No
por ‘blandos’, los golpes que se dan contra las autoridades legítimas
constituidas dejan de ser golpes de Estado, ilegales y antidemocráticos en
cualquier caso.
Alguien
podría creer que el adjetivo ‘blando’ quita alguna responsabilidad a los
perpetradores de la actual modalidad de golpes de Estado, esa que no apela ya a
la vieja receta de la abierta asonada militar. Y quien así lo pensara, se
equivocaría rotundamente.
Dos
casos latinoamericanos relativamente recientes lo atestiguan: el presidente
Zelaya en Honduras, expulsado por la insólita irrupción de fuerza pública en su
domicilio por la noche; después el presidente Lugo en Paraguay, destituido por
vía de una curiosa operación legislativa, oscura y tendenciosa.
Hoy
la obra de Gene Sharp, el teórico del mal llamado ‘golpe blando’, me ahorrará
trabajo: basta con transcribir fragmentos de su estrategia, formulada para
desestabilizar y derrocar gobiernos legítimos y populares. Sharp propone cinco
etapas, de menor a mayor en la producción de desorden y caos social:
Primera
etapa: Ablandamiento, empleando la guerra de cuarta generación... cabalgamiento
de los conflictos y promoción del descontento... promoción del
desabastecimiento, de la criminalidad...
Segunda
etapa: Deslegitimación, manipulación de los prejuicios anticomunistas...
acusaciones de totalitarismo y pensamiento único, fractura ético-política.
Tercera
etapa: Calentamiento de la calle, fomento de la movilización de calle,
generalización de todo tipo de protestas, trancas...
Cuarta
etapa: Combinación de diversas formas de lucha. Organización de marchas y toma
de instituciones emblemáticas... desarrollo de operaciones de guerra
psicológica y acciones armadas para justificar medidas represivas y crear un
clima de ingobernabilidad...
Quinta
y última etapa: Fractura institucional sobre la base de acciones callejeras y
pronunciamientos militares... se obliga a la renuncia del Presidente.
La
ruta de acciones para promoción del caos, la ruptura y el enfrentamiento en lo
social no puede ser más clara y precisa. Puede cada uno, acorde a esta
siniestra ‘receta’ y su aplicación en muy diversos países, sacar sus propias
conclusiones.
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