Si no hay cambios
urgentes en el accionar político de un lado y otro, se abre la puerta a la
derecha más retrógrada. Lo que tal vez obligue que en el futuro las
organizaciones sociales que hoy apoyan al gobierno y las que se oponen, tengan
que volver a luchar juntas, pero tal vez ya mucho más debilitadas.
Kintto Lucas / Nodal
La Confederación de
Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie) realizó la semana pasada
movilizaciones en diversas provincias del país para finalmente llegar a Quito.
Si bien las manifestaciones no tuvieron la fuerza de un levantamiento,
mostraron una importante adhesión.
Paralelamente, el 13 de
agosto, el Frente Unitario de Trabajadores (FUT) convocó a un Paro Nacional,
que no logró ser un paro pero generó una multitudinaria marcha en la capital
ecuatoriana, integrada por sindicatos, indígenas y algunos sectores de clase
media quiteña que se sumaron por su oposición al gobierno pero no por
reivindicar la lucha histórica de indígenas y trabajadores. También en
Guayaquil el banquero Guillermo Laso, el empresario bananero Álvaro Noboa y
otros sectores de derecha se manifestaron en apoyo a la movilización de la
Conaie y el FUT, lo que no se había dado en anteriores movilizaciones o
levantamientos indígenas.
La protesta mostró una
Conaie con cierta capacidad de respuesta, basada en algunas organizaciones
provinciales, pero quedó en evidencia la debilidad y poca convocatoria de
Ecuarrunari, que en otros momentos fue un eje fundamental de la Confederación.
Por su parte, el
gobierno recibió el apoyo de las organizaciones vinculadas a su proyecto
político, como la Central Única de Trabajadores y la Alianza indígena, creadas
hace poco tiempo, y otras reconocidas históricamente como la Fenocin, así como
de organizaciones políticas afines.
DOS
Más allá del discurso
maniqueo de vencedores y vencidos, y la incapacidad de un lado y del otro para
establecer un diálogo hacia el futuro, no hay duda que si un movimiento social
tan importante como el indígena se moviliza, cualquier gobierno debe tener en
cuenta sus reivindicaciones para dialogar, más allá de que finalmente pueda
llegar a acuerdos en algunos puntos y en otros no. El discurso de no dialogar
con la Conaie fortalece una postura interna de derecha y cierra la posibilidad
de separar al Movimiento Indígena y a sectores sindicales de la influencia de
la derecha externa.
La Conaie por su parte,
debería asumir su estrategia histórica de movilización-diálogo y estar dispuesta
a abrir un canal de conversación con el gobierno, así finalmente pueda llegar a
algunos acuerdos o no. Los triunfos de la Conaie a lo largo de su historia se
han dado utilizando esa estrategia desde lo indígena, sin que otros sectores
intenten manipular desde afuera. La estrategia del todo o nada en este momento,
ayuda a que se siga consolidando la hegemonía política y simbólica de la
derecha que está fuera del gobierno. La apertura de un diálogo serio,
distanciaría al Movimiento Indígena de la derecha y no permitiría que
finalmente su movilización sea utilizada por este sector como se vislumbra. La
izquierda que hoy rodea al movimiento indígena no tiene la capacidad para
llevar adelante un proyecto colectivo, como no la tuvo para pelear la correlación
de fuerzas en la Asamblea Constituyente.
TRES
Un hecho lamentable han
sido las actitudes racistas y xenófobas que se evidenciaron en sectores a favor
del gobierno y opuestos a la movilización. Algo similar a lo que se vio en
ciertos sectores de clase media en algunos levantamientos o en las
movilizaciones de los forajidos, cuando les gritaban a los indígenas traidores.
También se evidenció mucho más la xenofobia de sectores de derecha que están a
favor del TLC con la Unión Europea pero hoy apoyan las movilizaciones, los que
desde hace tiempo a través de redes sociales llevan adelante campañas xenófobas
y fascistas.
La detención y posible
deportación de Manuela Picq, novia del presidente de Ecuarrunari Carlos Pérez,
más allá de las versiones de uno y otro lado, es una acción que va contra la
ciudadanía universal, a la cual se oponen los sectores de derecha que hoy
apoyan las movilizaciones, y no ayuda a establecer el necesario clima para un
diálogo.
Si no hay cambios
urgentes en el accionar político de un lado y otro, se abre la puerta a la
derecha más retrógrada. Lo que tal vez obligue que en el futuro las
organizaciones sociales que hoy apoyan al gobierno y las que se oponen, tengan
que volver a luchar juntas, pero tal vez ya mucho más debilitadas.
Para llegar a un
diálogo, se necesita una capacidad política para analizar con mirada
estratégica el momento y las perspectivas de futuro, un poco de racionalidad y
algo de sentido común, lo que por ahora no se ve en ninguno de los dos lados.
Una lástima, pero así están las cosas.
Kintto Lucas. Escritor,
periodista, luchador social y político uruguayo-ecuatoriano. Vicecanciller de
Ecuador entre mayo de 2010 y abril de 2012. Coordinador del Consejo de
Estrategia Política del Ministerio de la Política de Ecuador en 2009. Académico
en varias universidades. Ha publicado varios libros sobre política
internacional, movimientos sociales, comunicación e identidad latinoamericana.
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