
¿Cuál será el gran
estratega –individual, corporativo o social-
que surja de nuestra crisis global? ¿Cuál será la institucionalidad en
que desemboque este período de cambio, violencia y transformación en el que
todo lo que ayer apenas era percibido como sólido y permanente, hoy parece
disolverse en el aire? ¿Y cuál será, en ese mundo nuevo, el lugar de lo que
hasta hace poco era percibido aún como un Nuevo Mundo? Nos toca a cada uno
formular esas preguntas desde nuestra propia circunstancia social, nacional y
profesional y, sobre todo, nos toca encontrar las respuestas más adecuadas para
culminar la tarea de transitar desde un mundo que se hace viejo ya, y se
desintegra, hacia otro que merezca llamarse nuevo por su capacidad para
permitir a nuestra especie sobrevivir a lo peor de sí, y desplegar finalmente
lo mejor de sus capacidades, para hacer sostenible su propio desarrollo.
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