Frente a la fragilidad
del modelo neoliberal, la derecha reacciona con intentos de desestabilización
de gobiernos que ponen en jaque a su modelo, pero también con bloqueos a las
nuevas posibilidades de construcción de alternativas.
Emir Sader / Rebelion
América Latina ha sido el
escenario privilegiado de ofensivas de la derecha, porque es la región del
mundo donde la derecha ha quedado más desplazada. Ha perdido sucesivas
elecciones en los países con gobiernos progresistas y pasó a apelar a intentos
de desestabilización política valiéndose de su elemento más fuerte: el monopolio
privado de los medios de comunicación.
Cuando llegan las
elecciones, la derecha se juega por entero intentando ganar, como fueron los
casos recientes de Ecuador, Bolivia, Brasil, Uruguay, y como ocurre actualmente
en Argentina y en Venezuela. Acumulando nuevas derrotas, la derecha pasa a
poner en práctica planes de desestabilización política, como son los casos
actuales en Brasil, Ecuador y Bolivia.
La oposición brasileña ha
intentado, hasta donde pudo, cuestionar la reelección de Dilma Rousseff, haciendo
que el primer año de su segundo mandato sea un período de crisis, de amenazas
de ingobernabilidad y de resistencia de parte del gobierno y del movimiento
popular. Hasta que esa operación se agota, pero el gobierno sale de ella
debilitado, presionado por las fuerzas de centroderecha hacia un pacto
conservador a cambio de la recuperación de la gobernabilidad.
En Bolivia, una región
–Potosí– constituyó un comité cívico y, con una plataforma de reivindicaciones
locales, hizo una huelga regional y organizó una marcha belicosa hacia la
capital. El gobierno alega que ha concedido las principales reivindicaciones,
pero los huelguistas lo niegan, aunque finalmente suspenden su movida, con
amenazas de retomarla.
En Ecuador, dos medidas
tributarias que el gobierno envió al Congreso, que recaen sobre el dos por
ciento más rico de la población, llevaron a que la oposición –sumándose, una
vez más, sectores de la ultraizquierda con la derecha– desatara una reacción
amplia y violenta, que algunos llamaron un “levantamiento” en contra del
gobierno. Apoyada en sectores minoritarios del movimiento indígena y sindical,
se chocaron con grandes movilizaciones populares de apoyo al gobierno de Rafael
Correa.
Pero no es sólo en
América Latina que se da esa contraofensiva. Como Grecia y España aparecían
como países en donde surge una nueva izquierda en Europa, con el agotamiento de
los partidos tradicionales, reducidos todos a la política de austeridad, ahí
también la derecha retomó su ofensiva. Syriza y Podemos han pasado a cuestionar
la austeridad y a capitalizar el descontento generalizado de la población.
En Grecia, la derecha
tuvo que actuar más duramente, porque era inminente el riesgo de que un
gobierno cuestionará concretamente a la austeridad. La Unión Europea ha actuado
con toda su brutalidad para derrotar y humillar al nuevo gobierno griego e
intenta demostrar a toda Europa que fuera de la austeridad no habría vida
posible.
Esa línea de acción tiene
los ojos puestos en el resto de Europa, pero especialmente sobre España, donde
Podemos se apoyaba en la experiencia griega como vía posible de superación de
la austeridad. Contra el ascenso de Podemos se ha desatado una estrategia
combinada en varios planos. En primer lugar, los medios han fabricado
mecanismos de rechazo de la nueva organización, mezclando denuncias sobre el
comportamiento de algunos de sus dirigentes y organizando una nueva agrupación
de centroderecha –Ciudadanos–, para que dispute con Podemos los efectos del
desgaste del bipartidismo, con Podemos volviéndose el blanco principal de la
actuación de los dos partidos tradicionales –PP y PSOE–, ambos en pánico,
actuando juntos para poner limites a la ascenso de Podemos.
El fracaso del intento de
Syriza de romper con la austeridad vino a completar la operación de contención
de Podemos y de mantener la bipolaridad española, condición indispensable para
el mantenimiento de la austeridad. El PP juega su suerte a la posibilidad de
incorporar a Ciudadanos a una alianza que le permita seguir gobernando, como si
nada hubiera pasado en España. Caso contrario, tendría que apelar al abrazo de
ahogado con el Psoe, reabriendo caminos para que Podemos vuelva a cuestionar la
bipolaridad con todavía mas fuerza.
Todo lo que se hace en
Grecia y en España representa el capítulo europeo de la contraofensiva
conservadora global, que tiene en América Latina su epicentro, porque es en esa
región que el modelo neoliberal es más fuertemente cuestionado. Frente a la
fragilidad del modelo neoliberal, la derecha reacciona con intentos de
desestabilización de gobiernos que ponen en jaque a su modelo, pero también con
bloqueos a las nuevas posibilidades de construcción de alternativas. Pero al no
presentar propuestas renovadoras de su modelo, la contraofensiva de la derecha
a escala global revela su corto aliento.
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